El consultorio

Mi hija tiene miedo de los otros niños

De infantil a primaria, a algunos menores les aparecen miedos cuando tienen que dar un paso más hacia la autonomía

Mi hija de 5 años es tímida y las reacciones de los otros niños le asustan. Si su hermana le grita, se queda callada y llora para quitarse el miedo.  

@Altae

Durante la infancia hay momentos determinados en los que aparecen miedos, que a veces denominamos fobias porque se pueden focalizar en animales –lo más habitual–, en la oscuridad –sobre todo a la hora de ir a dormir– y, a veces, en los niños o en los iguales, como parece que es el caso de esta niña, explica José Ramón Ubieto, psicólogo clínico y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y la Universitat de Barcelona (UB). “Es un miedo al contacto, a lo que el otro pueda hacer y que la niña no sabe muy bien cómo responder”, añade el experto.

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¿Cuál es la causa?

Estos miedos infantiles se acentúan entre los 5 y 6 años porque es un momento en el que el niño tiene que dar un paso más en su evolución y separarse un poco del adulto. “Acaban la educación infantil y empiezan la primaria y esto es un cambio que, aunque sea pequeño, les exige más y, por lo tanto, hay una elevación de su propio listón de autonomía”, remarca Ubieto. Es justo en este momento en el que se les pide esta separación de los adultos cuando aparecen los miedos. “Pueden ser de diferentes tipos como el miedo de dormir solo, el miedo a ser devorados por un animal o de quedarse solo con compañeros de juegos o incluso con un adulto”, apunta el experto.

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¿Cuál suele ser la reacción de los niños?

Lo que suelen hacer ante los miedos es generar conductas regresivas, es decir, volver a un tiempo infantil anterior con llantos que tienen como objetivo reclamar la atención de los padres u otros adultos y, a la vez, pedir estar acompañados para no quedarse solos ante este nuevo paso que tienen que dar hacia la autonomía.

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¿Cómo tienen que actuar los padres?

Según el experto, los niños irán encontrando respuestas aunque esto les comporte un periodo de sufrimiento. Para aliviar este sufrimiento los padres tienen que entender que no es una cuestión de falta de voluntad del menor, sino que realmente no lo puede hacer. Por eso la primera actitud que tienen que tener los progenitores es entender que está sufriendo y, por lo tanto, no exigirle más de lo que su "propio miedo" ya hace y acompañarlo con una cierta ternura y dulzura para suavizar el dolor que experimenta. Se le puede explicar, por ejemplo, que si ahora no puede jugar, ya jugará algo más tarde u otro día. “En definitiva, se les puede decir que un día conseguirán hacer aquello que ahora no se atreven a hacer y siempre entendiendo que los tiempos pueden ser más lentos en unos niños o en otros”, puntualiza el psicólogo clínico.

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¿Cuándo se tienen que disparar las alarmas? 

Cuando todo este acompañamiento y comprensión no funciona y el sufrimiento se repite a menudo y además es persistente en el tiempo. “En este punto es el momento de hacer una consulta profesional que no tiene que requerir un tratamiento muy extenso”, deja claro el experto. En la mayoría de casos, añade Ubieto, con entre cuatro y ocho consultas se consigue aliviar este miedo para que el menor haga un clic y encuentre a través de la verbalización, de los dibujos, de los juegos o de cualquier otra forma de interacción simbólica una salida. “En definitiva, lo que encuentra es la respuesta para asumir la exigencia que la vida le está pidiendo y esto hace que se acabe el sufrimiento”, concluye el psicólogo clínico.