Amor y pimienta

Una historia de amor con un cromosoma de más

Es ficción, pero es su vida real. Y ellos son sus protagonistas

Es como una especie de torrentada de alegría en un lunes por la mañana gris. Ya en la entrada del teatro, donde siempre se toman las fotos para los gráficos, justo antes de la rueda de prensa. No paran quietos. Nerviosos, excitados, felices con una sonrisa de oreja a oreja. Todos los tics que tienen cada uno de ellos, y algún otro que realizan por mimetismo, en movimiento. Uno que se toca la oreja, la otra que gira la boca hacia abajo, el de más allá que parpadea sin cesar, el de su lado que blande las manos como si las llevara mojadas y se las quisiera secar al aire. Cuanto más quieren mantenerlos a raya más se les notan. El director adjunto de la obra, ni siquiera intenta calmarlos. Sonríe por debajo de la nariz. Él también está inquieto; las ruedas de prensa le hacen estar un poco. Pero esto también forma parte del aprendizaje y de la experiencia. Qué bien la vivan con naturalidad y tal y como mana.

Contemplan cómo los periodistas van entrando uno tras otro, del lunes. Cargados con sus libretas llenas de apuntes, sus grabadoras y sus micrófonos. "Uuuuuhhh", dicen los intérpretes dándose codazos con el de al lado. Cuando pasan cuatro minutos de la hora prevista, la diligente jefe de prensa de la sala les hace entrar hacia dentro y se sientan en el fondo, en un supuesto orden de intervención que ellos se saltan, uno junto al otro , frente a las sillas dispuestas por los periodistas. ¿Empezamos? Detrás se encuentra una pantalla gigante con la foto de promoción del espectáculo. Un Hamlet contundente, corona incluida, con un grito congelado en la boca que lanza al espectador. Lleva una camiseta naranja con una de las frases del clásico: "¿Quién va ahí?" De todas las respuestas, sólo una posible. "Soy yo". Y con esta afirmación, la tautología desplegada como un juego de dominó. Porque... ¿quién soy yo? ¿Soy yo? ¿Yo?

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Y si yo tengo síndrome de Down, ¿qué cambia de tu yo o de tu lado? ¿Qué nos hace distintos? ¿Mi alegría sin filtro o tu incapacidad para verme? ¿Mis derechos que deberían ser los mismos que los tuyos o la duda que te genera dármelos?

Todos escuchan en silencio las palabras del director del teatro que les explica el montaje a los periodistas. Dice que le hace mucha ilusión recibirles, inaugurar una de las salas de su teatro con ese montaje tan especial que viene de Perú. Hace años pudo verse en un festival de la ciudad y ahora hará temporada durante diez días. Alguno de ellos asiente con la cabeza. Les arroja una pregunta y todos piden el turno de palabra. Gana quien toma primero el micro. No podía ser otro que el Hamlet de la camiseta naranja. El actor profesional. "Explícalo, explícalo... cómo pasé de acomodador a protagonista de una obra de teatro. Cuenta que me llamó para tomar un café y hacerme la propuesta", dice al director adjunto para que explique la historia y la valide con la autoridad de su cargo. Pocos minutos después sabremos que todos hacen de Hamlet y todas son Ofelias y su drama existencialista es el mismo. La incomprensión, los márgenes, la maternidad, la autonomía, la necesidad de poder decidir, poder ser. Uno a uno se pasan el micrófono y, por tanto, el turno de palabra. Cuentan a los periodistas cómo les ha cambiado la vida hacer teatro profesional; viajar por todos los países del mundo. Cómo construyeron este clásico incorporando las experiencias propias. Si les costó o no estudiarse el texto. Todos ellos ponen en valor a los compañeros que tienen al lado, "este elenco maravilloso" dicen una y otra vez, y se dan palmaditas en el hombro, se abrazan o entrelazan las manos sobre el regazo.

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Cuando llega el turno de Ximena, explica que para ella es muy importante porque en la gira de la obra le han pasado cosas muy importantes. "Me he enamorado", dice emocionada con un arrebato de emoción. "Nos hemos prometido con Octavio [Octavio, sentado a su lado, muslo con muslo, estira la espalda con orgullo y sonríe feliz] y pronto nos casaremos". El resto de los intérpretes aplauden emocionados, algunos de ellos se levanta de la silla con un bote de alegría. Alegría compartida como si celebraran un gol en el último minuto de partido o como si aplaudieran que dos personas que aman han decidido poner en marcha un proyecto juntas.

Ximena y Octavio protagonizan la escena de amor entre Hamlet y Ofelia sobre el escenario unos días después de la rueda de prensa. En la ficción, los padres de ella la intentan convencer de que los sentimientos de él no son sinceros y le advierten y vigilan. Temen que le hagan daño. Padres que no creen que su hija tenga suficiente capacidad para discernir, para decidir. El Hamlet que le da miedo exponer sus sentimientos por miedo a ser rechazado como tantas otras veces. Ofelia que ama sin filtros ya quien entristece pensar que no será posible porque es demasiado complicado para alguien como ella.

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Es ficción, pero es su vida real. Y ellos son sus protagonistas. Y el abrazo que se dan, el beso y las caricias son reales. Los periodistas que tienen más información que el resto del público adivinan una verdad, en esa escena que nada tiene que ver con ningún método Stanislavski o técnica teatral depurada. Hamlet y Ofelia de aquella escena han vencido prejuicios, muros y todas las dificultades que el mundo les pone para vivir su historia de amor. A su modo. Una vez terminada la obra, todos acabamos bailando en el escenario convertido en una improvisada pista de baile.

Y no, no están locos como nos quieren hacer creer a los personajes. Sólo tienen un cromosoma de más y muchas más capacidades para vivir el amor y la vida de forma libre y sin notas al margen.