Homenots y Donasses

Ignacio Villalonga, el gran banquero valenciano del franquismo

El tío abuelo del expresidente de Telefónica Juan Villalonga estuvo tres décadas al frente del Banco Central

En la segunda mitad de los años ochenta y los noventa, en las grandes finanzas españolas se impuso una forma de hacer negocios bautizada en castellano como cultura del pelotazo. La filosofía detrás se puede resumir con pocas palabras: conseguir mucho dinero en poco tiempo y sin esfuerzo ni consideraciones éticas. Uno de los grandes exponentes de esta época es quien fue presidente de Telefónica entre 1996 y 2000, Juan Villalonga Navarro, que dejó para la posteridad una era de jets privados, stock options y operaciones nefastas, como la compra del buscador Lycos. La caída de este apóstol del pelotazo fue paralela al estallido de la burbuja de las puntcom, en la que Telefónica tenía mucho que ver a través de su filial Terra. Quien más quien menos sabe que el ascenso de Villalonga al poder estaba vinculado de forma directa al entonces presidente del gobierno español, José María Aznar, con quien había trabado amistad de pequeño como alumnos, ambos, del Colegio del Pilar de Madrid. Pero lo que no todo el mundo sabe es que el tío abuelo de este directivo había sido un banquero fundamental del franquismo, el valenciano Ignacio Villalonga Villalba.

Este gran prohombre valenciano nació en una familia acomodada perteneciente al mundo del comercio de productos agrícolas y también relacionada con el mundo de los ferrocarriles (su padre fue un directivo importante de la Compañía de Tranvías y Ferrocarriles de Valencia). Tras licenciarse en derecho en la exclusiva universidad de Deusto regresó a Valencia, donde abrió un despacho de abogados, al tiempo que gestionaba los negocios familiares. Pero no todo era trabajo, porque en breve también se implicó en política, apostando por el regionalismo valenciano, donde exploró las “posibilidades espirituales y económicas de la región valenciana”, como decía él mismo. Villalonga estaba muy influido por su etapa de estudiante en el País Vasco y posteriormente también por Francesc Cambó. Creó la Unión Valencianista Regional, que era un trasunto de la Liga Regionalista catalana. En 1924 fundó el Banco Internacional de Industria y Comercio con el apoyo de la familia Fierro y también de capital belga, en el que fue su primer paso en el sector bancario (poco después compró un paquete importante del Banco de Valencia).

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Cinco años más tarde fue nombrado presidente de la influyente Cámara de Comercio de Valencia y dos años después, presidente de la Junta de Obras del puerto de la ciudad. Durante la República, fue diputado representante a la derecha regional agraria, un movimiento vinculado a la CEDA, la confederación de las derechas. A lo largo de unas pocas semanas ostentó el cargo de presidente de la Generalitat intervenida a consecuencia de los hechos del 6 de octubre de 1934, aunque lo hizo bajo la denominación de delegado del gobierno de la República en Cataluña. Con la llegada de la Guerra Civil logró el cargo de presidente de la petrolera Cepsa, donde formaba parte del consejo de administración desde 1929. Esta posición resultó clave para los intereses del ejército franquista, que pudieron disponer de combustible durante el conflicto bélico.

Banquero clave del franquismo

Si en las décadas anteriores a la guerra Villalonga ya se había construido un currículo lleno de responsabilidades, a partir de entonces su proyección profesional crecería de forma aún más importante, porque en 1940 accedió al cargo de consejero delegado de uno de los principales bancos españoles, el Banco Central. En las tres décadas siguientes (desde 1944 como presidente) se dedicó con toda intensidad a esta entidad, que creció considerablemente durante su mandato. A lo largo de este período adquirió un buen contingente de bancos catalanes: Banco Hispano Colonial, Banco Comercial de Barcelona (que era una entidad surgida del Banco de Barcelona, ​​en bancarrota en 1920), Banca Marsans y Banca Arnús. Además, amplió el perímetro de los negocios a ámbitos no financieros, sobre todo con la adquisición de la constructora Dragados y Construcciones, con numerosas deudas con el banco. También la aseguradora catalana Banco Vitalicio formó parte del grupo industrial del banco. Otras grandes compañías donde Villalonga tuvo un peso destacado fueron Macosa, Española del Zinco o Banco de Fomento, entre otras muchas.

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Cuando murió en otoño de 1973, después de cuatro años de enfermedad, acumulaba un buen puñado de distinciones personales, como la Gran Cruz de Isabel la Católica, la Legión de Honor Francesa o la medalla de oro de la ciudad de Valencia .