Johan Cruyff: el nacimiento de una revolución

Cinco años después de su muerte, una biografía reescribe la vida del holandés que se enamoró de Catalunya a la vez que transformaba por siempre jamás el fútbol

“Puede hacerlo mejor”. Cuando tenía 12 años, Johan Cruyff fue expulsado del instituto después de repetir curso. Sacaba malas notas, más allá de un excelente en educación física y un notable en matemáticas. Los profesores creían que no se esforzaba mucho. Con 45 años, Nel Cruyff-Drraijer, su madre, no sabía qué hacer con un niño que había perdido a su padre pocos meses antes. Así que lo llevó a un psicólogo, que lo consideró demasiado infantil para su edad y le recomendó que de mayor intentara encontrar trabajo en el sector del comercio. No iba mal encaminado, puesto que Cruyff siempre fue bueno negociando. Ese Cruyff de 12 años ya era, de alguna manera, el hombre que se convertiría en uno de los deportistas más importantes de la historia. “Hoy en día todavía hablamos de Beckenbauer y Pelé, ¿pero hablamos de su filosofía? No, nunca. Solo lo hacemos con Cruyff, que creó una filosofía propia de juego”, explica al ARA Auke Kok, que publica el 17 de marzo con Geoplaneta Johan Cruyff. Siempre al ataque, con prólogo de Ramon Besa.

Kok se pasó tres años hablando con centenares de personas para poder escribir esta biografía “que Cruyff necesitaba”. “Durante mucho años mi editor me hablaba de hacer esta biografía, para saber quién era Cruyff realmente. Pero yo siempre tenía otros proyectos. Cuando murió, entendí que era el momento de hacerlo. En los Países Bajos cada figura importante tiene su biografía independiente”, añade Kok, un autor de éxito que acabó en los tribunales por este libro cuando la Fundación Cruyff lo denunció por haber escrito que el ex jugador cobró dinero de la fundación que lleva su nombre, hecho que la entidad niega. “Tenía tres fuentes buenas, pero ningún documento, así que fue un error incluir esta información”, admite Kok, que perdió el caso. Kok ha centrado su biografía especialmente en los años menos conocidos, cuando Cruyff era un niño y de joven, antes de llegar a Barcelona.

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Una infancia complicada

Detrás de todo mito siempre se esconde una persona. Este 24 de marzo se cumplirán cinco años de la muerte del holandés, pero el cruyffismo sigue más vive que nunca. Cuando Joan Laporta ganó las elecciones, hace pocos días, su equipo llevaba una mascarilla de color naranja con el dorsal 14, el que solía llevar Cruyff. “Somos desacomplejadamente cruyffistas”, dijo Laporta, gran amigo suyo. Cruyff es una estatua en el Camp Nou, un estadio en Amsterdam. Y una idea de juego, un estilo de vivir, una fundación y una marca de ropa. Es el hombre que ganó la Copa de Europa en el terreno de juego y en el banquillo, el futbolista que abrió ventanas en un Barça en blanco y negro. “Pero una cosa es el cruyffismo y otra muy diferente él. De él todavía no sabíamos muchas cosas. El libro explica quién era Johan, el joven que pierde a su padre con 12 años, que tiene a su madre trabajando en el vestuario del Ajax... Esto lo marca, le genera una sensación de debilidad, de no depender de él mismo. El libro explica el proceso que siguió para ser independiente, para no depender de nadie, para tener el dinero y el poder, para no sufrir. Si lo quieres entender tienes que imaginarte lo vulnerable que era entonces. De niño ya era muy técnico jugando. Y su padre le decía a todo el mundo que triunfaría en el Ajax. Pero la gente bromeaba, puesto que lo veían muy pequeño, muy delgado. Era un niño muy nervioso, un poco extraño. Nadie pensaba que triunfaría, pero su padre lo tenía claro”, defiende Kok, que no ha querido tomar partido en los debates alrededor de la figura de Cruyff y se ha declarado admirador desde la distancia.

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“Con Cruyff siempre ha existido el debate. Hay que ser cruyffista o anticruyffista. A él le hacía gracia, todo eso, y explicaba que cuando llegaba a un lugar la gente siempre estaba dividida entre los que estaban a su favor y los que estaban en contra. Así que a mí tocaba hacer una biografía clásica, independiente, sin ser ni cruyffista ni anticruyffista, a pesar de que él siempre me ha fascinado. Cuando empecé a mirar fútbol, con 10 años en 1966, él ya era un joven talento. Era como una estrella del pop, con el pelo largo. Ya era un fenómeno en Holanda, puesto que tenía una opinión muy fuerte y no se callaba. Era alguien con un punto de vista propio, que sorprendía y provocaba conflictos con los clubes, los directivos, la gente de la selección... Por eso mucha gente estaba irritada con él. Le decían que tenía que jugar y basta. Pero él no estaba dispuesto a callarse. Esto lo hace fascinante”, admite Kok, que considera que para entender al Cruyff adulto hay que entender a ese niño que se solía poner enfermo muchas veces y que vivió una infancia muy dura por la muerte de su padre. “Después, su madre tuvo que cerrar la verdulería familiar y acabó trabajando limpiando los vestuarios del Ajax. Debía de ser muy duro, sola con los niños”, explica Kok. Manus Cruyff había muerto de un infarto con 45 años, cuando el joven Johan tenía 12. Lo sacaron de la escuela, en pleno festival de fin de curso, cuando llegó la noticia del infarto de ese hombre valiente, que había ayudado a varias personas que se escondían de los nazis durante la guerra y que se enfrentaba con la autoridad cuando sabía que tenía la razón, como el día que un policía lo había querido multar cuando se dirigía a un funeral. El policía acabó en el suelo, y su hijo nunca lo olvidó.

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El fútbol se convertiría en un refugio para el joven Cruyff, que había entrado en las categorías inferiores del Ajax con 10 años. “No tenía el cuerpo ni la fuerza para el fútbol de esa época, no podía ni chutar un córner porque no podía hacer llegar la pelota al punto de penalti, le faltaba bastante. Así que tuvo que inventarse un nuevo deporte. Un nuevo juego. Y una vez empezó a inventar, ya no paró. Fue creando una nueva realidad. La clave es que le daba miedo la derrota, después de cómo había sufrido. Por eso siempre estaba analizándolo todo. Como un animal intentando saber dónde pueden estar los depredadores, así miraba a aquellos defensas duros que lo querían lesionar”, dice Kok, que en su libro explica cómo Cruyff hablaba con su padre cuando iba a los entrenamientos y a los partidos: lo habían enterrado en un cementerio justo junto al estadio del Ajax, De Meer. El Ajax fue la segunda casa de Cruyff. Ahí encontró figuras paternales, como entrenadores y trabajadores, que lo cuidaron. El club, de hecho, se encargó de ayudar a la familia encontrándole un trabajo a la madre, primero, y después a él, puesto que no llegaban a final de mes. Con 15 años, Cruyff entró a trabajar en la tienda de ropa deportiva de Leo van de Kar. Miembro de la comunidad judía de Amsterdam, Van de Kar había creado un pequeño imperio con los diamantes, y se había convertido en uno de los benefactores del Ajax. Van de Kar dejaba que el joven Jopie, como Cruyff era conocido, llevara las botas nuevas a los futbolistas del primer equipo del Ajax. Cuando lo hacía, los ojos del jovencito brillaban.

Una trampa legal

Esos años fueron claves para crear la personalidad de Johan Cruyff. De hecho, detrás de un mostrador aprendió a negociar. Y lo puso en práctica cuando un club del norte de Amsterdam, el De Volewijckers, se interesó por ficharlo ofreciéndole una motocicleta. Entonces los juveniles no podían tener un sueldo hasta que tenían 16 años, así que Cruyff supo utilizar la oportunidad para conseguir que la directiva de la Ajax falsificara su edad en la ficha federativa y le ofreciera su primer sueldo. Dirk Cruyff, su tío y tutor legal, no quiso saber nada de esa trampa. Y pidió dejar de ser su tutor. A partir de ese momento lo fue Barend Tak, el marido de una hermana de su madre. Como Van de Kar, Tak era judío. Y la comunidad judía de Amsterdam, después de ver cómo miles de los suyos no volvían de los campos de exterminio nazis, estaban dispuestos a luchar duramente para sobrevivir. Tak, pues, apoyó a un Cruyff que durante esos años corría por las calles del barrio próximo al estadio del Ajax diciendo: “¡Yo también soy judío!” Cruyff había encontrado un segundo trabajo en Litrico, una empresa textil de un directivo del Ajax, Harry Blitz. Ese trabajo fue una escuela donde aprendió a regatear y a firmar contratos. Y se aficionó a las salchichas de buey kosher típicas de la comunidad judía de Amsterdam.

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“Su madre siempre le decía que tenía que desconfiar de todo el mundo. Que si no tenían toda la información no le tomarían el pelo”, explica Kok. Cruyff nunca lo olvidó, y negoció un aumento de sueldo tanto en la tienda de Harry Blitz como en el Ajax. Y una de las primeras cosas que hizo fue exigir a su madre que dejara de trabajar limpiando los servicios y los vestuarios del estadio del Ajax. Hasta que murió, él la cuidó. “Este era Johan. Alguien capaz de negociar muy duramente, pero también capaz de darlo todo para ayudar -apunta Kok-. Cuando llegó al primer equipo del Ajax, en noviembre del 1964, los deportistas no se hacían ricos. Y se les pedía que fueran personas modestas. Él era diferente. Con 17 años ya les decía a los veteranos qué tenían que hacer”. En la biografía, el testimonio de decenas de compañeros de equipo sirve para recordar cómo era capaz de romper un contrato con las propias manos o forzar la dimisión de directivos. “Era un revolucionario, como un Che Guevara con ropa de marca”, medio bromea Kok.

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“Era un pionero. No tenía estudios, pero era el más listo. Todo el mundo le preguntaba cosas y él siempre tenía respuestas. Los años 60 fueron la época del nacimiento de los medios de comunicación modernos, con la televisión, revistas en color... Unos medios que preferían tener en portada a una estrella que a un colectivo. La prensa lo quería y él los supo cuidar”, razona Kok, que recuerda que “fue el primero en dar entrevistas en exclusiva, en generar un entorno de periodistas para presionar al club...” “Lo hizo tanto en el Ajax como en el Barça, para tener altavoces para hacer frente a los directivos”, afirma. “Él era así, el hijo de un verdulero listo que hacía frente a los directivos ricos. Era un rebelde, pero sin estar interesado en la política. Era un liberal con actitud de revolucionario de izquierdas. Siempre pensó en el dinero. Cruyff entendía bien el mercado, como había aprendido con su familia y de joven. Ahora bien, no estaba en contra del poder, como demostró cuando él era entrenador”, añade. El Cruyff jugador fue un rebelde. En cambio, el Cruyff entrenador fue un profesor que siempre sabía seleccionar el talento. “Todo el mundo te lo dirá. Sabía descubrir a los jugadores buenos antes que nadie. Mira con Guardiola, no le falló la vista”, explica Kok, satisfecho por “haber podido hablar con tantas personas, familiares, amigos y compañeros de trabajo, para poder hacer así un retrato de cómo era Cruyff”. “Si lo quieres entender hay que aceptar que era tres cosas a la vez -dice Kok-: un artista, un hombre de negocios y un amante de la buena vida. Tres elementos que no se oponían entre ellos. Siempre quería ayudar, pero también quería ganar dinero. Era compatible, en su mundo. Era una persona especialmente brillante encontrando soluciones, con pánico a la derrota”. Una manera de hacer que ha dejado impronta tanto en Amsterdam como en Barcelona.

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El libro de Kok llega ahora a Catalunya, y ofrece el punto de vista holandés de los días que Cruyff estuvo en Barcelona, con informaciones de interés como cuando recibió una oferta para ser el seleccionador holandés camino del Mundial del 1994, una oferta que rechazó para seguir en el Barça, donde vivió días que lo marcarían, como el ataque de corazón que provocó que dejara de fumar. “Esa experiencia lo marcó mucho”, explica Kok, que sobre el libro dice que tiene “curiosidad para saber si triunfará como en los Países Bajos, donde por suerte se ha vendido bien”. “Cruyff tenía un piso de lujo en Amsterdam, pero una casa preciosa en Catalunya. Él siempre decía que Barcelona era su gran amor y Amsterdam su familia. A veces la relación con la familia puede ser más complicada”, bromea Kok. La figura de Cruyff ha provocado muchos debates en los Países Bajos, especialmente por la decisión de no querer jugar el Mundial del 1978, cuando parte del debate se centró en la figura de su mujer, Danny, a quien quiso proteger después de un intento de secuestro y muchos años de presión. La fama siempre tiene un precio y Cruyff también lo pagó, especialmente cuando la suerte se giró en su contra a finales de los años 70, cuando los negocios en el sector inmobiliario no funcionaron. “Tenía tanta confianza en él mismo que siempre creía que sus negocios no fallarían”, dice Kok. No siempre fue así.

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Esta autoestima, sin embargo, le sirvió para ser uno de los mejores entrenadores del mundo sin tener el título. “Nunca estuvo dispuesto a hacer el curso de entrenador”, explica Kok. Cuando fichó por el Barça hubo que hacer malabarismos con los papeles para que pudiera hacerse cargo del club azulgrana, donde ya desde el inicio la relación con el club fue complicada. A Núñez no le gustó que la prensa holandesa se enterara de la reunión para cerrar su contrato como entrenador en un hotel del lago Léman, en Suiza.

Cruyff protagonizó una revolución personal y creó una filosofía de vida. “Se inventó incluso una manera de hablar: cada rueda de prensa en castellano era un reto para él, y se aprendía frases como el famoso «En un momento dado»”, explica Kok, que ha hablado con mucha gente que hizo camino con él en el Barça, un club que más que nunca vuelve a reivindicar su legado. “No hay duda de que no podemos entender el Barça sin Cruyff”, defiende Kok, que ha llegado a definir su estilo como entrenador como de “alegre dictador”. La revolución cruyffista empezó en las calles de Amsterdam, entre verduras y tiendas. Y llegó a Barcelona, donde sigue más viva que nunca, ya sea en el Montanyà, el Camp Nou o cada vez que habla Pep Guardiola. Una revolución en movimiento, como le gustaría a él.