Los jóvenes que han redescubierto los oficios: "Ni sabía que existía ese trabajo"
Hablamos con testigos que han elegido profesiones industriales y técnicas, con mayor demanda en el mercado de trabajo
BarcelonaNinguno de ellos había pensado que ésta sería su primera opción cuando, incluso antes de llegar a la mayoría de edad, les pidieron que eligieran "qué querían ser de mayores". Los siete testigos con los que ha contactado el ARA terminaron, tarde o temprano, estudiando oficios técnicos o industriales que –por la falta de trabajadores disponibles– van muy buscados por las empresas. Son profesiones con futuro y sectores que tanto los centros de Formación Profesional (FP) como los propios gremios intentan hacer más atractivos para los jóvenes que ahora mismo navegan entre la oferta de cursos en busca de un trabajo con buenas condiciones laborales y oportunidades a largo plazo.
Mar Zafón, soldadora
Cuando Mar Zafón estudió el primer curso de mecánica –después de haber dejado la ESO con 16 años– no se lanzó inmediatamente. “Me hacía gracia porque siempre he sido muy curiosa y me gustan los coches y las motos, pero pensaba echar antes por la jardinería. Luego reflexioné y prefería cambiar ruedas que plantar flores”, comenta. La FP la llevó hasta un oficio que nunca había oído mencionar, la matricería, a aquellos profesionales que se dedican a fabricar las matrices con las que después se producen piezas en serie. “Es un trabajo muy bonito, muy delicado”, explica Zafón. Con la mala suerte de que la empresa en la que se estrenó quedó afectada por un expediente temporal de regulación de empleo (ERTO) con el choque de la crisis de suministros a la automoción y se vio obligada a buscar otra salida. Siempre le había gustado la soldadura y le hablaron del certificado profesional que podía cursarse en el CIFO Sant Feliu de Llobregat, una formación de unos seis meses con una semana de prácticas. Aunque al sector hay bastante demanda, a Zafón le ha costado un año –en el que ha realizado otros trabajos temporales de operaria– hacerse sitio como soldadora. “Ahora no puedo estar más contenta. Hay oficios de toda la vida que no tenemos en cuenta y que son guapísimos”, dice. Además, destaca que las condiciones del convenio del metal de la provincia de Barcelona (con un sueldo base de unos 24.900 euros brutos anuales en la categoría más baja) se respetan, puede realizar horas extra remuneradas y cobra “suficientemente bien” en comparación con otros amigos de su edad.
Joel Arjona, instalador de energías renovables
Joel Arjona estaba a punto de inscribirse en un curso para herradores de caballos, que ya había hecho un amigo suyo, cuando su madre le propuso una alternativa. "Yo había estudiado electricidad tres años antes y no me había gustado demasiado la parte práctica", dice. También había probado suerte con un ciclo de deportes que dejó al estallar la pandemia. Nada le acababa de motivar. "Ella había encontrado una formación del Gremio de Instaladores del Baix Llobregat para hacer de instalador de energías renovables", relata este joven de 20 años. Después de completar el curso de FP Dual y realizar prácticas en una empresa, sigue trabajando en el sector un año y medio más tarde de poner en marcha este cambio laboral. “Cada día es diferente porque vamos de casa a casa haciendo instalaciones de placas solares o aires acondicionados. He tenido que aprenderlo todo desde cero. Yo pensaba que sabía utilizar un taladro y he visto que no”, bromea. Arjona entró en ese oficio sabiendo que era una profesión con mucha demanda de nuevos trabajadores y ahora lo confirma. Lamenta, sin embargo, que al instituto nunca le habían hablado de esta salida laboral y que sólo llegó por casualidad después de dar muchas vueltas. "Puede ser una buena opción para mucha gente porque fácilmente sales del curso con un puesto de trabajo asegurado", defiende. La mayoría de los empleados de este sector están adscritos al convenio del metal, pero muchas compañías acaban mejorando estos sueldos para atraer a trabajadores a una industria con déficit de plantilla.
Carolina Rodríguez, electricista
Hace año y medio que Carolina Rodríguez emigró desde Venezuela. Allí era ingeniera química, un título que desde su llegada a Catalunya y mientras tramita su permiso de residencia se ha convertido en papel mojado. "Me encontré que no podía convalidar mis estudios y tenía que encontrar trabajo donde estuviera, es decir, en la hostelería", dice. Estos trabajos los recuerda como matadores, con horarios partidos y turnos de fin de semana, así que finalmente decidió buscar una alternativa. "Eché por un oficio práctico que no necesitara mucha formación previa", explica. Se zambulló en la oferta de cursos subvencionados por el SOC y le llamó la atención el certificado de profesionalidad de montaje y mantenimiento de instalaciones eléctricas de baja tensión. “Pensé que éste es un trabajo que se necesita siempre y puedes trabajar tanto como autónomo como por cuenta ajena”, indica. Además le parecía un reto añadido que fuera un sector tan masculinizado. Es la única mujer en todo el curso. “Parece que las chicas no nos atrevemos tanto con este tipo de tareas y yo misma entré con miedo porque no sabía qué esperar de la parte práctica. Sabía que con la teoría saldría adelante porque ya tengo conocimientos de física y matemáticas, pero me preocupaba el montaje”, reconoce. Con el tiempo, se ha acostumbrado a los cables y es optimista de cara a las posibilidades de encontrar trabajo cuando acabe estos estudios: "También me veo programando el arranque de motores industriales, hay muchas oportunidades".
Marc Perales , diseñador industrial
A Marc Perales le apasionan los viajes y siempre que podía se dedicaba a organizar rutas para amigos y conocidos. Por eso estudió un grado superior que le permitiera trabajar en una agencia de viajes, pero cuando llegó a sus primeros trabajos no se encontró con la oportunidad “adecuada”. Después de ser recepcionista y trabajar en la hostelería tanto en Barcelona como en Bruselas, descubrió por casualidad un curso del SOC de diseño industrial. "Era una puerta que tenía medio abierta, como un plan B donde redirigirme en caso de que no pudiera continuar con el turismo". Un año después de empezar un curso de FP para entrar en este nuevo sector, cree que tomó la “decisión correcta”. "He descubierto un mundo nuevo lleno de posibilidades e imaginación, donde se puede crear cualquier tipo de pieza o superficie", comenta Perales. Por ahora, ha realizado prácticas en una empresa de Martorell haciendo el diseño de una máquina en 3D y ya se encuentra en búsqueda activa de trabajo como delineante. “Cuando entré no sabía del todo dónde me estaba metiendo, pero había oído que era un negocio rentable y dónde había demanda. Ahora he visto que hay más de la que esperaba”, comenta.
David Visiga, soldador
David Visiga, que ahora tiene 24 años, entró en el mercado laboral a través del sector de la distribución, haciendo de repositorio y cajero en una cadena de supermercados catalana. "Después seguí de repartidor con una furgoneta y como cualquier persona que apenas empieza a trabajar la experiencia fue buena, pero vi que en cuanto a los sueldos no era el mejor sector", admite. Pero fue trabajando para otra empresa familiar de la construcción en la que descubrió por casualidad una nueva salida profesional. “Me pidieron que les ayudara a montar unas estructuras de hierro y me gustó todo lo de soldar y arreglar cosas con mis propias manos”, explica David. Después de aquella experiencia decidió “lanzarse a la piscina” y apuntarse a un curso de soldadura, ya que su padrastro también se dedica y se lo había recomendado. "A la hora de encontrar trabajo imagino que será como en todas partes, hay que moverse y llegar a la empresa ya las condiciones laborales adecuadas", dice. De momento ha comenzado con el curso de soldador básico de mantenimiento en el centro de FP CIFO Sant Feliu de Llobregat y hará lo siguiente de soldadura oxigás y MIG/MAG para seguir aprendiendo nuevas técnicas.
Abril Nogué, operadora de maquinaria
Abril Nogué es la única mujer en el taller donde trabaja haciendo el mantenimiento de los moldes de la maquinaria y se dedica a retocar las piezas. "Me tratan muy bien", dice. Tiene 18 años y hace nueve meses que se adentró en la industria, después de dejar la carrera de veterinaria. El trabajo lo combina con un curso en la Fundación Eduard Soler, subvencionado por el Consorcio de Formación Continua, donde está aprendiendo a utilizar el turno y el control numérico, el sistema que se utiliza para controlar los movimientos de una máquina. “Me veo quedándome en este trabajo durante muchos años. Hay mucha demanda y no hay mucha gente que esté tirando por ahí. En los 15 años de historia de la empresa en la que estoy ahora nunca habían tenido un aprendiz”, remarca. De hecho, ella misma no sabía que existía ese oficio y sus amigos todavía se sorprenden cuando les explica en qué consiste. “Me sorprendió porque pensaba que era un trabajo más físico y ahora está más mecanizado. Yo tenía la imagen de hombres haciendo muchas cosas a mano, por eso en un principio no estaba tan segura de entrar, pero he visto que existen más sistemas que te ayudan a evitar ciertos esfuerzos”, argumenta. A los jóvenes que también duden sobre las opciones de futuro en la industria, Zafón les recomienda que lo prueben y descubran si les gusta: “Somos muy jóvenes y no pierdes nada. Si no, siempre estarás a tiempo de cambiar”.
David Maqueda, programador web
En la última década, David Maqueda se la ha pasado viajando por toda Europa y América del Sur con una compañía de danza, títeres y mimo. Estudió interpretación en el Institut del Teatre y desde entonces se había dedicado a hacer de director y técnico de iluminación y sonido de diferentes espectáculos. "Han sido diez años muy buenos, pero llegó un momento en que decidí detenerme", recuerda. Esta pausa le sirvió para profundizar en la idea de sumar la pasión por el teatro con una aplicación más tecnológica y la siguiente consecuencia fue apuntarse a un curso de FP de introducción a la programación. “Yo, de ese campo no tenía ni idea, pero fue un descubrimiento que me gustó. Mentalmente, me fue muy bien porque era un cambio total de forma de pensar: de algo tan subjetivo como el teatro a otro que funciona o no funciona como el desarrollo web”, argumenta Maqueda. Tras casi siete meses de formación, unas prácticas y un verano buscando trabajo, en octubre empezó a trabajar como programador para una empresa francesa. “He tenido mucha suerte porque normalmente no va tan rápido cuando no tienes mucha experiencia”, matiza. Sin embargo, en los últimos meses ha dejado de trabajar en fines de semana como cuando estaba en el teatro y también ha descubierto que en el sector tecnológico es habitual que las empresas compiten por mejorar condiciones laborales y evitar que la plantilla se marche.