La llegada de las hormigas a la Atlántida (al fin)
BarcelonaLa llegada del verano se plasmaba con la lectura de los cómics de Namor, príncipe submarino, y con la observación de las hormigas. Bajo los carteles que anunciaban al lado de la autopista visitas al parque Río León Safari (poco más o menos, el Nairobi de Tarragona), la única fauna al alcance de los niños que rondábamos por los solares eran las hormigas y sus largas caravanas, que anunciaban la inminencia de las caravanas de coches cargados de servilletas y de familias por toda la carretera de la costa. Entonces, esta carretera se llamaba la Nacional II, y el dibujante Perich publicó un libro muy divertido con el mismo título. Después sacó otro que se llamaba Autopista.
El mundo todavía progresaba hacia el colapso del planeta. El Atlantis de Namor no fue nunca la Atlàntida de los antiguos relatos. En primer lugar, porque no se llamaban igual, y esta diferencia añadía un misterio nuevo y más oculto a todo el sigilo que rodeaba la leyenda del continente hundido, del que hablaron el filósofo Platón al Timeo, y más en el Critias, y después el ufólogo Charles Berlitz en El misterio de la Atlántida. En aquellos días, yo creía que me encontraba más cerca de Berlitz que de Platón. Este espejismo ocasionó la presencia en los quioscos de los libros del autor norteamericano, el más famoso de los cuales también hacía mucho verano, puesto que se llamaba El triángulo de las Bermudas.
Un verano es un mar de tiempo, el mismo mar que vuelve año tras año. El julio es un mes de días rubios como la arena de la playa; y el agosto es el océano inasumible que la sigue, un tiempo o un lugar donde parece no haber civilización ni ninguna otra cosa que tenga que ver con nosotros. Por ejemplo, el reino de Namor. La mitología también habla de un reino hecho de hormigas transformadas en seres humanos: los mirmidones. Esta historia sale en Las metamorfosis de Ovidio, y así mismo había elogiado antes Homero la valentía de los guerreros mirmidones y de su jefe Aquiles, en LaIlíada. El maestro nos explicó que había hormigas obreras y hormigas soldado. No sé si debían de ser las mismas. Pero el submundo en el que vivían era una Atlántida de tierra, otro continente escondido. Los días se convertían en hormigas y pasaban en fila. Hoy la Atlántida es una playa cerrada por riesgo de contaminación.