La luz del cooperativismo

Lleva la fotografía en el ADN. Le viene de herencia, de su padre. La ha vivido en casa desde pequeño y nunca se planteó ser otra cosa. El oficio de fotógrafo siempre le ha gustado, pero necesitó huir. Por eso estudia en la Escuela de Arte y Diseño de Tarragona; allí encuentra libertad, también creativa. El fotógrafo Carles Fargas publica con la historiadora Carme Puyol el libro Bodegas. Patrimonio y cooperativismo 1894-1923. Símbolos del paisaje, editado por la Cámara de la Propiedad Urbana de Reus. Recoge los más emblemáticos del Baix Camp, la Conca de Barberà, el Priorat y la Terra Alta. Confiesa que con el encargo le asaltó una duda: “Me pregunto qué puedo aportar, porque la arquitectura del cooperativismo está ya muy retratada. La respuesta es hallar la mejor foto de cada foto”. Es pragmático y, sin embargo, quisquilloso. “Es muy importante la preparación previa. En los retratos hay fotogenia, pero ¿cómo embelleces el patrimonio? Puedes jugar esencialmente con la luz. Hay una búsqueda sofisticada de ángulos y de momentos por disparar. Y muchos visionados para evitar competir con el alud de fotografías que te preceden”.

Su vínculo con el vino no es nuevo. Tiene negativos de imágenes tomadas hace más de 40 años en la cartuja de Escaladei, cuna de los vinos modernos del Priorat. Pero la piel admirada del Modernismo, la arquitectura de la bodega, es otra especialidad. “Nunca había puesto los pies en ninguna catedral del vino. He tenido la suerte de visitar las bodegas con Carme Puyol y su vasto conocimiento histórico me ha facilitado mi trabajo”, explica. El libro recoge imponentes fachadas y, especialmente, infinidad de “detalles bonitos y curiosos”, matiza Fargas. Como la escalera volante de acceso a la azotea de la bodega y molino de aceite del Sindicato Agrícola del Pinell de Brai. El resultado son medio millar de fotografías para once bodegas, de las que la historiadora ha tenido que hacer una cuidadosa elección para complementar sus textos. Un trabajo de medio año buscando la belleza de la arquitectura modernista llena de funcionalidades para el mundo del vino, con luz de invierno y primavera. “Me lo he pasado muy bien, pero en cada nuevo escenario, devuelve el miedo al cuerpo”, dice. Cuarenta años de oficio no ahorran la inquietud. Cada espacio y cada especialidad requieren unas habilidades, pero él las tiene todas porque le pone el ojo, sabio e inspirador. Ha fotografiado el mundo de Reus y mucho más. La imagen del primer disco de Els Pets también es suya. Habla con nostalgia de la pausa y la incertidumbre del revelado analógico y recuerda cómo la técnica del retoque significó el trabajo de su padre. Ahora le prepara una retrospectiva que se expondrá en Riudoms.