Un mundo sin hombres: ¿utopía o pesadilla?
Las novelas de Jacqueline Harpman, Violeta Richart y Lauren Beukes abordan la extinción masculina
Coinciden en las librerías tres novelas en las que los hombres han desaparecido del mundo o se encuentran en vías de extinción. Las tres, escritas desde países y sensibilidades diferentes, señalan las virtudes y las carencias de una realidad solo poblada por mujeres. Son Yo que nunca supe de los hombres, de Jacqueline Harpman (Periscopi); Y, de Violeta Richart (Amsterdam), y Afterland (Penguin), de Lauren Beukes. ¿Hasta qué punto esta tendencia es una novedad o, en realidad, es la variación de una primera oleada de novelas sobre el tema?
En Y, debut de Violeta Richart (Abarán, 1972), que ganó el último premio Roc Boronat, el lector se encuentra con una voz en primera persona que lo adentra en una sociedad futura pero de lengua arcaizante, salpicada de rituales como el de la celebración de la primera regla, donde el legado del pasado –en el que los hombres hacían “cosas malas”– no se puede ni verbalitzar. “El mundo que presenta Richart es utópico o distópico. Depende de cómo se mire”, dice el editor de Amsterdam Llibres, Joan Carles Girbés, porque la autora “se ha mantenido al margen de la promoción de la novela". “La parte utópica no viene de la desaparición de los hombres, sino porque nos encontramos con una nueva sociedad matriarcal –continúa–. Por primera vez, en esa realidad las mujeres pueden decidirlo todo, tienen el poder de gestionar la sociedad”. Girbés recuerda la sorpresa que experimentó leyendo el libro: “Es un hallazgo muy potente. Aire nuevo, diferente y desacomplejado. Abre una vía inexplorada en la literatura catalana”.
Así como, hasta hace poco, “las mujeres han estado en un segundo plano”, el mundo que plantea Richart invierte este aspecto. “El componente masculino es el que debilita y el que se tiene que ocultar”, explica el editor. De hecho, una de las preguntas que se hace el libro en relación con el periplo de la protagonista es cómo esa nueva sociedad “acepta o no la diferencia”. “Ella no es exactamente igual que las otras –recuerda Girbés–. Y es una novela breve que, aun así, lanza muchas preguntas al lector. ¿Podemos llegar a ser todos iguales? ¿Es conveniente la uniformidad? ¿Cómo gestionamos la sociedad?” Sin hacer ningún spoiler, el editor avanza que “el ser humano tiende a reglamentar y prohibir”, y este será uno de los puntos contra los cuales se tendrá que enfrentar la protagonista.
Una segunda vida de éxito
Yo que nunca supe de los hombres es una novela con 25 años de historia. La autora, la psicoanalista belga Jacqueline Harpman, murió en 2012, a los 82 años, después de publicar una veintena de títulos. “Desde que se volvió a publicar en inglés en 2018, el libro ha tenido una segunda vida –dice Aniol Rafel, editor de Periscopi–. Se ha empezado a traducir en otros países y ha habido librerías como Waterstones que la destacan como un clásico desconocido que no te puedes perder”.
Rafel explica que cuando se empieza la novela, “no se sabe muy bien qué está pasando, pero la voz narradora te atrapa, te transporta casi a un tratado filosófico”. El editor ve “una reinterpretación del mito de la caverna”, y también “un paralelismo con la autora, que era de origen judío y vio cómo varios miembros de su familia eran encerrados en Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial”. De este cóctel casi imposible sale la protagonista, una joven que vive, junto con treinta y nueve mujeres más, encerrada en un sótano. “Todo lo que ella sabe del mundo anterior se lo explican sus compañeras”, dice Rafel: ese mundo de sombras platoniano se desmenuza el día que los guardias que las vigilan desaparecen y ellas pueden salir al exterior.
“Los pocos hombres que quedan juegan un papel curioso en la novela –continúa Aniol Rafel–. La única interacción de los guardias con ellas es castigarlas y vigilarlas”. En este punto resuenan ecos de la toxicidad patriarcal. “El despertar del deseo y la sexualidad de la protagonista lo hará a través de cómo imagina a uno de los guardias –dice–. Es un punto que nos habla de la sumisión y de cómo se establecen las relaciones de poder”.
En el prólogo de la edición de Periscopi, la escritora británica Sophie Mackintosh afirma que Harpman “muestra con astucia la calma natural de un mundo sin hombres”, a la vez que insinúa que la manera de vivir de las protagonistas es su “perdición”, porque “dejan de buscar”. “El libro tematiza la idea de libertad y del libre albedrío, también –recuerda el editor–. Cuando salen del confinamiento, las 40 mujeres tienen que aprender a relacionarse entre ellas y a convivir. Crean una sociedad alternativa autogestionada, pero una de las preguntas que te haces es si esa nueva realidad que construyen es libre o solo es una prisión más grande que la que ya conocen”. Si la publicación de Harpman funciona en catalán, Periscopi querría recuperar alguna otra novela. Orlanda (1996) vuelve a proponer una mirada al binomio masculino-femenino a partir de un personaje andrógino que homenajea el Orlando (1928) de Virginia Woolf, novela de aventuras con uno/a protagonista que a lo largo de la historia va cambiando de sexo.
Un futuro que mira hacia el pasado
También Lauren Beukes (Johannesburgo, 1976) ha dedicado su última novela a la extinción de los hombres. En Afterland, una pandemia ha acabado con gran parte de la población masculina. En un mundo dominado por las mujeres, los pocos ejemplares de hombre que quedan son usados como conejitos de indias por el gobierno. “En un mundo en el que las estructuras de poder, la desigualdad y los problemas sociales siguen existiendo –explica la autora–, las mujeres podrían ser igual de egoístas, violentas y corruptas que los hombres”. En Afterland hay “heroínas”, pero también “mujeres malvadas”. El personaje principal es un niño de doce años al que su madre ha liberado del laboratorio donde lo tenían encerrado. “Durante la fuga, el niño es perseguido por un gobierno que quiere controlar su libertad reproductiva y también por bandas de traficantes de órganos”, explica.
Las novelas de Beukes, Harpman y Richart miran hacia el futuro, pero beben de una primera oleada de ciencia-ficción feminista, de la cual forman parte novelas como Houston, Houston, do you read? (1976), de James Tiptree Jr. (pseudónimo de Alice Sheldon), y La mano izquierda de la oscuridad, de Ursula K. Le Guin. “Detrás de cada novela de Le Guin hay una pregunta, y aquí fue: «¿Qué pasaría si en una sociedad no hubiera hombres y mujeres?»”, se pregunta Blanca Busquets, traductora de toda la obra de la norteamericana para Raig Verd. La mano izquierda de la oscuridad, publicada en inglés en 1969, presenta un planeta en el que todas sus criaturas son andróginas. “El protagonista es un hombre que viene de la Tierra, y el lector accederá a sus pensamientos y prejuicios sobre el mundo que está descubriendo” –explica Busquets–. A través de la androginia, Le Guin nos explica que todos estos elementos que la sociedad nos impone y que tenemos programados no tienen sentido. Lo que importa son las personas, no sus genitales”.