Familia

Cuando los nietos tienen unos abuelos preferidos

A los niños no se los puede forzar a relacionarse con nadie, ni con los abuelos ni con ningún familiar o amigo de la familia

BarcelonaMarc y Joan (nombres ficticios) tienen seis y tres años. No tienen ningún problema en pasar ratos con cualquiera de las dos parejas de abuelos que tienen, pero si los dejan elegir lo tienen claro. Van con muchas más ganas con los padres de su madre, Carla (también nombre ficticio para preservar su anonimato). Ha sido así desde siempre, y coincide con una relación poco estrecha del hijo con sus padres y más bien distante de Carla con sus suegros. Antes de tener hijos tenían una relación más cordial, pero los comentarios y las injerencias de su suegra al nacer su hijo mayor hicieron que se distanciara un poco. Carla cree que los niños “notan” esta distancia y por eso prefieren a los abuelos maternos. “Y eso que los otros abuelos les dejan hacer de todo”, añade. Pero Carla cree que incluso esto les juega en contra: “Ven que no hay autoridad, quizás”. La diferencia no ha provocado discusiones de pareja, porque incluso el padre prefiere estar con los suegros. Por eso, dice ella, no ha intervenido nunca y prefiere dejar pasar una situación que identifica con lo que él también vivió de pequeño.

Mariona y Laura (también nombres ficticios) ya son mayores, tienen catorce y dieciséis años, pero les ha pasado una cosa parecida. También tienen preferencia por los abuelos maternos a pesar de que no viven en el mismo pueblo, como sí pasa con la abuela paterna, que la tienen a tres minutos de casa. Su madre, Raquel (ficticio), lo justifica por el hecho de que la abuela paterna todavía trabajaba cuando ellas nacieron, pero ve que, a diferencia de los otros, no ha querido “ejercer” y no se ha “preocupado” de crear ningún vínculo. Reconoce que no tiene ninguna obligación de hacerlo, pero cree que las niñas han visto que no eran una prioridad para ella y han acabado distanciándose un poco, sobre todo ahora que hacen la suya. No tienen mala relación, pero así como con los abuelos maternos se llaman o se mandan mensajes –ahora que ya tienen móvil y correo electrónico–, con la abuela paterna, viuda desde antes de que nacieran, no lo hacen. De hecho, explica Raquel, no les ha sugerido nunca ninguna actividad para hacer juntas ni les ha propuesto nada fuera de los días que van a su casa a comer.

Cargando
No hay anuncios

Ella no tiene mala relación con la suegra, pero al ver que la abuela no ha acabado de trabajarse la relación, no ha incidido para cambiarlo. Tampoco lo ha hecho el padre, que ha visto que su madre no ponía excesivo interés por las niñas, ni de más pequeñas, y, por lo tanto, se ha ido distanciando, a pesar de que la relación sea buena.

Aceptarlo y entenderlo

Estos son dos ejemplos de familias en las que los hijos tienen unos abuelos preferidos, una situación que a veces puede provocar tensiones entre progenitores por cómo encararlo o incluso destapar algunos conflictos. Pero, como en todas las relaciones personales, dentro de la familia es normal que también haya más o menos afinidades y más o menos avenencias entre los familiares. Cuando estas diferencias se dan entre los abuelos, la situación puede ser tensa entre los progenitores.

Cargando
No hay anuncios

“Aceptarlo y entenderlo” es uno de los primeros consejos que la psicoterapeuta y directora de EDAI, Leticia Asenjo, da a los padres y madres que se encuentran con que sus hijos tienen preferencia por unos abuelos más que por otros. Señala que hay muchos factores que pueden influir, como por ejemplo el carácter de los cuatro o el vínculo que los padres tienen con los abuelos. Asenjo explica que, si la relación entre uno de los padres y sus progenitores no es buena, puede influir en el vínculo con los niños, a pesar de que no tienen por qué “heredarla”. Es posible “diferenciarla” y promover la de los nietos si se cree que pueden ser una “buena influencia”. Por eso, apuesta por tratar el fenómeno con total normalidad.

¿Y cuando hay un nieto preferido?

Asenjo observa también que del mismo modo que los niños pueden preferir a un abuelo antes que a otro, los abuelos también pueden tener “nietos preferidos” de una manera evidente que pueda ser percibida por los otros primos. Esto, alerta la psicoterapeuta, también puede influir en las ganas de ver a estos abuelos e interferir en la relación, porque los pequeños pueden sentirse “nietos de segunda”. Asenjo recuerda que las relaciones entre personas, aunque sean familia, no son siempre fáciles, y que hay que abordar estos pequeños conflictos con “conversaciones con honestidad y franqueza” con los padres.

Cargando
No hay anuncios

También es importante, dice Asenjo, entender que las relaciones cambian y que no es lo mismo pensar en nietos pequeños que cuando los niños se hacen mayores, entre ocho y diez años, o en la adolescencia, porque pasarán épocas con menos ganas de ver a los abuelos. Para la psicoterapeuta, es importante enseñarles a cuidar la relación, manteniendo cierta regularidad en visitas, por ejemplo. Y en este ámbito, dice Asenjo, los padres tienen una función pedagógica relevante para hacer entender a los abuelos que los adolescentes están en otra etapa. También en el supuesto de que los abuelos sean muy mayores o estén enfermos, se tiene que procurar promover una actitud de respeto y comprensión hacia los abuelos por parte de los nietos, tengan la edad que tengan.

El riesgo de obligar

Para Asenjo, se tiene que tener muy claro que a los niños no se los puede forzar a relacionarse con nadie, ni con los abuelos ni con ningún familiar o amigo de la familia. Recuerda que hacer esto es un riesgo de futuro: “anulamos su personalidad y su criterio y los hacemos más vulnerables a conductas de complacer a los otros”. Por eso, recuerda que no es necesario nunca obligarlos a dar ni besos ni abrazos porque se están “comprando tickets” para caer en relaciones de abuso o maltrato. En este sentido, si los padres detectan una negativa a relacionarse con alguno de los abuelos (u otros familiares), se tienen que poner en alerta y entender qué está pasando. Concebir que los niños son vulnerables y se tienen que proteger es clave, concluye Asenjo.