Neurociencia

¿Por qué no dormir bien afecta a la memoria

Lo que perdemos por falta de sueño ya no se recupera

Es posible que todo estudiante, en un momento u otro, haya oído, por boca de sus padres, el consejo a dormir bien en época de exámenes para recordarlo todo mejor. En este caso, la sabiduría popular está totalmente alineada con la realidad biológica, descubierta sobre todo durante este siglo: dormir ayuda a fijar los recuerdos del día anterior en las zonas del cerebro encargadas de mantener la memoria a largo plazo, aunque los motivos no están del todo claros. Un estudio publicado recientemente en Nature ha aportado nuevas pistas al misterio después de estudiar el fenómeno inverso: cómo la falta de sueño impide la formación de recuerdos.

No sabemos exactamente por qué dormimos, pero prácticamente todos los animales necesitamos hacerlo. Por un lado, se cree que es importante para reparar los tejidos que se han ido dañando durante el día, particularmente el cerebro. Además, se sabe que dormir aumenta las funciones del sistema inmunitario y ciertas hormonas importantes se secretan durante el sueño. No es de extrañar que se haya visto que dormir es básico para la supervivencia: la falta de sueño afecta a la función de prácticamente todos los órganos, y en el laboratorio se ha comprobado que si se impide que las moscas duerman, acaban muriendo.

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Los humanos no podemos estar demasiado tiempo sin dormir. El récord Guinness, del 2007, son once días despierto (266 horas, para ser más exactos), si desestimamos la leyenda urbana de Thai Ngoc, un vietnamita que dice que estuvo 33 años sin dormir. Pero esto es (muy) poco probable. En algunos casos extremos, quizás como el de Ngoc, los patrones de sueño toman formas curiosas. Por ejemplo, quienes sufren el síndrome de Morvan, un trastorno genético, en teoría pueden pasarse meses sin dormir, pero sufren alucinaciones y sus cerebros se desconectan momentáneamente varias veces a lo largo del día, como si hicieran microsonidos. Algo similar se ha visto en los pingüinos carablancos que pasan un total de once horas al día durmiendo, pero con pequeñas tiradas de unos cuatro segundos seguidos como máximo. En el otro extremo estaría los renos, capaces de dormir incluso mientras comen: cuando están rumiando, es habitual que sus cerebros adopten patrones de actividad típicos del sueño.

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Implicado en la formación de recuerdos

¿Y qué relación tiene el hecho de dormir con nuestra memoria? Los científicos llevan años intentando descubrir porqué el sueño ayuda a formar recuerdos, algo que hace tiempo que se sabe. Parece que, entre otras cosas, podría reorganizar las conexiones entre las neuronas para permitir un aprendizaje de mayor calidad. El grupo dirigido por el doctor Kamran Diba, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, se propuso investigar más a fondo el fenómeno fijándose en el hipocampo, una estructura del cerebro que se sabe que participa en los procesos de la memoria.

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Con este fin, estudiaron unas ratas que buscaban la salida de un laberinto y, una vez lo habían encontrado, o bien dormían como siempre o se les hacía pasar la noche en blanco. En estas últimas, el recuerdo de cómo salir del laberinto no se formaba bien. Mirando a los patrones de actividad de sus cerebros, se dieron cuenta de que existían diferencias importantes entre los dos grupos en cuanto a la sincronización de las neuronas. Normalmente, la señal eléctrica viaja por el cerebro en forma de olas: primero se activa un grupo de neuronas, después lo hace otro, después un tercero, y así siempre siguiendo un ritmo concreto. Cuando recordamos algo, se crean olas de éstas en el hipocampo, lo que significa que está accediendo al área de la memoria que contiene la información adecuada.

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Favorece la creación de recuerdos también durante el día

Al dormir, además, unas olas nocturnas hacen que se guarden mejor los recuerdos del día. En los ratones a los que se impedía descansar, estas olas estaban presentes durante el sueño y no disminuían demasiado, pero estaban distorsionadas: eran menos potentes y estaban desorganizadas. Parece que la memoria a largo plazo estaría ligada a la potencia de la sincronización entre las neuronas que se produce durante la noche, que después se relacionaría con las propiedades de las olas que se ven durante la víspera. Cuando el ritmo no es el correcto, como con la carencia de sueño, los recuerdos no se forman.

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Curiosamente, cuando a las ratas que no habían podido dormir se les dejaba recuperar el sueño, el patrón de las olas no volvía nunca a la normalidad. Esto indica que, si no se permite que el cerebro procese adecuadamente la información en su momento, después ya es demasiado tarde para recuperarla. Por tanto, lo que hace falta es mantener patrones regulares de sueño si queremos maximizar la capacidad de recordar.

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Saber cómo se solidifican los recuerdos es importante no sólo para mejorar técnicas de aprendizaje y memorización, sino también por el paso contrario, para borrar lo que no queremos recordar, como todo lo relacionado con un trauma. Conocer los mecanismos implicados en el proceso puede que también pueda permitir tratar trastornos como la amnesia. Por el momento, todavía nos queda mucho por entender cómo dormir afecta a la memoria. Habrá que seguir investigando.