El padre catalán de la implantación de aranceles
Josep Ferrer Vidal era empresario textil y la primera generación de su saga que ocupó la presidencia de Foment del Treball
El 26 de enero de 1895, dos años después de su muerte, la patronal Foment del Treball rindió un homenaje a Josep Ferrer Vidal en el marco de lo que entonces se llamaba solemne velada necrológica. Como parte del acto se imprimió un panegírico en el que glosaban la figura del difunto sin ahorrar elogios.
En el texto, se le dibujaba como un haz de virtudes, con frases acristaladas como “bajo el fulgor vivísimo de sus extraordinarias cualidades, aprecia bien cuánto valía y cuánto perdió España, y más particularmente Cataluña, al descender en el sepulcro a este atleta del trabajo, apóstol incansable de la producción y defensor constante de las buenas doctrinas”. O también “Ferrer y Vidal, como tantos otros que destacan por talento y merecimientos, tiene historia propia, modesta, pero brillante; esculpida por sus obras que, fruto de su genio, constituyen el pedestal de su gloria”.
He aquí un burgués decimonónico prototípico: no nace rico, pero sí bien situado, y con esfuerzo y talento consigue prosperar en la sociedad catalana de la época y acaparar cargos y dinero. Se preocupó de estudiar y aprender idiomas, y pronto ayudó a sus padres en el negocio familiar. Desde estos inicios, en el comercio de vinos y licores de los padres en Vilanova i la Geltrú, hasta ser el palo de pajar de las élites catalanas, está la crónica de un país entero. El primer paso fue su trabajo en la fábrica textil del indiano de Vilanova Sebastià Gumà, donde prosperó hasta acabar teniendo su propia factoría.
Proteccionista convencido, luchó con todas sus fuerzas para implantar aranceles que privilegiaran la producción nacional, hasta ser considerado persona clave en el combate a muerte contra los librecambistas. La llamada Fábrica de Mar, José Ferrer y Cía llegó a ocupar, a mediados del siglo XIX, los puestos líderes de la industria textil catalana, tanto por capacidad productiva técnica como por número de trabajadores.
Aparte de sus negocios personales, la lista de cargos que llegó a ocupar es extensa: presidente de Foment del Treball (esta misma entidad que le rendía homenaje después de su muerte), director y vicepresidente de la Caja de Ahorros de Barcelona -la de los marqueses-, consejero del Banco Hispano Colonial, de la Compañía General Tabacos de Filipinas, del Crédito Mercantil, de la aseguradora La Previsión, de los Ferrocarriles del Norte de España y de un puñado más compañías, además de vocal de la Exposición Universal de Barcelona de 1888. Pero también tuvo un pie en la política, porque fue diputado en Madrid, senador y vocal de la Junta de Agricultura, Industria y Comercio.
En el ámbito social también tenía un pie, como prueba de que fuera presidente del prestigioso Ateneu Barcelonès. En sus conferencias encontramos un amplio rango de temas, desde el arte de tejer hasta reflexiones sobre la crisis económica europea de finales del siglo XIX, producto de su gran cultura y preparación.
Con el matrimonio con la hindú Concepción Soler Serra empezó una estirpe medular en el país, que todavía hoy nos marca los lugares de poder. Su hijo Lluís Ferrer-Vidal Soler (a partir de esta generación los apellidos irán unidos para siempre) fue socio fundador de la cementera Asland, junto con el conde de Güell; también presidió Fomento y formó parte del núcleo que nació la Caja de Pensiones.
Otro hijo, Josep, tuvo una intensa actividad política en el Congreso y en el Senado, mientras que Joan Ferrer-Vidal fue el primer conde de Ferrer-Vidal y se emparentó con la familia Güell. El hasta hace poco (2018) presidente de Foment del Treball, Joaquím Gay de Montellà y Ferrer-Vidal, proviene también de esta familia. La semilla plantada hace casi doscientos años sigue produciendo.