Pep Puig: "En las guerras no hay causas, hay intereses al servicio de unos pocos"
El escritor publica 'Si una tarde de julio un abejorro', una novela breve con un joven lleno de imaginación y un forastero misterioso
UllastrellQuien más quien menos, todo el mundo ha paseado por una casa llena de fotografías familiares que observan a los visitantes desde las baldas del comedor. El escritor Pep Puig (Terrassa, 1969) creció bajo la mirada de la tía Núria, que murió cuando era una adolescente y le interrogaba a menudo a través del retrato de casa de la madrina. "En esa imagen se la ve seria, triste, y yo me preguntaba: «¿Dónde guarda la pena de esa muerte, mi madrina?»", explica Puig. Años después, el escritor de novelas como La vida sin Sara Amat (Proa, 2015) y El mar boca abajo (L'Otra, 2021) se ha apropiado de aquella fotografía y la ha fusionado con otras dos: el retrato de su hermano, que murió con 26 años, y el del tío de una amiga que murió en la guerra cuando tenía 17 años. "Los tres comparten la juventud y la injusticia", subraya el escritor.
De esta unión ha surgido Si una tarde de julio un abejorro (La Otra), una novela breve que habla del fin de la niñez, de la capacidad de soñar y de la deserción en poco más de un centenar de páginas. Puig imagina a un adolescente que pasa el verano en casa la madrina, zapatero, cuando un forastero entra en la tienda. A los ojos del protagonista, el hombre podría ser el abuelo que murió en la guerra y que nunca llegó a conocer pero que siempre ha tenido muy presente por el retrato del hombre en el comedor. Tanto el forastero como el abuelo desaparecido se llaman Valentí, y es a partir de ahí que el joven deja volar la imaginación. "El juego era fundamental para el relato. El niño tiene tanta fe y tantas ganas que sea su abuelo, que quizá lo sea", dice Puig.
Un falso relato detectivesco
La historia del joven y el forastero transcurre en el Serrall, un pueblo imaginario que se inspira en Ullastrell, donde el escritor pasaba los veranos de pequeño. "Mi padre nos dejaba en casa la madrina y volvía a Terrassa. Entonces empezaba el territorio mítico de los niños con los amigos, la piscina y el fútbol", explica Puig desde la entrada de la casa de la madrina, que ahora está en venta. "Jugábamos a cocido y esconder, y cruzar los corredores por la noche con farolas que iluminaban poco era toda una aventura. Ahora es imposible que un niño pueda hacerlo", reflexiona el autor. Ullastrell ha sido también el escenario de inspiración de otras historias de Puig, como la de Sara Amat, con la que ganó el premio Sant Jordi y después se hizo una película. "El pueblo tenía una sola calle con dos aceras: en una jugábamos los niños, y la otra era la que miraba a Montserrat y donde estaban todas las tiendas. Hacerse mayor implicaba pasar de una acera a otra" , añade.
El paso de la infancia a la edad adulta, los amores platónicos y la nostalgia son temas recurrentes en las historias de Puig, y aquí también se asoman. A través de un falso relato detectivesco, el escritor les explora e incorpora también una profunda mirada antibelicista muy ajustada a los tiempos actuales, con Ucrania e Israel en plenas guerras. "Aquel que hay en el otro bando de la guerra es alguien igual que tú, con los mismos miedos y esperanzas. En las guerras no hay causas, hay intereses al servicio de unos pocos. Urge desertar", destaca. Puig. Este sentimiento de desertor, "al que llegar no es fácil", le ha llevado a escribir también una novela juvenil y otra para adultos –que está en proceso de creación– sobre la misma cuestión. "Hice la mili y vi morir a compañeros. Hoy en día con la globalización muchas cosas ya no las creemos –concluye Puig–. Es evidente que detrás de las guerras solo están las trampas, las falsedades y la hipocresía de los políticos".