'EPIC FAILS'

La Puda de Montserrat: Dos siglos de fracasos y desdicha

Marc Amat

Cada día cerca de 27.000 conductores hacen girar el volante para trazar la curva que hay en el kilómetro 7,5 de la carretera C-55, que une el Baix Llobregat Nord con el Solsonès, pasando por el Bages. En ese punto concreto, el asfalto se eleva sobre un largo viaducto y recorre el desfiladero del Cairat, un paso natural excavado por el río Llobregat donde confluyen los términos municipales de Olesa de Montserrat, Collbató y Esparreguera. Allí, en la orilla izquierda del río Llobregat, un edificio abandonado de colosales proporciones reclama todas las miradas. Tiene una fachada que se desgarra, decenas de ventanas con contraventanas medio desclavadas y un jardín improvisado de plantas en el tejado. Es el antiguo Balneario de La Puda de Montserrat.

En el siglo XVIII, un pequeño terremoto hizo que, en ese punto concreto, empezaran a brotar aguas sulfurosas. Los médicos dijeron que tenía propiedades medicinales y Salvador Garriga, un sastre de Esparreguera, decidió invertir en la construcción de dos edificios de baños. Corría el año 1829. La jugada no le salió bien: antes de terminar las obras se quedó sin dinero y en 1831 se suicidó. Fue su hermano quien cogió su relevo. Tres años después, el balneario ya funcionaba a pleno rendimiento. Pero la suerte también le duró poco. En 1842, unas grandes riadas se lo llevaron todo y tuvo que doblar velas.

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Sin embargo, la fama de las aguas sulfurosas de La Puda ya se había extendido por todas partes y había llamado la atención del empresario barcelonés Antoni Pujades, que decidió invertir en él empezando a construir un enorme edificio nuevo, que debía convertirse en uno de los mayores balnearios de toda Europa.

La aventura tampoco fue a ninguna parte y tan sólo edificó su ala izquierda. La dificultad de acceder al balneario por culpa de las facciones carlistas que controlaban sus caminos y controversias entre los socios hicieron que se acabara liquidando la sociedad, que perdía 1.000 reales diarios.

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En 1858 el negocio cambió de manos y -entonces sí- bajo la batuta de varios empresarios consiguieron despegar La Puda. Después de numerosas ampliaciones, a finales del siglo XIX y durante gran parte del XX se convirtió en un lugar de moda entre la burguesía barcelonesa. Allí pasaron literatos como Jacint Verdaguer y Narcís Oller, varios ministros e incluso los reyes de España.

“Pero todo se acabó en 1958, cuando La Puda cerró sus puertas para siempre”, explica al ARA Gemma Estrada, autora del libro La Puda: un balneario a los pies de Montserrat. De motivos apunta varios. "Era la época en que se había puesto de moda el turismo de sol y playa, y los balnearios de interior se habían ido vaciando", dice. "Además, los ciudadanos ya apostaban más por las pastillas que por los baños de aguas medicinales y las instalaciones eran caras de mantener", concluye.

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En 2002 La Puda cayó en manos de una empresaria rusa que, desde entonces, ha intentado sin éxito, una y otra vez, atraer a grupos de inversores para reactivar el negocio. “Se necesitan 20 millones de euros”, confesaba hace dos años al diario Región7. Hoy todavía no los ha conseguido y La Puda sigue degradándose.

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La lección

«Es complicado que el negocio pueda reflotarse -apunta el economista Sílvia Holgado-. Desde la construcción de la C-55 el entorno ha perdido todo su encanto», dice. Pero si se recuperara, la experta tiene claro que «debería vincularse con la marca Montserrat y con la práctica del 'mindfulness'», que está haciendo fortuna dentro del 'wellness'.