El pueblo de Puigdemont pierde la paciencia
Los ataques espanyolistas y el incumplimiento de la ley de amnistía, motivos de la rabieta
Barcelona"Puta España". Éste es el lema de la pancarta, escrito en los 27 idiomas oficiales de la UE, que se puede ver en un edificio de la plaza de la Villa de Amer, el pueblo natal de Carles Puigdemont. Ésta ha sido la respuesta del grupo Seguim 1714 y de los CDR al enésimo ataque que ha sufrido el mural de “No surrender” con la fotografía del expresidente, que llevaba colgado desde 2019, por parte de grupúsculos espanyolistas venidos de fuera del pueblo. “Nos lo estropearon diez veces; la última, con alquitrán, y ya no fue posible arreglarlo y decidimos hacer algo más bestia”, explica Jordi Araus, portavoz de Seguim 1714, que lleva una estelada tatuada en el brazo. Ahora, para evitar nuevos ataques, sus promotores han tomado medidas. Si la anterior pancarta subía y bajaba haciendo girar una manivela, ésta va con motor y la recogen cada noche, que es cuando estos grupos aprovechan para atacar a escondidas cualquier símbolo independentista.
En una de las salidas de este pequeño pueblo de la Selva de dos mil habitantes hay otro mural que también es atacado constantemente. Y en la otra salida han reubicado una estelada de hierro forjado que coronaba una de las colinas del municipio y que fue aserrada justo al día siguiente de ponerla. Amer, con decenas de esteladas y pintadas en la calle, se ha convertido en uno de los blancos preferidos del españolismo, con desembarco incluido de la plana mayor de Ciutadans, con Inés Arrimadas a la cabeza, en el 2019 para arrancar lazos amarillos. "No queremos entrar en una guerra, pero estamos hartos de recibir ataques cuando lo pagamos todo de nuestros bolsillos, por lo que acordamos poner ese lema por rabia", argumenta Araus.
"Si esto cabrea a España es bueno para nosotros", sostiene Mingo Berrio, quien recuerda que el último ataque a la pancarta fue poco después de que muriera la madre de Puigdemont y los ánimos estaban encendidos. Este dirigente del Consejo por la República, que lleva un pin de Puigdemont en la chaqueta, explica que el controvertido mensaje del mural sirve para evidenciar que el conflicto político es latente: "Parece que todo ha terminado, que con la agenda del reencuentro los corderos vuelven a estar en el cerrado, pero seguimos luchando por la independencia". "Si fuera por Girona ya seríamos independientes", añade Araus, que sentencia que la pancarta quiere reflejar que "seguimos aquí" al tiempo que sirve para "hacer hervir la olla".
El incumplimiento de la ley de amnistía, que evita el regreso del expresidente, también cuece a Amer. "El país lo relativiza, como si el presidente estuviera de vacaciones, pero sentimos pena e indignación porque demuestra que España no respeta ni sus propias leyes", denuncia Berrio, quien recuerda que Puigdemont no pudo asistir al funeral de sus padres ni del su tío, que fue alcalde de Amer y su mentor político. "Sufrimos por él y por su familia porque es nuestro vecino y nuestro amigo, y las amenazas de muerte son constantes", dice el activista, que revela que las llamadas intimidatorias a la pastelería de la familia de Puigdemont se mantienen " los días importantes".
Recelos entre independentistas por la pancarta
A pesar de ser uno de los grandes feudos independentistas, con un 84% de apoyo independentista en las últimas elecciones al Parlament, no todo el mundo ve bien la pancarta. Hay vecinos que dejan claro que son independentistas y no comparten el mensaje. "No es necesario, hay que respetar a todo el mundo", afirma Judit. Es de la misma opinión Lluís: "La encuentro algo ofensiva porque generaliza y va contra el conjunto de España, cuando debería dirigirse al gobierno oa la justicia española". "No entiendo cómo el Ayuntamiento le ha dejado poner", se pregunta Eduard. "No hace falta insultar al país, hay que quitarlo", dice Jordi, de Vic residente en Amer y que es de los pocos votantes socialistas del municipio.
La alcaldesa juntera, Rosa Maria Vila, que gobierna con mayoría absoluta desde el 2019, explica que desde el consistorio no pueden hacer nada. "Se trata de un edificio privado y no es nuestra competencia". Vila minimiza la polémica: "Solo hemos recibido una instancia para que se retire cuando este trámite es muy fácil de hacer porque puede hacerse por internet". En cualquier caso, la alcaldesa defiende que la pancarta forma parte de "la libertad de expresión" y que denota "el cansancio por el sometimiento del Estado". Como suele ocurrir, hay gente a la que la polémica no le quita el sueño: "Me da igual", dice Sebastià, que asegura que hace muchos años que sólo ve la televisión alemana. "No quiero que me calienten la cabeza", espeta el hombre mientras intenta acallar a su perro, que no deja de ladrar.