Si quieres parecer pija, vístete de pescadora
Este año se celebran los 130 años de un clásico, la chaqueta Barbour caqui con la pátina encerada característica (y el olor asociado). Una pieza íntimamente vinculada al ecosistema pijo, debido a que es el uniforme de la casa real británica en Balmoral, lo que le ha hecho tendencia entre entornos adinerados y monárquicos. De hecho, es la única chaqueta que hizo posible ver a la difunta reina de Inglaterra sin sus abrigos cursis de colores. Pero los orígenes de la Barbour estaban en las antípodas de estas derivas cortesanas.
El escocés John Barbour fundó la empresa en 1894 en Newcastle, cuando la gran actividad del puerto de South Shield requirió para sus trabajadores una indumentaria que les mantuviera al abrigo de la humedad y el frío. A raíz de aquí, inventaron los tejidos Oilskin, impermeables para el tratamiento con aceites y ceras. Una técnica que se remonta al siglo XV, cuando los marineros untaban las velas de lino y posteriormente de algodón con aceite de linaza, para hacerlas más resistentes a la intemperie. Y fue esa solución, que en los barcos ingleses se mantuvo hasta 1930, el punto de partida de las chaquetas Barbour, las cuales acabaron sustituyendo al óleo por la parafina.
Tal y como también ocurrió con la Trench de Burberry, Barbour tuvo una importante presencia en los contextos de guerra, de donde surgió el modelo Úrsula, para el servicio de submarinos de la 2ª Guerra Mundial, o el Cowan Commando, para la Guerra de las Malvinas. Posteriormente, ganó presencia en el motociclismo gracias al modelo Barbour Internacional, la vestimenta preferida para el trial y omnipresente en el Internacional Six Days Trial (ISDT, actual Enduro) hasta finales de la década de los 70. El actor y piloto Steve McQueen, acompañado de todo el equipo estadounidense, pasaron expresamente por Londres para comprarse la vestimenta Barbour de camino a competir en la ISDT de 1964. Como rasgo característico, la Internacional cuenta con un bolsillo inclinado, para sacar con facilidad los mapas sin dejar de conducir.
El giro pijo de Barbour llegó con el catálogo de 1980, en el que, en vez de marineros o pilotos, se veía a una pareja de clase alta. Un golpe de timón totalmente en sintonía con el auge de los Sloane Ranger, una tendencia de gente adinerada inglesa que ostentaba posición social a través de un lujo desenvuelto de toques rurales. Un estilo que, con piezas como las Barbour o las botas Hunter para el campo y las faldas plisadas, las perlas y las camisas con cuello Peter Pan para ciudad, tuvo como principal avalista a una joven Diana de Gales. De hecho, el nombre Sloane Ranger une los dos polos de la tendencia: la vertiente urbana por la exclusiva plaza londinense Sloane Square, con el rural, Ranger, por las escapadas campestres con Land Rover.
De esta época son modelos tan icónicos como el Bedale, más corto para facilitar montar a caballo, y el Beaufort, inspirado en las chaquetas de caza francesas. El segundo modelo, quizás el más popular, aparte del cuello de pana, presenta unas mangas raglán para una mayor movilidad de los brazos al disparar. Además, cuenta con dos bolsillos delanteros para calentar las manos y uno grande e impermeable detrás, para guardar hasta un faisano entero y poder limpiar después con facilidad la sangre.
Barbour se ha convertido, a través del tiempo, en un símbolo de la cultura británica. Tanto es así que el expresidente Rishi Sunak le regaló una personalizada a Joe Biden en un encuentro oficial. Series como Downton Abbey y The Crown han vuelto a poner de moda el aire distinguido campestre inglés, que se suma al auge de series de entornos adinerados, como es el caso de Sucesión, donde podemos ver cómo Barbour da el salto transoceánico y triunfa también entre los ricos americanos. Unos hechos que no auguran que Barbour tenga intención de volver, al menos a corto plazo, a sus orígenes humildes.