Un respiro para los bolsillos y una oportunidad
El abaratamiento de los carburantes y, en menor grado, el de los productos alimenticios y el del recibo de la luz, son los factores que más han contribuido a la caída de los precios en septiembre: se han situado en el nivel más bajo de los últimos tres años. Los precios de bienes y servicios de consumo han disminuido un notable 0,6% respecto a agosto, lo que sitúa el coste de la vida un 1,5% por encima de septiembre del año pasado y medio punto porcentual por debajo del 2%, objetivo máximo marcado por el Banco Central Europeo (BCE). Estamos frente a una buena noticia, en especial para las familias.
¿Por qué? Porque la tendencia a la baja de la inflación y una incipiente mejora de los salarios, junto con la creación de empleo, están comportando un inicio de recuperación del poder adquisitivo. Es importante que las buenas cifras de la macroeconomía lleguen también a los bolsillos de los ciudadanos. Sin embargo, hay un punto negro nada despreciable que enturbia este proceso de recuperación del bienestar o, visto de una manera menos optimista, de salida de la precariedad para mucha gente: se trata de la vivienda, un ámbito al que no se ha trasladado ninguna rebaja. Al contrario. Ha continuado el encarecimiento de los alquileres y precios de compra, a pesar de la mejora de las hipotecas gracias a la rebaja de los tipos de interés marcada por el Banco Central Europeo. Sin actuaciones público-privadas claras será difícil que aumente la oferta y que, por tanto, se bajen los precios de la vivienda. En cuanto a los salarios, su subida real a medio y largo plazo sólo vendrá marcada por la eclosión de más profesionales preparados, tanto al nivel de técnicos formados en la formación profesional (FP) –un terreno en el que queda mucho por hacer - como en titulados universitarios de excelencia. Para conseguir este salto cualitativo de la fuerza de trabajo resulta imprescindible una inaplazable mejora del sistema educativo en todos sus niveles.
Más allá del índice de precios de consumo (IPC), otro indicador macroeconómico clave también se ha comportado bien: el producto interior bruto (PIB). En el segundo trimestre, a nivel estatal, ha subido un 08%. La economía del Estado crece a una velocidad bastante mayor que la mayoría de grandes economías de la Unión Europea. Alemania lleva flirteando desde hace meses con la recesión, mientras que Francia e Italia crecen a un ritmo bastante más lento que el de aquí. Y todavía otro buen indicador: también en el conjunto del Estado, la productividad por puesto de trabajo equivalente a tiempo completo ha aumentado un 1% respecto a un año atrás, mientras que la productividad por hora efectivamente trabajada ha crecido un 0,7 %. Sin embargo, en productividad hay mucho margen de mejora.
El comportamiento de la economía catalana y la española es ahora mismo positivo. El punto de equilibrio, nunca fácil, entre el macro y el micro, resulta también satisfactorio. La moderación de precios supone un respiro general. Pero no hay margen para relajación alguna. De lo que se trata es de aprovechar esta coyuntura para abordar las mejoras estructurales pendientes desde la concertación entre los agentes económicos, políticos y sociales para mantener precios moderados, mejorar salarios y apostar por la educación (muy en concreto por la FP dual) y por la R-D+i (investigación, desarrollo e innovación).