Entre rieras
Subo con el coche a mirarme un barranco de la riera de Les Comes. Luego la sigo a pie arriba hasta la cresta, en la cruz de Barraquer. La riera recoge el agua de esta pequeña cuenca como un embudo, la vegetación espesa la tapa ya menudo cuesta llegar, pero se la oye cantar desde el camino.
Mi casa está puesta en una calle entre esta riera y la de Sant Amanç. En el mapa de Protección Civil de Cataluña, mi barrio, con toda la parte antigua de la ciudad, sale en rojo, que significa una frecuencia de inundación de una vez cada diez años. Sin embargo, los camiones y las excavadoras llevan meses trabajando para cubrir una de estas rieras. Un tramo que comparten las dos rieras al juntarse ya fue canalizado y recubierto de hormigón el pasado año. Esto permite abrir nuevas calles, que significa acceso a terrenos ocupados en parte por naves que quizás acabarán siendo pisos. No soy un experto y no quiero frivolizar, pero, en caso de inundación, el agua que no trague el curso natural de la riera -tan natural y agradable, por cierto, que todavía pastaban corderos-, en caso de inundación , digo, esta agua no se evaporará por arte de magia. Pero las obras siguen, y se me escapa como la ACA lo permite.
El Ayuntamiento ha tenido tres días las banderas a medio palo en señal de luto por Valencia. Algunos familiares míos recogen donaciones por los afectados. La conmoción es enorme. Todos nos hemos hecho nuestra la tragedia. Pero la conciencia de mis conciudadanos con respecto al mapa de Protección Civil es nula. Por el contrario, aplauden la cubrición de rieras como han aplaudido en los últimos años la cubrición de plazas de sablón y han celebrado el vertido de hormigón en nombre del progreso y el negocio.
Pondré un ejemplo no tan menor como parece. Pocos años antes del Gloria, la ciudad decidió cubrir de hormigón un espigón para hacer una pasarela. Algunos vecinos pidieron que pusieran tablones de madera, que permiten igualmente el paso y no harían una barrera de cemento. Venían las elecciones y no hubo modo. Llegó el Gloria, rompió el hormigón y deshizo la escollera. ¿Qué hicimos? Restaurarlo con más hormigón.
Tanta inteligencia artificial, tanta videovigilancia y tanta burocracia no han tenido un fin altruista: son instrumentos de privatización. En el caso valenciano es estremecedor que los responsables del drama no han tenido ni el más mínimo acto de compunción. Nadie se hará responsable de nada. Nadie tendrá que reprocharse no haber avisado a la población en riesgo, ni el retraso en la ayuda, ni los permisos de construcción no de hace cien o doscientos años sino veinte o treinta.