Sam Altman, el supermalvado de la IA
El consejero delegado de OpenAI encadena polémicas al frente de uno de los grandes gigantes de la innovación
La entradilla que sugiere ChatGPT para arrancar este texto sobre su creador es similar a un perfil de Wikipedia: “Sam Altman es una de las figuras más influyentes del mundo de la tecnología y el emprendimiento. Nacido el 22 de abril de 1985 en St. Louis, Missouri, Altman ha dejado una marca indeleble a través de su trabajo como empresario, inversor y líder de pensamiento”.
El resumen de la vida y las proezas del consejero delegado de OpenAI sigue otros cuatro párrafos para acabar con la siguiente frase: “Con una carrera marcada por la innovación y el compromiso con el desarrollo ético de la tecnología, Sam Altman continúa siendo una figura central en la configuración del futuro tecnológico”. Seguramente la máquina (o mejor dicho, la inteligencia) habla del "compromiso ético" porque es la versión gratuita y no tiene acceso a las últimas noticias sobre la demanda que ha interpuesto la actriz Scarlett Johansson contra Altman por haber utilizado su voz sin su permiso, o bien la que lideró el creador de la saga Canción de hielo y fuego, George RR Martin, por “hurto sistemático”. Tampoco debe estar suficientemente actualizada para referenciar las cláusulas abusivas que su empresa hace firmar a los trabajadores cuando quieren renunciar al trabajo para que después no puedan decir nada sobre lo que ocurre en las oficinas.
Altman, que en varias entrevistas se refirió a su creación como "inteligencia alienígena", nunca escondió la ambición de crear una inteligencia artificial que supere a la humana. Aún no se han cumplido dos años desde que en noviembre de 2022 ChatGPT vio la luz y ya se ha convertido en la aplicación que ha crecido más rápidamente en consumidores desde que se creó internet, según un estudio publicado por el UBS. Las consecuencias más inmediatas de su existencia son un dolor de cabeza para profesores e investigadores, además de haber hecho más real la posibilidad de que determinados puestos de trabajo desaparezcan.
Ni el propio Altman sabe qué consecuencias puede llegar a desencadenar la tecnología que está desarrollando su empresa, tal y como exponía en una entrevista reciente en The Atlantic, algo que incluso parecía divertirle. A sus 39 años se ha convertido en el referente del desarrollo de la IA, y muy probablemente sus decisiones tendrán más capacidad de definir el futuro que cualquier presidente de Estados Unidos. No en vano, actualmente OpenAI está valorada en unos 80.000 millones de dólares.
Alimentado por este deseo de hacer realidad los mundos lejanos que muchas películas han retratado, el último lanzamiento de OpenAI fue el de Sky, una especie de Siri mejorada gracias a la inteligencia artificial que utiliza ChatGPT. Dejando a un lado que se vuelve a feminizar a un asistente virtual, el problema de la voz de Sky es que, sorprendentemente, es muy similar a la de Scarlett Johansson. La actriz no sospecharía que Altman le ha robado la voz si no fuera porque antes de lanzar Sky él mismo le pidió permiso a Johansson para ello. Pero ella se negó. Casualmente, la forma de hablar de Sky suena al igual que el asistente virtual de la película Her, a quien Johansson puso voz.
Si esto no era suficiente, Altman tuiteó "Her" El mismo día que Sky se mostró al público. Ese día el emprendedor hizo que el filme de Spike Jonze dejara atrás la ficción y él mismo se convirtió en la bruja de Disney que le robó la voz a la Sirenita. Johansson, que sí tiene piernas, no ha obtenido nada más allá de un comunicado de la empresa negando que utilizaran su voz. Por "motivos de privacidad", OpenAI dice que no puede revelar la identidad de la persona que puso voz a Sky. Otro 'self-made man'
Dentro de Silicon Valley Altman tiene fama de ser una persona que acaba haciendo lo que quiere y que tiende a dejar de lado sus responsabilidades por seguir sus propios objetivos. Encarnando el arquetipo de self-made man, Altman dejó a medias la carrera de informática que hacía en Stanford para fundar Loopt, una red social basada en la ubicación, en el 2005. En el 2011 dio el salto a la incubadora de start-ups Y Combinatior, donde Paul Graham, cofundador de la compañía, le apadrinó: en el 2014 entregó la riendas de la compañía a Altman, que entonces sólo tenía 26 años. Sólo un año después de asumir el liderazgo de Y Combinator, Altman se embarcó en la misión que parece haberse convertido en su propósito vital: la creación de una inteligencia artificial bajo las siglas de OpenAI. Altman no estuvo solo en esa empresa: fundó la compañía con Elon Musk, Greg Brockman, Illy Sutskever, John Schulman y Wojciech Zaremba.
La obsesión de Altman por la nueva criatura era tal que cinco años después Graham tuvo que tomar un vuelo del Reino Unido preocupado porque su protegido estaba anteponiendo sus propios intereses a los de la organización. El encuentro no acabó muy bien y Graham despidió a Altman. Aún así, días más tarde uno de los fundadores de Y Combinator salió a desmentir esta versión. Según explicaba uno de los miembros de la ejecutiva de Y Combinator en Forbes, la compañía no echó a Altman, sino que le ofrecieron elegir entre seguir a la incubadora o centrarse en OpenAI.
En noviembre del 2023, en pleno auge del ChatGPT, Altman fue despedido de OpenAI por motivos parecidos: el consejo directivo le acusaba de no haber sido sincero con la compañía y decían que, en consecuencia, habían perdido la confianza en él. "No ha sido siempre sincero en sus comunicaciones con el consejo, obstaculizando su capacidad para ejercer sus responsabilidades. El consejo ya no confía en su capacidad para seguir dirigiendo a OpenAI", decía la compañía para justificar el despido.
Pero tras despedir a Altman, el consejo directivo se encontró con que casi todos los 770 empleados de la empresa amenazaban con renunciar si su exjefe no era restituido. "Más del 90% de los trabajadores de OpenAI están diciendo que estarían dispuestos a mudarse a Microsoft porque sienten que Sam ha sido maltratado por una junta de directores rebelde", explicaba al Washington Post Robin Conway, un inversor de capital riesgo que se hizo amigo de Altman poco después de que fundas Loopt.
La rebelión de sus ex trabajadores da fe de las dotes de liderazgo que tiene Altman, así como de su talento como negociador. Ahora bien, no todo fueron emojis de corazones cuando le echaron. Geoffrey Irving, un investigador de aprendizaje automático que trabajó para él durante dos años, dijo lo siguiente en Twitter: "1. Siempre fue amable conmigo. 2. Me mintió en varias ocasiones. 3. Fue engañoso , manipulador y peor con otros, incluyendo amigos míos cercanos".
Otra persona que también ha trabajado para él explicaba bajo condición de anonimato al Washington Post que Altman seguía un patrón de manipulación constante, pero sutil, que le servía para dividir a las personas en el trabajo.
Sin que acabara de quedar claro cómo se resolvió el conflicto con la junta directiva, Altman fue readmitido como CEO de OpenAI en marzo de este año. La decisión se tomó a raíz de una investigación independiente sobre los motivos de su despido, que llegó a la conclusión de que sí hubo una pérdida de confianza, pero que no era motivo suficiente para despedirle.
Los trabajadores que tanta lealtad le profesaron cuando fue despedido ahora se han encontrado con que la empresa les hace firmar unas cláusulas abusivas si quieren irse. En paralelo a la denuncia de Scarlett Johansson, el medio norteamericano Vox ha revelado que cuando un trabajador se marcha de OpenAI debe firmar un acuerdo que le prohíbe criticar a su antiguo jefe (es decir, Altman), durante el resto de su vida. Si un ex trabajador se niega a firmar este documento, o incumple el acuerdo, puede perder todas las acciones que adquirió mientras estaba en la empresa. Cabe recordar que ahora mismo OpenAI está valorado en 80.000 millones de dólares, lo que significaría perder mucho dinero.
Altman, que parece estar haciendo luz de gasa sus trabajadores, ya se ha disculpado oficialmente y ha asegurado que "no sabía que esto estuviera ocurriendo". Ahora bien, los documentos que se entregan a los trabajadores a los que ha tenido acceso Vox llevan la firma de Altman y Jason Kwon, el director de estrategia de OpenAI. Quizás el ChatGPT también ha firmado un acuerdo similar al que se encuentran los ex trabajadores de OpenAI, por lo que cuando se le pregunta por Altman sólo sabe destacar sus virtudes "éticas".