Buscando la simplicidad y la serenidad, el interiorista Agustí Costa ha querido dar protagonismo a la iluminación de este piso rehabilitado en Berga, más que a los objetos que producen la luz. Así, en vez de lámparas que se lleven las miradas, Costa ha realizado propuestas de luz indirecta, matizada, confortable. Desde el mismo mueble que sirve de armario entre la entrada y el salón comedor y que se convierte en una caja de luz que va del suelo al techo, hasta los espacios circulares que quieren parecer claraboyas, pasando por los cristales de colores que dejan entrever la luz de los baños, son soluciones que se unen a la más natural de todas, que fue abrir las que eran ventanas convencionales y convertirlas en grandes vidrieras correderas.
La transformación serena de un piso heredado
Els Hereus. Agustí Costa, estudi de diseny. Berga
Lo dice el interiorista Agustí Costa respecto a la transformación que ha hecho en un piso de un edificio antiguo en Berga: “Queremos un interiorismo con sentido, donde el espacio transmita serenidad por sus propios valores. La serenidad ofrece bienestar”. Por eso la prioriza y la hace máxima responsable de éste encontrarse bien en el hogar, responsable incluso del confort. En un ejercicio de diseño de interiores que asume desde la concepción de los espacios a la de cada una de las piezas del mobiliario, así como la de la iluminación y elección de los materiales, en esta reforma se ha buscado un equilibrio de todo, un equilibrio sereno entre aquellos elementos que son necesarios; apenas los necesarios, no mucho más.
Así, un piso que, como muchos de los antiguos, se había ido dividiendo en habitaciones pequeñas, dejando la mayoría de los dormitorios sin ventana al exterior, un piso carente de luz natural y de ventilación, se ha transformado en un gran espacio que reúne, con sutiles separaciones, todos los usos colectivos, también llamados diurnos, de la vivienda. La sala, el comedor, la cocina y también el estudio son una unidad con la distribución adecuada para que exista una comunión entre las distintas zonas pero también cierta independencia de los usos.
El responsable de la funcionalidad de este espacio es, en buena parte, un mueble separador de madera y estor de maderas que, por sí mismo, también ejerce numerosas funciones. Marca una distancia, en realidad casi inexistente, entre la puerta de entrada y el salón comedor y cocina. Favorece la circulación hacia la parte más privada de la casa, la de los tres dormitorios, ahora todos bien ventilados y con mirada al exterior, y ambos baños. Sirve, este mueble de tres metros de largo que va del suelo al techo, para dejar la ropa cuando entras, de almacén y de despensa para la cocina, y también de suave difusor de la luz indirecta que es agradable de poner cuando el resto de la casa está a oscuras.
En una atmósfera relajante a la que también contribuye el elemento, igualmente separador, que se ha diseñado en paralelo al mueble recién descrito. Un panel, hecho con aquellos estores enrollables de maderas de color natural, se sitúa en la espalda del sofá, lo protege y, además, separa la tertulia o el visionado de la televisión de una zona dedicada a la lectura y al estudio; eso sí, sin querer evitar la permeabilidad de dos espacios que, sin embargo, se entienden como uno solo.
La madera de tierra, que ha sustituido a unos pavimentos de baldosas hidráulicas que estaban en un estado que las hacía prácticamente irrecuperables; la madera en tonalidad natural de las principales piezas del mobiliario diseñado por Agustí Costa; la librería y la cocina completamente blancas para que desaparezcan y den protagonismo a lo que sucede, y unos cristales de colores vivos como objetos también de luz, son lo que se necesita para la nueva vida de un piso heredado.