¿Por qué triunfa una bolsa de lujo con dibujos infantiles?

La casa de lujo Louis Vuitton nos ha sorprendido con el relanzamiento de la histórica bolsa de 2003 hecha en colaboración con el artista japonés Takashi Murakami. Una colaboración que, además de reposicionar la marca en primera línea y lanzar a Murakami al estrellado internacional, cambió para siempre el aspecto, la vivencia y el aura que había tenido el lujo hasta entonces.

En 1997 fue un año muy movidito, el llamado "Big Bang de la moda", entre otras cosas por unas colecciones revulsivas que pusieron fin al minimalismo estético que había secuestrado a los noventa. Marc Jacobs, uno de los protagonistas del momento al frente de Louis Vuitton, tuvo la difícil misión de reavivar y modernizar una marca en estado de coma. Entre las acciones urgentes, era necesario repensar la lona monogramo demasiado sobreexpuesta y falsificada, hasta devaluarse su categoría de estatus. Así fue como Jacobs apostó por aliarse con el mundo del arte, iniciando una estrategia, la de las colaboraciones, que ahora mismo define la moda actual. En 2001 dejó la lona monogramo en manos de Stephen Sprouse, que la reinterpretó con aires grafiteros, y en 2003 entró en juego Takashi Murakami.

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Bautizado como el "Andy Warhol japonés", Murakami propone con su arte una reflexión crítica sobre la neurosis consumista, a través de recursos como la repetición y la difuminación de los límites entre alta y baja cultura. Una postura que, como Warhol, no deja de ser ambivalente, al participar activamente de lo que parece criticar. Continuando con la planimetría de las serigrafías pop y la pintura tradicional japonesa, Murakami acuña el concepto superflato, por la falta de profundidad de sus ilustraciones, con una carencia de jerarquía en las referencias visuales, que permiten ser leídas desde diferentes puntos de vista. Un universo delirante, psicodélico y colorista de personajes infantilizados inspirados en el manga y el anime, que incluyen flores risueñas, setas, iconografía budista y elementos sexuales de la cultura otaku, tensionados entre dos polos: el que es cuqui (kaway en japonés) y lo que es inquietante y amenazante.

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En su relectura del monogramo, Murakami añadió dos elementos clave de su estilo: el contraste de los colores sobre fondo blanco, como clara conexión con el Neo-Pop, y el ojo, en alusión a los ojos grandes y vibrantes característicos del manga, que dieron pie al nombre del nuevo monogramo: Eye Love Monogram. En la siguiente temporada ya apareció con fondo negro, con una campaña publicitaria protagonizada por Jennifer López y un jovencísimo Andrés Velencoso, que, a partir de entonces, dio su salto profesional definitivo. Louis Vuitton siguió explotando esta bolsa con gran éxito hasta el 2015, cuando, con un total agotamiento del diseño, la retiró para darle un descanso.

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Pero... ¿por qué lo han recuperado diez años después? La primera explicación puede venir de manos de la generación Z, ávida de apropiarse de la moda del cambio de milenio, con la tendencia Y2K. Pero, más allá de una simple moda, debemos comprender el momento de profunda crisis que vive el sector del lujo, con un descenso más que significativo en ventas, que puede forzar a las marcas a no arriesgarse con nuevas propuestas y caminar sobre seguro con fórmulas que fueron exitosas en el pasado. Y, finalmente, entender que Murakami forma parte de un grupo más amplio de artistas, con Yayoi Kusama, KAWS o el propio Jeff Koons, caracterizados por una sobredosis de infantilismo con dibujos animados —desde Mickey Mouse, Snoopy, Doraemon, Hello Kitty en The Simpsons—, con texturas de peluche y superficies de globo. Una tendencia demandada poruna sociedad que, ya sea con la exclusividad de la bolsa de Murakami o con los juguetes de coleccionismo como la reciente sobresaturación de los bebés Sonny Angels en los móviles, prefiere vivir anestesiada por una regresión a un infantilismo idílico, seguro y simple , antes de enfrentarse a la complejidad de una realidad demasiado cruda e imposible de cambiar.