Homenotes y danzas

La tuberculosis que originó la cadena Santiveri

Su fundador empezó a comercializar alimentos naturales después de consumirlos para curarse de esta enfermedad

De vez en cuando ocurre que una enfermedad grave, lejos de derrumbar al afectado, sirve de motor para darle la vuelta a la trayectoria vital y para que acabe sacando adelante proyectos de gran vuelo. No cabe duda de que Jaume Santiveri es un caso, porque una patología respiratoria de curación imposible sirvió para que este catalán de la Franja cambiara de negocio y sentara las bases de un gran imperio que ha llegado hasta nuestros días.

En febrero de 1893 Santiveri abrió un negocio de camisas en la calle del Call, 20, de Barcelona: La Moda. Su mundo siempre había transcurrido entre camisas, corbatas, géneros de punto y bordados diversos, pero la nueva tienda tenía otra vertiente, la de la alimentación natural. Todo había empezado en 1885 cuando supo que la temible tuberculosis le había atacado. Los médicos no le daban solución, pero él se negaba a convivir con la fatalidad y dedicó tiempo y energía a buscar un tratamiento efectivo. Fruto de este trabajo supo que en Alemania, en la villa de Wörishofen, había un balneario gestionado por el abad Sebastian Kneipp que parecía curar a los enfermos de patologías pulmonares.

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Seis meses haciendo baños de agua, tomando plantas medicinales, alimentándose con dieta vegetariana y oxigenándose al aire libre fueron suficientes para que la enfermedad remitiera. Volvió a Barcelona tan convencido de las virtudes de los métodos de Kneipp, que se convirtió en distribuidor de sus productos a través de la tienda, desde entonces también farmacia. Por cierto, Kneipp continuó creciendo hasta convertirse en una gran empresa y una marca muy conocida en toda Europa. Hoy está en manos de otro fabricante germánico, Hartmann, que mantiene vínculos antiguos con Catalunya (su implantación en la Península vino de la mano de Otto Maier, uno de los doce fundadores del Barça).

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La tienda, que por una puerta vendía camisas y corbatas y por otra productos de alimentación natural, pronto quedó desbordada y fue necesario empezar a abrir subsidiarias. Podría decirse, pues, que Santiveri fue un iniciador del modelo de franquicias, dado que las aperturas de nuevos puestos de venta las hacía asociado a inversores ajenos que creían en el futuro del negocio. Pero llegó la Primera Guerra Mundial y, de rebote, el corte repentino de suministros procedentes de la Kneipp. Un contratiempo que forzó a Santiveri a dar un paso más: pasaría de comercializar productos de terceros a fabricarlos él mismo. Así nació la firma de dietética que lleva su nombre. La primera fábrica, muy cerca de la línea de costa de Barcelona, ​​duró pocos años porque los terrenos que ocupaba fueron expropiados para ampliar el puerto, con lo que en 1928 Santiveri tuvo que empezar de nuevo levantando una nueva factoría. En nuestros días, la principal sede de la empresa sigue situada muy cerca de sus orígenes, al pie de Montjuïc por la vertiente del cementerio.

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En aquellos primeros tiempos, entre los productos propios -comercializados bajo las marcas Natura y Vigor- los de mayor éxito eran los concentrados de caldo, las proteínas vegetales, las harinas enriquecidas y, sobre todo, la malta, que se vendió como a sustitutivo del café en unas épocas en las que este producto era considerado de lujo. Las ventas de malta proporcionaron ganancias muy importantes a la casa.

En 1938, en plena Guerra Civil, Jaume Santiveri dejó este mundo y, sin solución de continuidad, la segunda generación -la Santiveri Margarit- cogió el mando del negocio para seguir haciéndolo crecer. Por cierto, Santiago Santiveri (hijo del fundador) fue en sí mismo una gran proclama de las bondades de la alimentación dietética, porque vivió en plenitud hasta los 101 años (de hecho, murió hace pocos años, en el 2014) .

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Actualmente Santiveri es un negocio que todavía mantiene todo su vigor. Supera los 125 años de historia y factura cerca de 50 millones de euros anuales gracias a su catálogo de más de mil productos. La compañía sigue en manos de la familia del fundador, ahora dirigida por la generación de los Santiveri Arroita.