Cada casa, un mundo

Unir un local y un piso para recuperar una casa de barrio

Diana. CRÜ Studio. Barcelona

Este fue un emblemático local de uno de los barrios más tradicionales de Barcelona. Antes de eso, sin embargo, era una casa entre medianeras, de altura modesta, planta baja y tres pisos, con tamaños también muy modestos. De hecho, cuando los arquitectos del estudio CRÜ, con Joan Astallé y Claudia Raurell como fundadores, afrontaron la transformación de ese local comercial en vivienda, se duplicó el espacio de aquella planta baja al sumarle el primer piso, un minipiso de una sola habitación, ambos igualmente estrechos y largos. El propósito, en cualquier caso, era recuperar la casa tradicional de barrio, una casa con entrada a pie de calle, con las estancias comunes o diurnas también al nivel de la calle, un pequeño patio detrás, y los dormitorios y estancias más privadas en la planta alta. Recuperar esta tipología, además, respondía bastante bien a las necesidades familiares: el espacio que necesitaban, pero no mucho más. Por otra parte, el proyecto de reforma permitiría realizar un gran cambio con un presupuesto bastante limitado que les obligaba a hacer el máximo con el mínimo.

La conexión visual y funcional

La inversión más significativa del proyecto que CRÜ llamaría La Diana ( sus proyectos siempre tienen nombre de mujer) se hizo para conectar visual, volumétrica y funcionalmente dos unidades que eran independientes: el local comercial de la planta baja y la pequeña vivienda que había en el primer piso. Esta conexión se hace muy presente en la vida diaria por la perforación del forjado existente, que crea un hueco suficiente para que la escalera tenga un papel que sobrepasa el de ser el camino, de abajo a arriba y viceversa, entre las dos plantas vivienda: la de abajo como espacio unitario y diurno que va de la entrada al patio posterior, y la planta de arriba con un dormitorio doble y dos individuales.

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La escalera en La Diana es un elemento muy singular. Hecha con plancha metálica doblada, es mucho más que una sucesión de escalones. Separa, de forma muy sutil, ligera, la zona de entrada, que es la de la cocina, de la que suele dedicarse al comedor ya la sala de estar. Tiene como base, la escalera, una especie de cajón blanco que sirve de banco. Y arranca con dos escalones de DM, que es un guiño a la cocina que tiene al lado, cuyos muebles son del mismo material. A media subida, la escalera se fragmenta formando un rellano de cuadrícula metálica agujereada que se extiende hacia la cocina y marca el paso desde está al salón comedor.

Es esta sala de estar la que muestra con mayor expresividad lo que les gusta especialmente a los del estudio CRÜ: la convivencia entre viejo y nuevo, y cuanto más visible sea lo viejo, mejor. El arquitecto Joan Astallé cuenta que fue en la fase de derribo cuando aparecieron las cuatro ventanas que dan al pequeño patio: "Con esto teníamos unos elementos viejos muy marcados, que daban mucha fuerza al espacio".

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Esto y el hecho de desnudar los ladrillos en amplias zonas de las paredes medianeras para después pintarlas de blanco, o la decisión de dejar vigas desnudas y voladizos son marca de una casa que hoy tiene mucho más tradicional e infinitamente más contemporánea.

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Una almohada de intimidad y silencio

La reconversión en vivienda de un local comercial en planta baja –en este caso, también con primer piso– obliga a tomar alguna decisión con el objetivo de proteger el nuevo hogar del tráfico, de las miradas ajenas y del ruido de la calle. A su vez, conviene no perder la luz que pueda entrar por la que suele ser una de las dos únicas fachadas, si no la única. En la transformación de La Diana, el estudio CRÜ optó por hacer un pequeño patio entre la puerta de la calle y la que da paso al interior de la casa. Es un espacio que hace de almohada y, gracias a la utilización de barras de madera en posición sesgada, se garantiza la intimidad a los habitantes sin privarles de la luz natural.