Más vivienda y en clave metropolitana

Acceder a una hipoteca se ha convertido en todo un problema para amplias capas de la sociedad, sobre todo en un momento en el que los intereses se han encaramado. Además, el precio a pagar por conseguir un hogar sigue aumentando, de manera especialmente acentuada en algunas zonas de Cataluña. Dos datos lo acreditan: las hipotecas firmadas cayeron un 14,1% en Cataluña en enero y el tipo de interés medio se situó en el 3,46%, lo que equivale al máximo de la última década. Y así como el número de hipotecas ha descendido, la demanda de vivienda sigue alta: no hay suficientes pisos para satisfacerla. El resultado es que los precios crecieron un 3% el año pasado.

La previsión es que la construcción de edificios residenciales, que en el 2023 sólo creció un 1%, se estanque este año e incluso baje lo que viene. Y, al mismo tiempo, se espera que este año bajen los tipos de interés y, por tanto, sea más barato hipotecarse. Ambos factores combinados deberían llevar a un incremento aún más marcado del precio de la vivienda.

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La falta de construcción de viviendas nuevas también afecta al mercado de alquiler, donde los precios siguen creciendo a pesar de las diversas regulaciones que se han aprobado. Hoy por hoy parecen parches que no han podido controlar la situación e incluyen agujeros que se han convertido en ventanas de oportunidad para los especuladores, como ocurre con los alquileres de temporada.

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Todo indica, pues, que el problema de la vivienda en las zonas más tensionadas de Cataluña, sobre todo en el área metropolitana de Barcelona, ​​no sólo no se va a solucionar, sino que se acentuará. Y esto requiere una respuesta decidida de todas las administraciones implicadas: desde los ayuntamientos a los gobiernos, pero siempre con una mirada amplia. Barcelona, ​​por ejemplo, no puede intentar resolver el problema sola, sino que la solución debe pensarse en clave metropolitana.

Por un lado, hay que combatir la picaresca especuladora que sortea la red de seguridad que debería ser la normativa, ya sea por la vía de los alquileres de temporada o con las habitaciones realquiladas a precios desorbitados. Pero también es evidente que debe potenciarse la construcción de más edificios residenciales. De manera planificada y teniendo en cuenta el urbanismo, los servicios, el entorno y la movilidad, pero se necesita más vivienda, protegida y también del mercado libre.

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Además, sabiendo que el espacio en Barcelona es limitado, la planificación de nuevas viviendas debe realizarse en clave metropolitana. Por tanto, hay que pensar en el transporte público. La capital no puede vivir de espaldas a las poblaciones de su alrededor ni al resto de Cataluña. Si se aplican medidas para reducir el uso del vehículo privado, imprescindibles para combatir la contaminación y el consumo de combustibles fósiles, el transporte público debería ser capaz de asumir estas necesidades de movilidad. Y aquí también deben asumir su responsabilidad todas las administraciones, de los ayuntamientos a los gobiernos.