En el 15 aniversario del ARA

Reproducimos a continuación el discurso que el escritor grecosueco Theodor Kallifatides pronunció en el Palau de la Música el jueves 27 de noviembre al serle entregado el primer Premio Internacional Diari ARA en el marco de la celebración del 15 aniversario del diario.

Autoritats, senyores i senyors, bona nit a tothom. Es para mí un gran honor recibir el Premi Internacional Diari ARA en este emblemático lugar. Siempre estaré agradecido a Ferran Rodés, a Esther Vera y a todo el equipo del diari por el premio y por la generosidad y el cariño con el que desde el primer momento han apoyado mis libros, que me hace mucha ilusión que estén traducidos también al catalán. Y gracias a Barcelona y a ustedes, que están aquí presentes.

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El periódico fue una de las primeras experiencias de mi vida. Llegaba a nuestro pueblo a última hora de la tarde en autobús desde Atenas. Los hombres lo esperaban, pero pocos lo compraban, simplemente porque no sabían leer. Quien lo compraba era el abogado y tenía que leérselo en voz alta a los demás, cosa que le encantaba. Casi se le podía ver crecer a medida que leía. El alcalde también compraba el periódico y desaparecía con él en su baño, donde su secretario se lo leía en voz alta durante horas porque el alcalde sufría de estreñimiento crónico.

Recuerdo especialmente los reportajes de guerra y cómo en Atenas los periodistas daban consejos a los generales aliados. Era una especie de arrogancia que se iría afianzando con el tiempo. Había ocasiones en que el periódico no llegaba y la oscuridad nos envolvía como si se hubiera averiado el generador eléctrico del pueblo, lo cual también sucedía a menudo.

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Terminó la Segunda Guerra Mundial y comenzó la Guerra Civil. Mi familia se mudó a Atenas. Éramos muy pobres. Papá tenía que trabajar en dos escuelas distintas para alimentar a la familia. Mientras tanto, la represión de la derecha crecía día a día. Se permitía la publicación del periódico de izquierdas, que tenía el hermoso nombre de Madrugada, pero leerlo era peligroso. Papá lo compraba en complicidad con el quiosquero, quien a su vez lo denunciaba a la policía secreta.

Pero papá llegaba a casa con el periódico y, después de cenar, se sumergía en su lectura. Era su momento de felicidad y el único lujo que podía permitirse. Yo también lo leía. Recuerdo los titulares cuando el ejército estadounidense probó el napalm en las montañas griegas contra los partisanos. Mis redacciones en la escuela estaban cada vez más influenciadas por algunos de los periodistas que leía; el profesor me elogiaba, pero yo sabía que no eran más que pálidas imitaciones de los periodistas a los que admiraba.

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Fue un periódico estudiantil el que publicó mi primer cuento, lo cual fue recompensado con un beso de mi novia.

Fue mi única recompensa.

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Cuando tenía diecinueve años entré a trabajar en un periódico en Atenas. Cada día veía que el director bajaba a conversar un rato con el portero. Como me parecía extraño, pregunté por qué el director hacía eso. Me respondieron: "Oh! Es que el portero es la opinión pública".

Me mudé a Suecia y el periódico Dagens Nyheter se convirtió en mi guía en esa sociedad y en esa nueva vida. Allí escribían los grandes estilistas. Aprendí mucho de ellos, sobre todo el arte de impactar con una frase.

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Debuté como escritor sueco en el periódico vespertino Aftonbladet, el más vendido del país. Más tarde escribí para el periódico Expressen.

Finalmente llegué a Svenska Dagbladet. El director, Gustav von Platen, me dio un consejo que jamás olvidaré: "Nunca empieces un artículo con un 'yo'. La gente no quiere saber lo que piensas, sino lo que está sucediendo". He seguido esa regla al pie de la letra.

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Un buen periódico ofrece información objetiva. También se pueden tener opiniones en un debate ideológico, pero eso es otra cuestión. La ideología no debe influir en la presentación de los hechos.

Yo mismo fui director de una revista literaria durante algunos años. Experimenté el vértigo de tener tanto poder. Un "no" aquí, un "sí" allá. Pero me esforcé por explicar mis criterios. Nunca rechacé las propuestas con frases como "esto no es suficientemente bueno", sino que exponía cómo, en mi opinión, podía mejorarse.

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De esta manera, surgieron muchos nuevos talentos.

Pero yo no era periodista. Era escritor, y un escritor jamás podrá ser un buen periodista, mientras que un buen periodista sí puede ser un buen escritor.

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Para el periódico y los periodistas, las palabras clave son Verdad y Objetividad. Las cuales no son el principal problema de un escritor.

Un buen periódico no miente, no persigue agendas ocultas. Los periodistas deben proteger el lenguaje, cuidarlo, amarlo.

Lamentablemente, en los últimos años ha surgido una prensa dedicada a las mentiras, el encubrimiento, la violencia y el egocentrismo.

Solo cabe esperar que también existan periódicos sólidos comprometidos con la verdad y el debate objetivo.

Moltes felicitats al diari ARA pels seus quinze anys i pel vostre magnífic treball. Moltes gràcies i bona sort!