El aeropuerto, ahora sí

Las palabras del presidente Isla dejan poca duda: ahora deben tomarse las decisiones sobre el aeropuerto que no se han tomado durante años. No hace falta insistir en porque no se han tomado –no es relevante y puede ser especialmente tóxico si nos envolvemos–. Avanzamos.

Debe ser manifiestamente claro que el objetivo prioritario de la modificación del aeropuerto es aumentar la capacidad para los vuelos de larga distancia y carga aérea (aviones grandes con alta capacidad de carga), para lo que existe consenso. No es prioritario aumentar el número de pasajeros en Barcelona –hay un sentimiento de que no son necesarios más turistas y ya somos el tercer aeropuerto en Europa en destinos europeos– ni mejorar la cuenta de pérdidas y ganancias de AENA: pueden ser objetivos colaterales , pero no son esenciales.

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Se trata de mejorar la conectividad de Barcelona con el este lejano –China, Japón y Corea– y con el oeste hasta el Pacífico –de California a Sudamérica–. Y conviene separar las razones técnicas de las medias verdades que, con el disfraz de argumentos técnicos, se han utilizado en defensa de posiciones de parto, más ideológicas que racionales. Estas razones, si no se cuantifican, no pueden tenerse en cuenta. Por ejemplo: el ruido en las poblaciones vecinas, el impacto medioambiental y las compensaciones por invasión de espacios protegidos (si fueran necesarias), la utilización de aeropuertos vecinos para desviar tráfico no esencial por Barcelona, ​​etc.

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Existen dos niveles de debate. El primero, esencialmente técnico, es donde se deben valorar las ventajas y los inconvenientes de todos los factores que intervienen en la ampliación (operativa, tiempos de taxi, impacto en el medio ambiente, coste, etc.) .) ya partir de esta valoración realizar la evaluación política en la que estos factores deben ponderarse por su importancia y por su impacto en Barcelona, ​​Cataluña y España, tanto económica como socialmente. Esta segunda valoración, que ya es global, es política.

Una lista de las cuestiones a estudiar y cuantificar.

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1) Es necesario mejorar la explotación de las pistas actuales. Efecto en el entorno, ruido en las poblaciones del sur. Compensaciones a los afectados. Operación de vuelos intercontinentales en la pista tierra de 3.300 m. Capacidad real de carga aérea.

2) Se debe alargar la pista mar, ahora de 2.600 m, para aproximarla a los 3.500 m necesarios. Si afecta a Ricarda, es posible la utilización de pilotes con pista sobre la laguna. Y pensar en compensaciones medioambientales si se pierden espacios húmedos. Hay que valorar también la interferencia de las nuevas grúas del puerto, de 95 m de altura, con las trayectorias de despegues y aterrizajes, y el efecto de este problema si se alarga la pista mar hacia el norte.

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3) Dos pistas transversales de 3.500 m.

4) Pista con pilotes sobre el mar.

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5) Aumentar pasajeros en Barcelona y nuevas terminales o desviar tráfico no esencial a Girona y Reus a 30 minutos de Barcelona con AVE o una combinación de ambas alternativas.

Los aeropuertos en España están sometidos a un monopolio. No hay competencia. Esto tiene un efecto inevitable: todos los técnicos que trabajan en aeropuertos difícilmente aventurarán opiniones en contra de la voluntad del monopolista. Ésta es una circunstancia que conviene tener en cuenta para recoger opiniones de técnicos sin ésta influencia, no sea que bajo la aparente neutralidad de las opiniones de los técnicos se defiendan intereses particulares de manera directa o indirecta. Y más en una cuestión de interés público. No es una circunstancia insuperable y puede tenerse en cuenta si se toman las precauciones necesarias y los términos de referencia están claros. Pero debe hacerse y la tendencia natural será no hacerlo.

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Sobre el aeropuerto planeó una cuestión importante. En la sociedad actual y con un cambio climático que tiene efectos evidentes para todos: ¿Hay que ampliar el aeropuerto o promover un cambio de medios de transporte y comunicación? ¿Estas dos cuestiones están al mismo nivel y tienen la misma urgencia? La pandemia ha cambiado hábitos y costumbres. Quizás ha llegado el momento de planificar el futuro con moderación. Pero no hay que caer en la ingenuidad de hacer lo que nadie hace y, por tanto, sacrificar el propio bienestar en beneficio de nadie. Sin negar la necesidad de contener el crecimiento y de regular nuestra economía, que hoy ya sabemos que no puede seguir creciendo sin límite para siempre, deben tomarse medidas sin caer en excesos que pueden incluso resultar ridículos.

No tiene sentido que decisiones importantes no se tomen por temores políticos y razones electorales. Ocurre demasiado a menudo. Todos debemos saber aceptar los argumentos de los demás, nadie puede pretender tener razón con todo y siempre. En un debate público de esta complejidad –con los sentimientos a favor y en contra que despierta– debe ser adulto y encontrar el acuerdo. Si no lo hacemos se podrá argumentar que la sociedad catalana es todavía adolescente, que no ha llegado a la mayoría de edad y no sabe tomar decisiones que le convienen. Es el primer reto del Gobierno del presidente Isla. Y debe salir adelante para que sea su primer éxito político en beneficio de todos.