Alerta con las fiestas y las aglomeraciones
Barcelona"Sentimos mucha impotencia, porque no vemos cómo solucionarlo". Esta es el llamamiento desesperado que hace la alcaldesa de Llançà, Núria Escarpanter, ante el alud de fiestas y botellones que se ven cada fin de semana en las playas de su municipio, que no está incluido en la lista de los que tienen toque de queda. Este malestar es extensible al resto de pueblos de la Costa Brava que no tienen toque de queda y que sufren un tipo de efecto llamada, puesto que gente de otros lugares donde sí que hay se desplaza para poder continuar la fiesta durante la noche, con las correspondientes molestias que provocan al vecindario y el riesgo de contagio que representan.
Este es uno de los efectos colaterales del toque de queda selectivo aprobado por la Generalitat en 176 municipios, que justo esta semana se podría prorrogar todavía dos semanas más. En todo caso, después de la experiencia traumática de la quinta oleada, las autoridades tendrían que impedir estas aglomeraciones y fiestas de todo tipo donde no se respeta la distancia de seguridad ni el uso de la mascarilla. A las puertas del inicio del curso escolar, sería imperdonable que los contagios se volvieran a disparar justo cuando comenzamos la recta final del proceso de vacunación. El país no está en condiciones de afrontar una sexta oleada que tendría consecuencias catastróficas para el tejido económico.
En este mismo sentido también resultan incomprensibles las imágenes de aglomeraciones de jóvenes de fiesta y sin mascarilla en las calles estrechas de Gràcia para la fiesta mayor cuando la incidencia acumulada a 14 días continúa por encima de los 400 casos por cada 100.000 habitantes. Parece como si se volviera a repetir el mismo error que en el mes de junio, cuando se dio luz verde a los festivales (con test de antígenos, eso sí) y no se previó la escalada exponencial de contagios que se acabaría produciendo. Como si se tratara de una maldición, a cada mejora de cifras (en junio la incidencia acumulada era de menos de 100) le ha seguido una escalada de los contagios.
Con más de un 60% de la población vacunada, se empieza a ver la luz al final del túnel que ha representado la pandemia. Esta es la vía que hay que seguir, pero todavía es necesario un último esfuerzo para evitar las aglomeraciones. La experiencia demuestra que las infecciones entre personas vacunadas no son negligibles y, en un contexto de incidencia disparada, ha acabado siendo numéricamente importante. La suerte es que la vacuna ha mitigado los efectos del virus, porque da miedo pensar qué mortalidad habríamos tenido el verano pasado con las cifras de contagios de este.
Por lo tanto, el Govern, así como el Ayuntamiento de Barcelona, no pueden taparse los ojos ante una realidad que amenaza con truncar la buena tendencia que sigue la pandemia en las últimas semanas después de que se superara el pico a mediados de julio. Hay que extremar las precauciones en estos días que quedan del mes de agosto y poner los efectivos necesarios para evitar unas aglomeraciones que son focos de contagio.