Andalucía en las guerras culturales
Macarena Olona pasea por un frutal con un vestido negro con escote palabra de honor y pendientes de perlas como si fuese a la ópera. En este vídeo de campaña le hace un politicosplaining a un agricultor con sombrero de paja y acaba acariciando un aguacate. Quizás, solo quizás, no era la mejor candidata para Andalucía, pero eso no importa porque Vox lo fía todo a su estrategia ultra de movilizar emociones. Lo mismo de siempre pero con algunas propuestas vagas y rimbombantes como “reindustrializar Andalucía” o proteger el producto nacional y otras mágicas como "rebajar radicalmente impuestos” mientras mejora los servicios públicos.
El programa, a penas diez puntos deslavazados, es vacuo e impracticable. Eso sí, recoge algunas de las principales cuestiones –convertidas en guerras culturales– con las que Vox moviliza a su electorado: la defensa de la caza y los toros contra el “ecologismo radical”, la “expulsión” de los menores no acompañados y por supuesto la derogación de las leyes “ideológicas” de género y memoria histórica. Mucho aspaviento en unas elecciones que se están leyendo como antesala de las próximas generales.
Usar cuestiones identitarias que mueven emociones suele ser útil para movilizar a un electorado que está poco interesado ya en la política institucional. No se busca posicionarse sobre cómo gestionar, sino generar una coalición de descontentos con el actual estado de cosas aunque sean posiciones de nicho –los antifeministas, el toreo, el nacionalismo recalcitrante–. También traducen bien las ansiedades económicas en posiciones reaccionarias de miedo a los migrantes –a los que se trata de asociar constantemente con la inseguridad–. “Tenéis derecho a reclamar: patria, tierra, libertad, familia, seguridad”, dice Olona. ¿Pero les funcionará esta estrategia?
En Andalucía se enfrentan a dos elementos. Primero, el fantasma del fracaso de su participación en el gobierno municipal de El Ejido. Jugar a parecer radical o antisistema y gobernar no suele conjugar bien. Pero además, se oponen a un enemigo que ya no es “el sanchismo” o “el comunismo”. El gobierno del popular Juanma Moreno está siendo valorado a izquierda y derecha. Las guerras culturales tienen sus límites y son útiles en determinados contextos pero quizás no siempre.
Si Andalucía es el vestíbulo de las generales, Moreno tiene un perfil bastante parecido a Feijóo que ya no va dando bandazos como hacía Casado con su estrategia para enfrentar a Vox. La de ambos es una posición más moderada, que busca arañar votos al PSOE por el centro al tiempo que se merienda a Ciudadanos, mientras evita entrar en las guerras de valores de Vox. Su gran contradicción es mantener esas posiciones centristas mientras convence a sus votantes de que no va a necesitar a Vox para gobernar. Pero eso es poco probable. En Andalucía o en España, un gobierno PP-VOX podría darnos la dimensión muy real y material de qué significa gobernar con la extrema derecha. Pero ojo, para Vox tampoco será fácil convertir sus guerras culturales en posiciones de gobierno.