El aplauso póstumo del terrorista
Mientras la política española mantiene el fantasma del terrorismo en permanente respiración asistida como principal argumento de la derecha y la extrema derecha para salvaguardar el esencialismo patriótico, Michelle O'Neill es elegida primera ministra del norte de Irlanda y la retratan bajo una foto de Martin McGuinness aplaudiendo. Martin McGuinness (1950-2017), considerado no hace tantos años uno de los arquetipos del terrorismo del IRA, que tuvo cintura suficiente para llevar una pistola y para negociar con empatía, para hacerse amigo de su principal enemigo, el líder unionista protestante Ian Paisley, compartir el nivel más alto de gobierno y hacer avanzar al viejo Ulster peleado consigo mismo hacia la convivencia y la prosperidad. El film El viaje (The journey, 2016), de Nick Hamm, narra muy bien esa armonía personal entre contrarios que se proyectará sobre una sociedad y un país.
Ahora, aquel Sinn Féin proscrito, el brazo político del IRA, que sobrevivía en madrigueras parapetadas de los barrios católicos, que no podía hablar en la BBC si no estaba con las voces dobladas de sus líderes, que se manifestaba contra una ocupación británica que les llegaba a espiar intimidades con prismáticos desde 348 torres de control en medio de cotidianidades... Ahora, resulta que el Sinn Féin gana elecciones, tiene la presidencia del gobierno, para un puente en la UE sobre las aguas turbulentas del Brexit y se acerca a la unificación de la isla aligerando las fronteras. Uno de los últimos pueblos fronterizos del norte de Irlanda, Crossmaglen, antes era el único enclave donde los odiados soldados britos no patrullaban a pie, atentos a unas señales de tráfico ad hoc que indicaban "Sniper at wor", francotiradores que habían llegado a derribar un helicóptero, y hoy es una deliciosa comunidad de 1.600 habitantes que sale en el Trip Advisor y tiene una banca ética local.
Mi relación con Martin McGuinness –que ahora me miro con perspectiva– fue uno de mis hitos periodísticamente más agradecidos y emotivos. Lo conocí cuando iba armado y con guardaespaldas, por si acaso era necesaria la defensa propia ante un ranking de amenazas y ataques de récord Guinness –bromeábamos–. Ese día le hice una foto que me pidió que no publicara. Me dio entrevistas en abierto y en off the record, hicimos comidas e incluso en una ocasión le acompañé a misa: todavía conservo la hoja dominical.
Una de las cosas que más me impresionó fue cuando, a raíz de las conversaciones de Stormont, en 1998, que llevaron al Acuerdo del Viernes Santo, que ponía punto final a la violencia, le pregunté cómo iban las negociaciones con los ingleses por el delicado tema de los presos del IRA. Me contestó contundente: “Los presos no son negociables. Saldrán todos a la calle”. Y tal vez fue, y me encontré haciendo peines de cerveza negra con presos celebrando su libertad, convocados por la bestia negra del unionismo, Brendan Hughes, The Dark (el Oscuro), legendario comandante de la Brigada de Belfast, en un encuentro en The Roddies, el pub museo del IRA, inmortalizada por una foto del gran Kim Manresa.
Más allá de aquellos episodios, resulta que hoy esa gente, la sociedad IRA - Sinn Féin, gobierna un enclave capital para la geopolítica europea. Pienso en el presente histórico que siempre ayuda a conjugar el presente del indicativo. En estas coordenadas de espacio y tiempo, dos de los actores políticos que siguieron in situ el proceso de paz irlandés, ERC y la izquierda aberzale, son aliados parlamentarios en Madrid, ERC gobierna en Catalunya y EH-Bildu tiene probabilidades –más que posibilidades– de gobernar Euskadi en las próximas elecciones, que están ahí al lado.
Si profundizamos en paralelismos –siempre relativos, naturalmente– con las situaciones más cercanas, la reacción de las derechas y de los poderes del estado son un factor diferencial importante. El gobierno laborista de Tony Blair apostó decididamente por la paz y la implementó, pero el conservador John Major, en la Declaración de Downing Street (1993), ya había reconocido el derecho de autodeterminación. Los conservadores, que también habían conectado con los republicanos, concretamente con Adams y el propio McGuinness, fueron leales. La judicatura no sólo no interfirió sino que facilitó. Y la Corona actuó con gran generosidad, aunque había sufrido la muerte por atentado de uno de sus más queridos familiares, lord Mountbatten, preceptor del príncipe de Gales, hoy rey. La foto de la reina Isabel y Martin McGuinness dándose la mano y conversando afablemente es otro icono para la historia.
Pero la diferencia más impactante es que aquí, en Catalunya, por fortuna la reivindicación independentista no se ha articulado sobre un grupo armado en un conflicto de 3.600 muertos en su cuenta de explotación, y sin embargo resulta que debe esforzarse por una amnistía que tiene como principal escollo un terrorismo surrealista; que debe medir una amnistía por un delito que nunca ha cometido... Cómo reconoce incluso el fiscal de autas.
Michelle O'Neill es hija de un preso del IRA y dos primos suyos, voluntarios de la organización, fueron abatidos por las fuerzas británicas. Sucedió a McGuinness en la asamblea de representantes y también tiene una foto con el rey Carlos. ¿Se imaginan una foto de Felipe VI dando la mano a Josu Urrutikoetxea, llamado Ternera?