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Una imagen más de la barbarie humana, en este caso desatada en Gaza.

Nunca habíamos visto algo parecido. Estos días hemos oído repetir muchas veces estas palabras ante la brutalidad de los ataques de Hamás en el Festival Supernova y en los kibutz fronterizos, que culminó con el secuestro de ciudadanos para utilizarlos como instrumento de chantaje. En nombre de lo absoluto todo está permitido. Una vez más, asistimos a la máxima expresión del mal: todo está permitido al servicio de una causa superior. Es perverso buscar excusas para hechos que entran en la lista de los crímenes contra la humanidad.

Todos sabemos cómo las gasta el Estado de Israel: "Los palestinos son forzados a vivir en un estado de muerte, a la vez lenta e impulsiva", dice Judith Butler. Y Netanyahu ya ha iniciado la respuesta a los ataques de Hamás aislando a Gaza y cortando todos los suministros en una inhumana operación de asfixia de ciudadanos indefensos. Los crímenes de unos no justifican los de otros. Y cuando cada parte se niega a condenar los suyos se están perpetuando las injusticias. Estados Unidos y la propia Europa muestran un apoyo incondicional al gobierno israelí sin poner límites a la respuesta. Y parte de la izquierda hace como si no quisiera ver las atrocidades de Hamás y se limita a señalar a Israel.

Simplemente planteo una pregunta ética que las reacciones que se han producido hacen que sea clamorosa. ¿Es impensable que las personas que se sienten vinculadas con cada una de las partes sean capaces de reconocer y condenar las atrocidades que han cometido los suyos y las que puedan cometerse? Me parece muy legítimo estar por la causa palestina, pero eso no debería impedir condenar sin paliativos las acciones fuera de toda medida de Hamás, que solo propagan destrucción y odio y que perjudican a los propios palestinos. De la misma manera que es vergonzoso el apoyo sin la menor reserva a los proyectos de Netanyahu construidos sobre la consideración de “animales” que aplica a los habitantes de Gaza.

El mal existe: es la pérdida de la noción de límites, es la creencia de que todo es posible en nombre de Dios, la patria o cualquier promesa convertida en verdad de estricta observancia. Como dice Judith Butler, “¿por qué no podemos condenar actos moralmente repugnantes sin perder nuestra capacidad de pensar, conocer y juzgar?”. ¿Qué diremos si el gobierno de Israel arrasa Gaza? Los conflictos no pueden analizarse desde la discriminación de atrocidades: las propias y las ajenas. Todo el mundo tiene derecho a defenderse, pero la respuesta a la barbarie no puede ser más barbarie, hacer pagar al pueblo los crímenes de los terroristas. Es decir, lejos de encarar las cuestiones de fondo, se abre aún más el abismo.

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