Barcelona: cuatro ideas
Primero: poner un nombre al obelisco de la plaza del Cinc d'Oros. Barcelona es la única ciudad con un obelisco dedicado a nada ni a nadie, huérfano, despersonalizado, extraterrestre. No creo que el actual alcalde tenga inconveniente en dedicarlo a la Libertad, por ejemplo, pero lo pondré en duda dada su fobia a lo que él llama "quimeras conflictivas". Le pongo urgencia al tema simplemente porque los nombres hacen las cosas (ellos mismos lo hicieron con el aeropuerto de El Prat). Habría que actuar también sobre los nombres de General Mitre, Juan de Borbón, Isabels y Cristinas y borbonidades diversas, los forasteros Dos de Mayo o Bailén y la insoportable ausencia de calle o plaza para Salvador Dalí.
Antes: hacer todos los deberes urbanísticos que no se han hecho. En lugar de prever la creciente necesidad de vivienda (en una ciudad en la que era evidente que todo el mundo querría ir a vivir), los socialistas decidieron especular en Diagonal Mar o en el 22@. O hacer las supermanzanas de Colau. El resultado es una clase media que ya no puede permitirse vivir en la ciudad: "gestión del éxito", dicen. Como solución, nos invitan amablemente a considerar municipios de los alrededores, sin disponer de un servicio digno de Cercanías. Y sin trasladar esta sugerencia a los recién llegados, oa los inversores. Y como no se ha hecho nada, como no se ha construido casi nada y se prefiere regañar a Airbnb para salvar la foto, durante un tiempo deberemos proteger a los locales. Sí, me temo que será necesario cierto proteccionismo, si no se quiere que los vecinos empiecen a culpabilizar al turismo o los expados de todos los males. Y sobre todo si no quiere vaciarse Barcelona de barceloneses. O, lo que es lo mismo, desnaturalizarla. Qué es el siguiente punto.
Tercero: Barcelona debe ser un modelo mundial de equilibrio entre apertura y carácter. Ser ultralocal no es ser provinciano: ser provinciano es renegar de lo autóctono, borrar la identidad, erigir obeliscos sin nombre. Ni siquiera puede tolerarse que el actual alcalde tilde a la mitad de su población, que es independentista, de "perseguidores de quimeras". Es necesario que Barcelona viva con naturalidad su orgullo, su sentimiento de pertenencia, su forma de hacer genuina y su propuesta (y lengua) propias: todas las ideas aportadas en los últimos años, como la Copa América o los Juegos Olímpicos de Invierno, o la Fórmula 1 en el paseo de Gràcia, habrían funcionado tan siquiera de hubiere tan mal y hubieran tan mal. Los gustos son los gustos y debe haber de todo, de acuerdo, pero cuando Barcelona tiene una gestión hortera los eventos terminan con un resultado hortera. Se pueden hacer las cosas con sensibilidad y, sobre todo, sin derrochar dinero público.
Cuarto: la economía debe ser la de la creatividad y el conocimiento. Trabajos altamente calificados, pero con acceso para todos. Sí a los proyectos científicos y universitarios en curso, sí a los congresos y sí a proteger la producción cultural, sobre todo la propia. No a regalar nuestro espacio público, no a buscar absurdas cocapitalidades con Madrid que Madrid no quiere, y no a olvidar nuestra vocación secularmente mediterránea. Liderar el avance del corredor ferroviario, encabezar un área económica concreta del sur de Europa, buscar colaboraciones urbanas con Marsella, París, Roma, Nápoles o Berlín, pero también Nueva York y San Francisco. Dejar las fascinaciones por los palacetes del Las Vegas español para Collboni y su avalista Daniel Sirera.
Debían ser cuatro ideas, pero puestos en ello: dos grandes parques urbanos en la plaza Catalunya y en la Sagrada Família. Tolerancia cero con las mafias organizadas. ayudarles. No hacer de Montjuïc una simplemente accesible, sino de más luz por la noche. Más atrevido, más vida. Más gente normal, más barrio, menos humos. Menos políticos de navaja.