Barcelona 'mon amour'
Quizás tuve la mala suerte de coincidir en lo que sólo fueron unos ensayos escasos, pero el caso es que ayer vi una escena que hasta ahora no había contemplado en Barcelona, de esas que hacían exclamar al gran Luis Arribas Castro,Don Pollo,“la ciudad es un millón de cosas”: un par de jóvenes adultos utilizaban la base del monumento a Cambó, en la Via Laietana, como rampa de acrobacias con su monopatín.
El monumento es simple como una cerradura de golpe: se trata de un bloque de piedra que sostiene un busto de bronce. Al levantarse del suelo en forma piramidal, el propósito de los esforzados monopatinadores debía ser aprovechar la pendiente para salir impulsados hacia arriba, aguantar sobre la madera y volver a caer planos en la acera, después de un vuelo que en el mejor de los casos no pasaría de modesto. Digo que esta sería la teoría porque la práctica era un fracaso total: los monopatinadores cogían empuje, pero lo único que conseguían era estrellar sistemáticamente el vehículo contra el granito del monumento, al que producían rasguños de pronóstico leve.
Esa zona es una especie de distribuidor entre Via Laietana, Junqueras y el Palau de la Música que fue remodelado en la época Colau y ha quedado bastante amable, con unos bancos y algo verde. Lástima del edificio modernista que hace años y cerraduras que Núñez y Navarro tiene cerrado y abandonado, pero ésta es otra historia. El caso es que un espacio dignamente pacificado, por el que salen miles de usuarios del metro y el reglamentario contingente turístico camino del Palau de la Música, se había convertido en una ridícula y breve pista de despegue, con el estruendo de los patines y la inseguridad de los peatones. Mientras tanto, Cambó hacía lo mismo que estaría haciendo la Guardia Urbana: mirar impertérrito las obras de la calle que continúan a lo lejos.