Unos bosques para el futuro

Estos días estamos volviendo a vivir de cerca el drama de los incendios forestales. No son sólo un problema para el medio ambiente y el paisaje, sino que han pasado a ser un problema de seguridad ciudadana. Hay que tomarse en serio lo que podría pasar con la enorme extensión de urbanizaciones en el bosque que tenemos en Cataluña.

Alguien puede preguntarse cómo parece que ahora los bosques son más peligrosos. Han pasado tres cosas en los últimos decenios: por un lado, el abandono del mundo rural en los últimos 60 años ha permitido que el bosque recolonizara de forma espontánea lo que antes eran cultivos; por otra parte, el bosque ha dejado de ser una riqueza y una fuente de ingresos y, por tanto, muchos propietarios le han dejado de gestionar; y por último, el cambio climático está comportando un gran estrés para los ecosistemas forestales, que con las altas temperaturas evaporan aún más agua del suelo. Todo ello supone la tormenta perfecta. De fuego. Ahora ya sabemos que los incendios con mucho combustible seco pueden incluso generar un cambio del clima local, con unas nubes enormes (pirocúmulos) que llegan a las capas más altas de la atmósfera y, una vez allí, se enfrían y vuelven a caer, extendiendo el incendio con rapidez. ¿Qué hacer?

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La primera lección que hemos aprendido como gestores del mayor patrimonio de bosques privados del país, los de la Fundación Catalunya La Pedrera, es que la cooperación es indispensable. De nada sirve tener tu bosque bien gestionado si se quema el de al lado, y más en un país con propiedades pequeñas o, como mucho, medias. Es necesario agrupar a los propietarios forestales, como ha hecho con acierto la Diputación de Barcelona, ​​o buscar sinergias como ha hecho la Diputación de Girona en Les Gavarres, con su Consorcio y con nuestra Fundación, para acelerar los trabajos estratégicos para la prevención de incendios. Este modelo de cooperación público-privada también está empezando a dar los primeros frutos en Montserrat, en las montañas de Prades o en Collserola, donde, con la colaboración del Consorcio del Parque Natural, la Asociación de Propietarios y la cooperativa l'Olivera estamos recuperando los antiguos bancales de cultivos de cultivo y producirse un riesgo de producción social y producidos en una fuente de trabajo social propagación de los incendios.

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Una segunda lección es que hay que hacer las cosas bien hechas. Es necesario proteger la biodiversidad, mantener los servicios ambientales de los bosques de protección del suelo, de generadores de agua y aire limpios, de espacio para pasear, disfrutar e incluso hacer salud. Es necesaria una visión que incluya todo esto y que se adapte a las condiciones de cada lugar. Las normas demasiado generales no ayudan y las administraciones deberían hacer un esfuerzo para facilitar los trabajos de gestión. Entre las restricciones por peligro de incendio de mediados de marzo a mediados de octubre y las restricciones por protección de la fauna en primavera, que comienzan a veces en febrero, sólo se puede trabajar en el bosque tres o cuatro meses, a lo sumo. Y una empresa que sólo pueda trabajar una cuarta parte del año es difícilmente viable, y más si sus productos son de bajo valor añadido (la leña, la biomasa para calefacción y, como mucho, los palés). Por eso las empresas forestales se han ido perdiendo, el trabajo en el bosque es de poco valor económico y social y cuesta encontrar a alguien que pueda hacerte la gestión durante esta ventana temporal tan corta.

Así, otra solución puede ser la innovación. Hay que encontrar nuevos productos o reinventar los de siempre, como la madera. Ahora, la técnica de los contralaminados (CLT) permite realizar cualquier viga o pared con todos los requisitos técnicos y arquitectónicos que antes sólo se podían obtener con árboles muy grandes, grandes pinos o robles, cada vez más escasos. Ahora podemos aprovechar los escuálidos pinitos, que son la gran mayoría de nuestra masa forestal, para la bioconstrucción en madera. Sólo haría falta un empujón de los ayuntamientos y las administraciones para promover vivienda social hecha con madera del país. Por ejemplo. Otra vía de innovación son los productos químicos derivados de la madera o la celulosa. De hecho, todo lo que se fabrica con hidrocarburos fósiles podríamos obtenerlo con derivados de celulosa vegetal actual, o sea renovable y que no contamina ni nos calienta el clima... Ya empezamos a ver nuevos tejidos de viscosa hechos a partir de la celulosa de árboles o de bambú: una oportunidad para la potente industria. También tenemos nuevas iniciativas que están empezando a realizar carbón activado (biochar) con propiedades para mejorar la productividad de los suelos agrícolas y forestales, o directamente nuevos combustibles de alto poder calórico para la industria aeronáutica.

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Es necesario recuperar el tiempo perdido impulsando la cooperación público-privada y las asociaciones forestales y facilitando los permisos y autorizaciones para que no sea un vía crucis para los gestores; fomentando la recuperación del sector forestal para permitir revalorizar el trabajo en el bosque con gente joven formada; y, finalmente, invirtiendo en la innovación forestal y en aplicarla en todos los ámbitos posibles. Por unos bosques de futuro.