Buenas hierbas y malas personas
En la jardinería actual existe una tendencia a dejar que los jardines no estén ordenados y se mezclen las semillas plantadas con las hierbas salvajes, las mal llamadas malas hierbas (y perdón por la redundancia). El caos gardening, como se conoce esta modalidad en inglés, defiende que la naturaleza haga su curso y que se minimice la intervención del ser humano. El mundo en sí mismo es un caos garden,pero la intervención del ser humano le ha convertido en un espacio lleno de malas hierbas humanas. Porque a las mal llamadas malas hierbas les ha perseguido una reputación pésima que ha herido sensiblemente al orgullo de las plantas, pero en cambio el término sirve mucho para esclarecer qué tipo de personas deberían arrancarse de la sociedad, aquellas que no dejan que el resto viva en paz. Por el contrario, no paran de crecer.
En estos días de julio, de recuerdos fatídicos todavía para mucha gente que vivió como en 1936 empezaba una época fosquísima para los derechos y las libertades –se instauraba el reinado de un tirano acompañado de toda su corte criminal eclesiástica y civil, que encerraba el país en unas masías nuevamente tozuda y esparce su pasado peor como una pandemia que lo infecta todo. Para ser fascista hoy en día debes tener una personalidad muy perversa o una ignorancia muy depravada o un entorno muy podrido o un miedo muy adiestrado. Tienes que ser una persona muy mala para difundir mensajes infectos y tergiversar la realidad de modo que supuestamente esa mierda que esparzas beneficie a una parte de la sociedad, dejando al margen quienes ya están al margen, que no deben ser mejor ni peores que los demás, sólo faltaría, pero abanderar esa superioridad moral a través de la violencia es de una falta de imaginación y de resolución insultante.
Las malas hierbas no llegan en patera ni dejan de llegar. Las malas hierbas llevan tiempo con nombres y apellidos extranjeros y autóctonos. Son nuestros ladrones de corbata, los que ahora llenan los periódicos y han pasado por gobiernos de diversos colores, aunque la diversidad es menos diversa de lo que parece; son los que no se adaptan al sistema del reparto justo y lo revientan por codicia propia, siguen sus propias costumbres, maltratan a las mujeres y van a misa. Son seres humanos que a pesar de su suerte han querido más a costa de los demás. Pero a estos no les atañen porque son de los suyos y están protegidos. Los demás, sin embargo, tienen una hostia fácil. Como la que desde el victimismo nos joden al catalán, pobrecito, como si no recibiera lo suficiente, y lo hacen desde un estado colonial paternalista y desde la pereza de aprender una lengua. Sobre todo esto. Es agotador ver, leer, vivir, oír, una y otra vez, como este jardín no deja crecer a los demás en paz, y cómo hay tanta gente dispuesta a suplir sus carencias jodiendo un esputo al de al lado.
El mundo ensalza a quien sale del barrio obrero como futbolista pero ni ve a quienes se quedan como maestros, cuidadoras, trabajadoras sociales, de la construcción o de la limpieza, periodistas, jardineros. No deslumbran a las otras profesiones que nutren el jardín y lo hacen crecer en convivencia, con un éxito invisible pero abonando el presente y el futuro. Las semillas yermas tienen un origen común: la propia frustración, que los convierte en los abusananos de manual. El resto florece con mayor o menor espectacularidad, pero siempre enriqueciendo un espacio que se pervierte cuando deja de compartirse con libertad.