El camino hacia la marginalidad

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Laura Borràs y Jordi Turull, en la sede de Juntos viernes.

Menos de 3.000 personas decididas y nobles, en palabras de Jordi Turull, han puesto a su partido, Junts, en el camino hacia la marginalidad. Mientras tanto, sin embargo, su capacidad de desestabilizar la vida política será grande. 

Esta ha sido una victoria pírrica del exilio, un error que pagará. El exilio tiene una agenda de gran envergadura que mucha gente sigue con expectación y simpatía. Y todavía más gente, con respeto. Es la batalla jurídica en los tribunales europeos y la política en el Parlament. Pero con su protagonismo en la crisis de gobierno, el exilio interviene en el día a día de la política catalana y lo hace de una manera que muestra que la problemática económica y social, crítica en este momento, no le importa absolutamente nada. El exilio se empequeñece. Una lástima.

El independentismo maximalista vive del mito de que el 1-O “lo teníamos casi hecho”. Pero ese día y los siguientes la sola cosa seria que teníamos casi hecha era activar una resistencia más enérgica que, sin ninguna implicación positiva para la probabilidad de la independencia, hubiera puesto en peligro la integridad física de los ciudadanos. Tenemos que agradecer a nuestros dirigentes de ese momento, incluyendo los que hoy están en el exilio, que no activaran esa palanca. Seguro que entonces entendían que era inútil. Lo tendrían que recordar ahora y no alimentar más el mito. 

Con la retirada de Junts de un gobierno de coalición que podríamos describir como de centro, empieza una nueva etapa en la que los gobiernos de Catalunya se sostendrán en el tripartito de izquierdas: ERC, PSC y los comuns. Inevitablemente, serán gobiernos con poca capacidad de negociación con Madrid. Si presidirá ERC o PSC dependerá de quién tenga más diputados. ERC tendrá que elegir ahora entre dos estrategias: o bien situar su programa, en temas económicos y sociales, exactamente donde está el PSC, o bien competir con los comuns. En estos momentos esta más cerca de la segunda, pero la primera sería, electoralmente hablando, más inteligente. La radicalización de Junts dejará desamparado a un sector de votantes tradicionalmente convergents, de centroderecha y pragmáticos. Es un votante que entre una ERC situada, en el eje económico y social, donde está el PSC se inclinará por ERC, pero si ERC es percibida como más de izquierda que el PSC la tentación de votar al PSC será grande. Eso puede marcar la diferencia.

Con la formación del próximo gobierno empezaremos a ver cómo enfoca la situación una ERC que puede llenar todas las vacantes con cuadros propios o puede incluir a independientes de prestigio. Es lo que hizo Junts en su momento, con nombramientos que ahora echaremos de menos. ERC tendría que aspirar a hacer que el nuevo gobierno sea reconocido como igual o mejor que el saliente. Facilitaría el cierre de filas.  

¿Qué pasará a medio plazo con el centroderecha catalán soberanista y pragmático? Soy de la opinión de que no hay ninguna esperanza de que llegue a encontrar un hogar confortable en Junts. Esto ya lo pensaba en las últimas generales y en consecuencia creí en las posibilidades del PDECat. Pero el votante convergent tradicional, incluido el pragmático, se mantuvo fiel al exilio. El tiempo ha pasado y las limitaciones de Junts se van haciendo evidentes. Los liderazgos disidentes de la línea actual de Junts ya están emergiendo e incluyen muchos cuadros representativos en el mundo municipal y muchas personas de peso. Es una incógnita si darán el paso y se la jugarán en las elecciones municipales y generales. Si lo hacen no conseguirán un éxito inmediato. No es fácil consolidar organizaciones políticas de nueva creación. Pero se ha hecho. Se empieza por obtener algunos concejales y, sobre todo, algunos diputados, y a partir de aquí se va creciendo. Tanto Ciudadanos como la CUP empezaron con tres diputados. 

El ciclo de gobierno de izquierdas en Catalunya también llegará a su fin, pero si no hay una oposición de centroderecha preparada, a la vez firmemente soberanista y pragmática, la puerta quedará abierta a una alternativa muy tibiamente soberanista. Me puedo imaginar que, más allá de lo que quede de Junts, el territorio electoral de centroderecha y tradición catalanista se lo disputarán los herederos de Convergència y los herederos de Unió. El votante histórico de CiU de inclinación posibilista, o sus descendientes, tendrán que decidir Convergència o Unió. Es decir, entre un partido heredero de la Convergència pragmática –la del president Pujol– abierto a coaliciones con ERC o con el PSC, o un partido heredero de Unió abierto a una coalición con un PP de cara amable, si existe, o, menos probable, con el PSC. Pero si la sensibilidad convergent está capturada dentro de un Junts dominado por el maximalismo, la primera opción no existirá. 

 

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