El caso de la bandera desaparecida por Sant Jordi

Todo el mundo a corazón: ¡mira que ha habido días para que lloviera, y hay que poner a llover por Sant Jordi! Estábamos teniendo un abril demasiado seco y justamente esta semana es cuando comienza un cambio de tiempo que se ve que debe llover seguido seguido todo lo que no ha llovido durante el mes. Ojalá. Este año es muy difícil no ir con la lluvia. Este lunes por la tarde, la víspera era desoladora en el centro de Barcelona, ​​porque a ratos cayó un buen chaparrón, con piedra pequeña incluida, sobre las paradas, toldos y carpas a medio montar y era imposible sacar los libros de las cajas. Pero a estas alturas de la tormentosa relación(chiste o facecia) del 23 de abril con la meteorología, ya deberíamos saber que por Sant Jordi se sale de casa llorados, equipados y mirando el cielo por si acaso. Y si habíamos habilitado un presupuesto para libros, gastémoslo igual otro día, que los libros no desaparecen.

Como tampoco desaparece la bandera como motivo ornamental en fachadas, balcones, escaparates y todo tipo de tablas de libros y rosas, porque la catalanidad de la fiesta está asumida con toda naturalidad. Del único sitio que ha desaparecido la bandera es de los carteles de Sant Jordi del Ayuntamiento de Barcelona. Con los símbolos hace falta delicadeza y contención, pero no poner ni una bandera en un cartel que pretende evocar el ir y venir por las calles por Sant Jordi a la capital del país es no tener ni idea de qué pinta tienen las calles el 23 abril, lo que es inexcusable, o explicar qué elementos se consideran prescindibles, que es aún peor. Porque el efecto es de manual: al no aparecer la bandera, han subrayado su ausencia.