Los catalanes de la Florida

Los otros catalanes, como los llamó Paco Candel, viven en la Florida. De hecho, no solo en la Florida. Viven en el Raval, y en Santa Coloma, y en Badalona, y en la Bisbal, y en l'Ametlla de Mar. Allí donde la comunidad de origen ya se ha establecido.

Cuando Paco Candel escribió Els altres catalans en 1964, el mundo era otro y en las calles grises de Catalunya todo el mundo tenía una apariencia similar. Su crónica sobre la inmigración de la segunda mitad del siglo XX que malvivía en las chabolas fue imprescindible para entender el desarraigo, la miseria, los mecanismos de adaptación a la sociedad y la importancia de la lengua en la identidad y la integración. Pero esa crónica es historia de un país que ya no existe y que necesita mirarse a sí mismo con ojos nuevos y actuar políticamente si quiere ser una sociedad cohesionada y de progreso.

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Los catalanes hace tiempo que no son blancos y católicos. Para entendernos: la pujoliana hija de Jennifer ya tiene trece años y sueña con colarse en el Sant Jordi Club para cantar las letras de Morad con su crush, el malote de Hakim.

La pregunta sigue siendo “quiénes somos”, y si queremos respuestas útiles hay que escuchar a los chicos y chicas nacidos en Catalunya, escolarizados en catalán y que, sean de origen paquistaní o magrebí, han crecido durante la gran crisis del 2008 y la pandemia. Estos son los otros catalanes de hoy. En la Florida, como muy bien explica la reportera Mònica Bernabé, los chicos de Morad son catalanes sin voz reconocida en la sociedad de acogida de sus padres. Que viven la desigualdad y la discriminación ("moros de mierda") y crecen en el marco adolescente del imaginario del esfuerzo viril y el reconocimiento de grupo. Jóvenes que también viven la fractura generacional y que quizá se identifiquen por la religión.

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En palabras del demógrafo Andreu Domingo sobre la inmigración marroquí en el país, la rabia acumulada “se dirige también contra la propia comunidad musulmana, empezando por la generación de los progenitores, deslegitimada por la aceptación de su posición subordinada”. En este contexto juvenil, en el que también se da un índice de paro y de abandono escolar desproporcionadamente altos, el repliegue identitario o la alienación están servidos. Igual que está servida la importancia de la religión como factor identitario si no hay valores cívicos compartidos que cohesionen y, especialmente, si el ascensor social no funciona.

La retórica del ocaso

El imperio de las emociones domina la conversación sobre la inmigración en todas partes. Concentra todas las angustias de los tiempos y se expresa con discursos simples. En un contexto de incertidumbre, el terreno está abonado para que se extiendan las metáforas del ocaso y las teorías conspirativas diversas vinculadas a los cambios demográficos que se han producido. Básicamente, por el descenso sostenido de la fecundidad en el primer tercio del siglo XX en Europa, el aumento de proporción de personas mayores de 64 años debido a la acción combinada del alargamiento de la esperanza de vida y la baja fecundidad y las migraciones. Esta realidad transforma el paisaje humano y, en palabras del subdirector del Centro de Estudios Demográficos Andreu Domingo en el libro Catalunya 3D. Demografia, diversitat i democràcia ( L'Avenç), ideas como el suicidio demográfico, el invierno demográfico y el gran reemplazo se filtran. Ideas que consiguen “asumir el contenido retrógrado a quienes, despreocupadamente, las adoptan sin necesidad de que compartan la filiación política”. El resultado es que "la aceptación y el uso de esta alegoría imponen una determinada brújula en nuestro mapa cognitivo con la flecha peligrosamente orientada hacia el fascismo".

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La metamorfosis

La demografía, la diversidad de la población y la democracia están conectadas. La metamorfosis de nuestra sociedad es continua, y es absurdo quedarse atrapado en un pasado idealizado y quizás mitificado por inexistente. La sociedad cambia al margen de la voluntad política, pero la gestión pública resulta útil. Que existan oportunidades educativas y laborales, referentes, territorios físicos y culturales comunes, respecto a la diferencia y reconocimiento humano, incide muy directamente en la cohesión social, el progreso y también en la participación democrática. Los ejemplos de fracaso los tenemos en Francia. Aún estamos a tiempo de hacerlo mejor, pero esto requiere valentía política, conocer la realidad y tener una idea de ciudadanía y de país a largo plazo que deje claro los derechos y deberes compartidos. Si fuera necesaria una sola herramienta de cohesión, se llamaría Escuela.