Cataluña: hemos hecho corto en todo
1. Lluís Bassat hizo el anuncio de "Soms 6 milions" en 1987. Era un eslogan magnífico que, tan sólo con tres palabras y en primera persona del plural, integraba a todo el mundo e inmortalizaba la fotografía demográfica de un momento histórico. En el 2023, Catalunya superó por primera vez la cifra de los 8 millones de habitantes y lo grave es que parece que nadie lo había previsto. Somos otros dos millones de personas que hace treinta y cinco años y hemos reventado las costuras del país porque la política de mirada corta nos ha llevado a la situación actual. Los partidos políticos sin excepción, cuando están en el poder, trabajan básicamente para conseguir votos para la próxima legislatura, se llenan la boca de iniciativas a medio plazo y se olvidan de planificar para el mundo de sus nietos. Se olvidan que ellos pasarán, Catalunya quedará y las próximas generaciones sufrirán las consecuencias de estas políticas de chorrito delgado que, en estos momentos, nos ahogan.
2. El resultado es que hemos hecho corto en casi todo, miremos el ámbito que miremos. Era evidente que con ocho millones de personas faltarían médicos y no se le ha remediado. Un año más, es la carrera más pedida por quienes terminan el bachillerato, pero hay muchos estudiantes que se han quedado fuera. Apenas entran 200 futuros médicos en el Clínic, 325 en la Autònoma y quien día pasa, año empuja. Sin movernos de la prioridad sanitaria, en Catalunya faltan 20.000 enfermeras para alcanzar el ratio europeo. ¿Nadie vio a venir, tampoco, que si pasábamos de 6 a 8 millones de personas, faltarían viviendas? ¿Nadie planificó que si la gente es más metropolitana que hace treinta años, y ha tendido a vivir hacia el litoral y el prelitoral, las carreteras quedarían colapsadas y se necesitarían más trenes y más vías y más carreteras que dieran aire a la población? Sólo con la ausencia del Corredor Mediterráneo y el caos de Cercanías vamos un cuarto de siglo tarde. Y las soluciones que ahora nos prometen –una vez más–, con un traspaso de Cercanías de medias tintas, suenan a parches para engatusarnos durante toda otra generación. ¿Nadie previó, tampoco, que con tanto cambio climático, debíamos prepararnos para sequías severas? Y cuando llega una, parece que sólo nos queda el método Baltasar, de ir a Montserrat y rezar. Nadie pensó que si una cuarta parte de la población ya ha nacido fuera de Cataluña, ¿el catalán sería la lengua materna de un porcentaje cada vez más escaso de la población? ¿Nadie previó que en las escuelas llegarían –quizás a medio curso– niños con otra cultura y otra lengua y que eso requeriría un cambio de gestión de las aulas? Por lo que hemos leído en los últimos meses con las noticias que salpican a la DGAIA, tampoco nadie supo ver que se les desbordaría el servicio de atención a la infancia y, ahora, los resultados son los que son. ¿Nadie se olió que serían necesarias más familias que acogieran temporalmente a niños que están en centros de menores? ¿Hablamos del callejón sin salida de la justicia? ¿Tocamos, de nuevo, la ampliación del aeropuerto? ¿O prefiere que hablemos de la fila india de camiones en la AP-7, de Salses a Guardamar? ¿Seguimos?
3. Hubo un momento, a principios del siglo pasado, cuando éramos muchos menos y Europa no se había distraído con guerras devastadoras, que alguien pensó cómo hacer que la electricidad llegara a todo el país, y que tuvo el ingenio para regular la energía que generaban los ríos, y se planificó un plan de carreteras, principales y secundarias, para conectar. Y no pensaban que fuera para que circulara la gente de ese momento, sino que eran obras e infraestructuras que ya preveían el crecimiento demográfico del futuro. ¿Dónde están, hoy, aquellos políticos capaces de adelantarse a su tiempo y pensar en las necesidades, de todo tipo, de la Catalunya del 2060? Entonces, seguramente, seremos más de 10 millones.