Completando 'La vida de Brian'

Hace tiempo que se utiliza, como broma, la comparación entre el independentismo y el catalanismo con la película La vida de Brian, de los Monty Python. En concreto, todo el mundo recuerda la escena en la que se enfrentan el Frente Popular de Judea y el Frente Judaico Popular, dos grupos marginales, difíciles de distinguir entre ellos a primera vista, y que sin embargo se odian con una ferocidad leonina. "Odiamos a los romanos, pero sobre todo odiamos al Frente Popular de Judea". Los Monty Python apuntaban a su capacidad satírica en una doble dirección. Por un lado, contra los abusos de poder del imperialismo y los sistemas de pensamiento cerrados, como las religiones. Por otro, contra la ineficacia y las miserias internas (a menudo ligadas a los egos de los líderes) de los movimientos que quieren ser alternativos y transformadores. Tiene razón Terry Gilliam cuando dice que, hoy, una película como La vida de Brian sería recibida con gran hostilidad: se verían caricaturizados unos y otros, e inmediatamente unos y otros acusarían a los cómics de trabajar para el enemigo.

El caso es que, además de la ya mencionada, con los años del post-Proceso el independentismo catalán ha ido imitando otras escenas de La vida de Brian: las asambleas interminables para decidir cuestiones triviales, o para postergar decisiones, o para acabar confirmando decisiones ya tomadas de antemano por la dirección, por ejemplo. O bien los falsos predicadores y los charlatanes, que vaticinan desastres y apocalipsis encaramados en pedestales ridículos y con una retórica absurda y estrafalaria. Ahora hemos llegado a la escena culminante: la del escuadrón suicida. Un grupo de individuos que, cuando el pobre Brian ya está enclavado en la cruz, comparecen ante sí supuestamente para salvarle. Sin embargo, en lugar de eso lo que hacen es quitar las espadas y atravesarse ellos mismos. Brian, crucificado, sólo puede mirárselos impotente, haciéndose cruces (perdón) de tanta inoperancia. Inoperancia solemne, eso sí, porque el escuadrón suicida le pone pompa y gravedad, en sus acciones suicidas.

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Poco a poco, el independentismo catalán se ha convertido en una versión poco graciosa de una gran película cómica. Quien se enfade pensando que la comparación va por Junts y su gesto de esta semana acierta sólo a medias, porque en realidad es válida para éste y para tantos otros episodios de los últimos años, protagonizados por Junts y por ERC, y en algunas ocasiones (menos) por la CUP. Esto tiene que ver con un fenómeno que no es privativo del independentismo catalán, sino que afecta a la política occidental en su conjunto y que podemos sospechar que también tiene relación con el auge de los populismos y las extremas derechas: el abuso de la demoscopia, el subordinar la toma de decisiones a la consulta constante y obsesiva en las encuestas, son trackings, con los gabinetes demoscópicos convertidos en los nuevos arúspices que barajaban vísceras de pollos. Si queremos mirar la parte positiva, la del escuadrón suicida al menos es ya la escena final del filme: después, para los créditos, ya se ponen a cantar y silbar la maravillosa Always look on the bright side of life.