El congreso de Esquerra Republicana

Uno de los libros de análisis político más sólidos sobre el tráfico del Proceso en el post-Proceso fue Principio de realidad. Una propuesta para el día siguiente al proceso, de Jordi Muñoz, aparecido en marzo del 2020. Previamente, en el 2018, en plena ola represiva, Esquerra se había arriesgado reorientando su estrategia de construcción de una mayoría social por la República a las condiciones de un ciclo mucho más largo y empinada que la anterior. Aunque una parte muy significativa del independentismo seguía enganchada a la épica declaratoria y la jugada maestra, pareció que esa reorientación era bien entendida por el electorado. Hasta que en el ciclo último, gobernando en la Generalitat, el partido republicano ha acumulado malos resultados y han quedado al descubierto las consecuencias de no haber realizado el debate interno con la profundidad que el giro requería. Esto ha coincidido con un entorno independentista abocado al tacticismo partidista insustancial, a las rencillas de salón políticamente irrelevantes. Y ha coincidido también con un protagonismo institucional creciente de Esquerra Republicana mientras mermaba su vinculación a los movimientos y movilizaciones sociales. Añadamos la indignidad incompetente de varios aprendices de brujo que no rendían cuentas a los órganos internos de control. ¿Qué podía ir mal?

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El próximo congreso de Esquerra Republicana tendrá que abordar todo esto. Éstos son los temas. Pero el clima interno se ha envenenado y todo se ha querido personalizar. Como si se tratara de un populismo cualquiera, o de un partido sin proyecto que debiera construirse en torno al atractivo carismático de alguien, y no sobre principios, análisis y propuestas de intervención política. De hecho, este congreso ya nacerá demasiado personalizado para tener que cargar, aún, con la incongruencia de votar primero a las personas y dejar para después el debate político interno. Un debate que es urgente y que es necesario calificar y situar en relación con los grandes temas que condicionan la vida de todos. Un debate que, además de las cuestiones ideológicas y políticas fundamentales, deberá incluir también todas las cosas relativas al modelo organizativo y sus mecanismos de democracia interna, el modelo de militancia o los protocolos y compromisos éticos. Un congreso para despersonalizar el proyecto y para desinstitucionalizarlo; para aterrizarlo y reconectarlo socialmente.

Las grandes transformaciones históricas, las verdaderamente profundas, las que cambian las formas de vida y las mentalidades de la gente, necesitan tiempo para desarrollarse y afianzarse. Pueden tener aceleraciones, incluso días gloriosos. Podemos identificar momentos, episodios y quizás personajes decisivos. Pero siempre son, en definitiva, el resultado de procesos de cambio complejos. Carreras de relieves. Por eso estas transformaciones históricas no tienen autor. Pueden tener figuras emblemáticas y días de conmemoración y celebración. Pero son el resultado de esfuerzos colectivos, de la energía acumulada de muchas iniciativas y movilizaciones. Fruto de muchas aportaciones. De muchas personas que consideran su contribución anónima a la causa como una suficiente recompensa.

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En Cataluña, el objetivo combinado de la emancipación social popular vinculada a la emancipación nacional ha tenido diversas formulaciones políticas de orientación izquierdista y soberanista. Con períodos rellenos de avances significativos, con hitos ambiciosos que parecían al alcance; pero también con etapas de sufrimiento, clandestinidad, represión y persecución. La historia contemporánea del país va llena. Sin desmerecer la trascendencia histórica de las demás, la principal formación política que, continuadamente y desde su fundación, ha enarbolado como si fueran una las banderas del cambio social y la soberanía nacional, recogiendo y dando continuidad a la larga tradición del republicanismo obrero y popular del país, es Izquierda Republicana.

El congreso de Esquerra de finales de noviembre tiene como horizonte principal interpretar bien en qué punto estamos dentro del camino hacia la construcción de una mayoría social democrática que nos permita construir una República comprometida con la defensa de la justicia, las libertades, el bienestar y la paz. Venimos de una larga resaca después de un tiempo ilusionante y estimulante. La resaca no le ha provocado la victoria del 1 de Octubre, sino la incapacidad posterior de administrarla cuando quedó violentamente establecida la impunidad represiva del Estado y cuál era la verdadera correlación de fuerzas sociales (no sólo las electorales). El ciclo es ahora nuevo. Y con la experiencia acumulada, desde la izquierda soberanista deberíamos saber volver a conectar con la gente que queremos a nuestro lado ya la que queremos servir. No se trata de mirar atrás y rehacer el trayecto con el mismo equipo para que ahora pueda hacer bien lo que en otro momento no supo o simplemente no hizo. Se trata de mirar adelante, interpretar el mundo en el que estamos y el mundo que viene. De proponer cómo encararlo. Y encontrar a la gente generosa que quiera formar parte del nuevo equipo y disputar la nueva partida.