Una crema de bandera

Mal día para mis cincuenta mejores amigas y yo, que consideramos que, por ejemplo, si el Tribunal Constitucional tumba el decreto de pobreza energética, se tiene derecho, por ejemplo, a calentarse quemando un libro. Por ejemplo, la Constitución, que dice que todos los españoles tienen derecho a una vivienda digna. Por ejemplo. En el caso de mis cincuenta mejores amigas y yo, y siempre pensando en los amados queridos de Vox, la Constitución permite quemar la Constitución. Donald Trump ha amenazado con un año de cárcel a quien arda la bandera estadounidense. Era una bandera que tradicionalmente había podido arder, hasta el punto de que algunos ejemplares ya los venden ignífugos.

Quien arde una bandera, o un libro sagrado, está haciendo un gesto simbólico. Cómo escupir sobre una tumba, besar unos pies, levantar el dedo del medio, hacer una butifarra, dar la danza de la lluvia, golpearte el pecho en señal de dolor. Puedes realizar gestos obscenos, ofensivos, amorosos o guerreros. Y los dirigentes de los países, cómo no, pueden decretar, prohibir y censurar.

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Que quemar la bandera ignífuga te cueste un año de prisión hace visible que hay mucha gente que quiere quemarla. Que quiere cometer sobre ella ese gesto simbólico. Donald Trump seguramente equipara la bandera a él. Él "es" América. Si alguien quema la bandera le queman a él. Por tanto, en la cárcel. Todo dirigente autoritario y algo grande y ligeramente calabaza puede hacerlo. Pero debe vigilar mucho. Cuando prohíbes, decretas o censuras, cuando reprimes, no te interesa nada quedar como taloso. Talós no, por favor. Tan idiota como quieras, pero taloso, nunca.