Delitos de odio contra el catalán
Aquella persona que viva en Catalunya y diga que odia al catalán tiene una solución muy fácil para dejar de sufrir: joder el campo del país. Como aquí no se obliga a nadie a venir a vivir, hoy mismo puede irse a la hora que quiera, que descansará, ella y nosotros. No son muchos, pero hacen mucho ruido, sobre todo cuando trabajan cara al público. Y, por supuesto, hacen más ruido que los miles y miles de personas que aprenden, hablan y se relacionan en catalán.
No hemos tenido que sufrir unas dictaduras y el"habla en cristiano" para que ahora venga quien sea y nos exija que nos dirijamos en castellano o en inglés o se permita decir en un local público que odia nuestra lengua o nuestra música, en aras de no sé qué trastorno conductual convertido en supremacismo étnico multicultural que, por supuesto, no tenemos por qué aguantarle.
En Cataluña el "en catalán, no", no puede existir en el espacio público. El sociolingüista que todos llevamos dentro identifica rápidamente que una lengua sin pasaporte propio no tiene el mismo respeto que la que sí lo tiene porque en nuestra organización mental son mucho más importantes las fronteras políticas que las culturales. Sobre todo cuando, como es el caso del catalán, una lengua convive en la calle con otra de la potencia y protección legal del español.
Tienen mucha responsabilidad los empresarios que permiten que esto suceda. Pero sobre todo tiene la responsabilidad el Govern. A ver si al final resultará que junto a una actitud justa como es denunciar y castigar todo tipo de delitos de odio nos parece que no es necesario actuar contra quienes se permiten decir en público que nos odian. Si no aprenden a amar, que por lo menos aprendan a respetar. Porque si odian el catalán, me odian a mí. Y este tipo de personas, cuanto más lejos, mejor.