Propósitos y despropósitos
Estos días muchos se harán propósitos de año nuevo. Unos intentarán hacer régimen o apuntarse al gimnasio, con la idea de ir tres veces por semana que la rutina convertirá en una tarde, si hay suerte. Otros intentarán llegar a final de mes dignamente o quizás ahorrar, pero la inflación se comerá en parte las buenas intenciones. Muchos pensarán en centrarse más en las cosas importantes y virarán hacia el trabajo o la familia, en el equilibrio más difícil del circo de tres pistas vital. Quizás, por unos días, la mayoría de los bienintencionados tendrán vidas más equilibradas antes de que la fuerza de la inercia se imponga. Aquellos que consigan mantener sus aspiraciones por encima de la fuerza de la rutina y la mediocridad serán nuestros héroes. Salud y admiración para todos aquellos que consigan hacer las cosas diferentes a su alrededor, que conviertan la inercia en polvo. Será en el ámbito individual donde podemos marcar el terreno de juego en el que estamos dispuestos a jugar la partida o, dicho de otro modo, elegir la pista de circo donde estamos dispuestos a colgar el trapecio que nos toca a cada uno, seamos periodistas, electricistas, maestros o financieros. Ciudadanos, en definitiva.
AÑO POLÍTICO
El terreno de juego común pinta complicado para los que creen que la política es una herramienta de transformación profunda y de progreso. De hecho, tanto la política catalana como la española están ya internamente condicionadas por las elecciones municipales y autonómicas y ya se sabe que la capacidad de consenso y pacto es inversamente proporcional a la distancia que separa de unos comicios. Por lo tanto, no se divisan ni grandes acuerdos, ni estrategias a largo plazo que sean realmente transformadoras, a pesar de que los trenes nos van pasando por delante en forma de fondos europeos y ningún competidor mundial nos está esperando.
Sería magnífico desmentir los malos augurios con un acuerdo parlamentario mayoritario sobre transformación energética, o sobre el impulso de la lengua y el conocimiento del inglés en las aulas, o con una iniciativa contundente de lucha contra el paro juvenil, sobre el reforzamiento del sistema sanitario o la universidad y la investigación. Mientras esperamos, mejor que las empresas catalanas que sigan orientadas a la exportación en Europa no esperen la actuación de la mano pública; que cada uno mire qué tiene en las propias manos para contribuir a hacer un país más grande, más rico, más culto, más cohesionado y con más calidad democrática.
RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL
El futuro está en manos de todos y es parte de nuestra responsabilidad en el ARA hacer periodismo riguroso, de calidad, independiente; y acoger y potenciar el debate respetuoso. Sería magnífico ser un ágora rica, diversa y civilizada. Nosotros, como dice nuestro manifiesto fundacional, seguiremos haciendo “periodismo a favor de lo que nos hace grandes, en contra de lo que nos empequeñece, con la autoexigencia máxima y la búsqueda de la excelencia”, “inspirados en el sentido crítico, pero no instalados en la crítica”, y seguiremos siendo un diario optimista en un país que queremos “en concordia, cohesión social, dinámico y plenamente integrado en Europa”.
La calidad del debate depende también de las formas. Se trata de analizar y de discrepar sobre todos los temas con argumentos y sin despreciar ni insultar al adversario. Grandes articulistas en estas páginas nos han enseñado que la ironía es el arma más afilada de la inteligencia.
Trabajaremos por un país diverso que valore a las personas por sus capacidades y su contribución a lo que nos es común, vengan de donde vengan. Entre los mundos soñados y la realidad hay una distancia hecha de decepciones y la intensidad de las emociones no añade racionalidad a los argumentos. Vivimos en un país mestizo, diverso, con una lengua en retroceso que nos necesita militantes y que no avanzará si no va vinculada a una esperanza de futuro inclusivo y de progreso social y económico. La opción es la derrota permanente, si no se apuesta por un país ganador e integrador y no a la defensiva, enrocado en la pureza. En definitiva, los otros catalanes de ayer son los que salvarán la lengua hoy y los nuevos catalanes de hoy son el futuro.
En cuanto al debate de ideas, seguiremos abiertos al mundo y analizando riesgos y oportunidades. Vigilaremos que la amenaza del populismo que cabalga en otras latitudes no se filtre entre nosotros y que la ultraderecha parlamentaria no imponga su marco de discusión. También seguiremos denunciando el abuso de poder y la perversión de la justicia en un estado capturado por unas élites profundamente arraigadas en la oscuridad del franquismo.
RENDIR CUENTAS
Políticamente, el elefante en la habitación, el gran tema pendiente para poder mirar al futuro, es el retorno de los exiliados. No habrá posibilidad de una solución estable de España respecto al soberanismo sin una garantía de retorno del exilio. En cambio, con los presos políticos en la calle se ha liberado la capacidad de hacer balance y evaluar los aciertos y los errores. De ver claramente las traiciones internas, las deslealtades que hasta hoy todavía lastran las relaciones entre los partidos soberanistas y debilitan su mayoría parlamentaria. En el apartado del balance también se puede incluir cómo se derrochó el potencial de movilización pacífica y constructiva de la calle. Sobre todo para evitar que el mal humor y la frustración arrasen una década en la que ha habido pasivos pero también activos. A nadie se le escapa que el soberanismo ha estado en la agenda internacional cuando ha generado empatía y se ha cargado de razones democráticas y pacíficas. Todos los activos se ponen en riesgo cuando la actitud es residual y a la defensiva, y no inclusiva y ambiciosa.
¡Ah! Y otro propósito que haría mejor el mundo: no confundir la burbuja y la simplicidad de Twitter con la realidad, que siempre es más compleja. Y, sobre todo, no contribuir a convertirlo en un pozo de ira.