Diplomacia Avellanas para Sijena
Un homínido coge un hueso de tierra y lo arroja al espacio. Un salto de 4 millones de años. El futuro es este hueso hecho nave sideral allá arriba. El inicio de 2001: una odisea del espacio pasó de verdad al monasterio de Les Avellanes. Hoy, las capitombes espacio-tiempo no paran de dar vueltas. Stanley Kubrick ya quiere salir del ataúd.
Un hombre acosado por ayer y mañana pica en la puerta de la iglesia de Vilanova de la Sal el 2 de octubre de 1906. Josep Utgé lleva kilómetros corriendo. Es el mayordomo de Avellanas. Para servirlos. Sí, es eso: aquí tiene una caja de un metro de largo, cuarenta y dos centímetros de ancho y treinta de profundidad. Pero ¿dónde la pondremos? Aquí. Dentro de una tumba en medio de la iglesia. Ahora, al muerto, le acompañan ocho siglos de historia y varios cadáveres más: los huesos de los condes de Urgell.
El secreto pasó de boca en boca y nunca salió de la boca. Los pueblos son cajas fuertes de memoria y piel. Pero en 1967 salieron. Los huesos de los condes van de Vilanova de la Sal al monasterio de Avellanas. En 1967 clona en 1166, cuando los condes de Urgell, Ermengol VII y Dolça de Foix, a partir de los trozos fundan la abadía de Bellpuig de les Avellanes. En pleno franquismo parece estar en la Edad Media. Sólo un detalle desconocido de una locura colectiva que va de los campesinos a la nobleza. En el castillo de la Ràpita, a orillas de Balaguer, se hizo una comida fúnebre (¡por la digestión de los muertos!) y se izó solía… la bandera del condado de Urgell. Alucina: espada desenvainada con torta de recauda. Los huesos volvieron a casa, pero les dolía la espalda.
Primero, en 1906, Josep Utgé se deslomó agarrándolos a pedazos, a contrarreloj. Antes de que se vayan sus camas, su espíritu: los sepulcros de los condes de Urgel. El propietario del monasterio de Les Avellanes, el banquero Agustí Santesmasses, se les ha vendido a un anticuario de Vitoria. Y terminarán en Nueva York, en el Museo The Cloisters. Muy bestia. El pueblo clama al cielo y llora en la tierra. Se han vendido nuestros muertos. Las caras más luminosas del arte gótico catalán en horizontal. Una de las cimas de la historia política, artística, genética: la Catalunya condal. Se nos han vendido. Nadie jamás ha descansado. Pero un día se dejó de llorar.
Las lágrimas se convirtieron en vida: somos los bits, los dígitos, de la vida que no muere. Desde 2016 un proyecto gestado por la Diputación de Lleida y el monasterio de les Avellanes comienza la operación retorno clonado. Primero, escanear los sepulcros que existen en Nueva York. Después, reconstruirlos en Cataluña. Los yanquis han alucinado albóndigas con sepia con la pionera tecnología catalana de los artesanos tecnólogos de la Garrotxa, con Francesc Montero a la cabeza. Nunca lo habían hecho. Y tenemos ya el del vizconde Álvaro II. El conde Álvaro I y la condesa Cecilia de Foix, a punto. Y después vendrá el conde Ermengol X. Los cuerpos vuelven en 3D y los huesos resucitan.
Estamos ante un nuevo lenguaje planetario y de país. El diálogo Estados Unidos-Cataluña. La conversación Nueva York-Avellanes. Ellos tienen los sarcófagos reales, pero nosotros tenemos la memoria, la historia. Hardware y software. Todo el mundo se necesita para comprender. El nacimiento de una nueva diplomacia por resolver batallas museísticas, patrimoniales. Dentro de las cajas está todo: el pasado y el futuro. Seremos nación por clonación. Seremos mundo por contaminación. Pero seremos por lucha: éste es el Juego-Choque de Tronos. La guerra es de tú a tú. Los condes de Urgell lo sabían cuando decidieron enterrarse en Avellanes: capital de la eternidad de la vida.