Educar con leche de gato

No sé si me puede ayudar. No recuerdo cuántos gatos he tenido en mi vida. Cientos, seguro. Y a todos les pongo el mismo nombre: Minin. Igualdad nominal. Los gatos son yo; yo soy los gatos. Ahora miraba al gato cien-no-sé-cuántos-hace-que-tengo. Nació cuatro meses atrás. En este punto su madre ya le da garra. Quiere decir esto: que no lo quiere. La mujer por agrietado. Esquerar. Ésta es la cuestión. La gata le dice: ya vas harto, ave, espabil. Y la puerta de la vida se abre.

Hay un momento en que esto ocurre. Mamá, mimosa, tierna, melosa, hace: ffffffffff. Lo suficiente. Y ésta es la enseñanza. Bien popa, ya no mames más. El cambio es como interruptor. Instantáneo. Se pasa de la peli romántica al psycho killer. El amor es esto. Si tienes hijos es porque vuelen, no porque vivan imantados en un pezón doméstico, incandescente, inalterable, fijo, continuo. Algunos querían un hijo y acaban educando a una central lechera, un ser de hormigón armado amorrado a una hormigonera modelo mama subvencionada estilo porque-yo-lo-valgo. Las no obras de dar vueltas y vueltas hace ya días que duran.

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Hay padres que no tienen hijos gatos, pero tienen hijos bípedos homínidos. Y les da miedo todo. No les sequían ni por el dolor de morir. Ni saben qué significa ese verbo. No le conjugan. Porque tienen los engendres en el congelador. Como esperma que nunca debe llegar a ninguna parte, que no debe ser nada. En verano verá niños como pingüinos. Dando vueltas espasmódicas por los pasillos de aire ártico acondicionado. Atmósfera de lecho frigorífico mortuorio. No salen de casa. O si salen van a sitios controlados por las leyes de los neogobiernos antimigración de niños. No lleves al hijo fuera de las fronteras que yo he diseñado. Por ejemplo, no los lleves de colonias, perfumes, campamentos.

Hay un tipo de padre que nunca dejará que su niño se marche unos días fuera de casa. Hay canguelo prefabricado. Ay, ey, uy. Pero sí que lo hartará de jeringuillas de azúcar, o de pantallas, o de lo que sea por todos los orificios del cuerpo. Hay verdaderos movimientos de padres indigentes anti que mi hijo sólo le toque yo con correa y cascabel. Que si se tiene que aclarar lo haga con la construcción de la puerta de casa. Por eso no me extraña la queja de muela carnívora.

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Marrameu. Afortunadamente hay chavales educados como los gatos. Acción Escucha de Cataluña, Escuchas Catalanes, Minyons Escoltes y Guías de Cataluña, Esplais Catalanes y Movimiento de Centros de Esplai Cristianos Catalanes han denunciado el coitus interruptus forzoso de los campamentos de verano. Dicen que les han comunicado que deben cerrar 79 de los 156 terrenos de acampada por falta de autorización de la Agencia Catalana del Agua. Miauuu. Podéis imaginar la zaragata humana, económica, enérgica: más de doce mil chicos y jóvenes afectados. Detrás de todo esto hay una palabra: el estado nacional burocrático en el que vivimos. La burocracia es una epidemia de sobredosis. Nos han convertido en yonquis que necesitamos papeles y más papeles. Nos inoculan el mono por decreto ley. Es necesario ser un drogadicto del sistema. Nos quieren en los centros de metadona: en casa.

No vaya a hacer campamentos. No haga nada. Y sobre todo siempre lecheta droguilla. Siempre antinatura. Siempre irreal. Así se está educando en este país: no repetir curso, no leer, no deberes, no regañar, no, no. Y todo mojado con burocracia. Y todo en nombre de la santa leche, pero la real, no ese fluido blanco o amarillento segregado por las glándulas mamarias de las hembras de los mamíferos, que sirve para el nutrimiento de sus crías. No. La otra leche: la hostia, el varapalo, el haba, el castaño, el flist-flast.