Ensanchar la base: una buena estrategia mal ejecutada
Hay estrategias que no funcionan porque sencillamente parten de una mala teoría basada en un análisis erróneo. Y hay estrategias que no funcionan no porque no sean buenas estrategias, sino porque simplemente están mal ejecutadas. La estrategia republicana, para resumirlo mucho, de "ensanchar la base" creo, contra lo que opinan los que hoy están haciendo astillas, que forma parte de las segundas, no de las primeras.
La estrategia de ensanchar la base, que, de hecho, empezó a amasarse en los entornos de ERC en tiempos de Carod-Rovira, pasa, fundamentalmente, por situar al histórico partido republicano nítidamente en el campo de juego de las izquierdas, históricamente dominado por el PSC. Quería conseguirse extender el soberanismo o el independentismo penetrante, fundamentalmente aunque no únicamente, en la conurbación urbana de Barcelona. El reto consistía, y consiste todavía, en convencer a las clases populares urbanas del país de que la independencia, mejor que ninguna otra fórmula, podía satisfacer sus necesidades y servir a sus intereses económicos y sociales o, si lo prefieren, de clase.
Este plan, que he resumido quizás demasiado sumariamente, se complementaba con la idea de que era posible y había que promover un "independentismo no nacionalista", o sea, un independentismo movido más por la perspectiva de un país que funcionara mejor y fuera socialmente más justo que no por los vínculos lingüísticos, culturales e identitarios. Quizás quien de forma más brillante elaboró esta idea fue Xavier Rubert de Ventós, en su libro De la identidad a la independencia. La primera edición apareció en 1999. Todo lo que he intentado escribir sirvió a ERC de argumento –algunos dirán que de coartada– para subir a bordo del primer tripartito, que fue presidido por Pasqual Maragall, y también del segundo , con José Montilla.
Vicenç Villatoro, en un desgarrador artículo titulado Cuando la base se encoge, ha recordado que los objetivos teóricos de la estrategia de "ensanchar la base" eran tres: a) hacer crecer el independentismo, b) que el independentismo fuera mayoritario entre las izquierdas superando al PSC yc) que finalmente el independentismo de izquierdas fuera más fuerte que el de centroderecha.
Mientras en el País Vasco, constata Villatoro, en EH Bildu –aliado de ERC– la estrategia de "ensanchar la base" le ha salido bien, en Catalunya los republicanos han fracasado. De forma muy llamativa en el último ciclo electoral. Sin embargo, me da la impresión de que no ha sido por culpa del aparato teórico ni del diseño estratégico. Considero, además, que la unidad del independentismo debe ser posterior, no anterior, a su crecimiento social. La unidad debe ser, y debe ser sagrada, cuando el independentismo es suficientemente mayoritario y transversal. Y, en concreto, cuando se propone asumir desafíos serios, de país. No antes. Pienso, como decía al inicio de estas líneas, que la estrategia de ensanchar la base es una buena estrategia. Que ha resultado infructuosa por la forma, espantosamente desviada, cómo se ha ejecutado. Para mí, existen dos grandes causas de esto último.
La primera es que ERC nunca ha encontrado, porque no lo ha querido lo suficiente o no lo ha sabido, la forma de dirigirse y sintonizar con aquellos sectores de la ciudadanía que justamente tenían que ensanchar la base. No es suficiente con mostrar aquí y allá Gabriel Rufián, para entendernos. Se trata de una operación que debe ser planteada mucho más en serio, de forma más consciente y profunda. Con gran sensibilidad y muchas dosis de empatía. Los republicanos han logrado algunos éxitos en algunas ciudades concretas –Sant Vicenç dels Horts, de donde Junqueras fue alcalde entre el 2011 y el 2015, es un ejemplo–, pero el balance es en conjunto absolutamente insuficiente.
El segundo es que con demasiada frecuencia los dirigentes de ERC han situado el tercer objetivo (imponerse al centroderecha soberanista o independentista) como gran prioridad. Demasiadas veces, de forma incoherente, se ha caído en la tentación de querer combatir y derrotar a Junts (antes CiU), olvidando de forma suicida que el primero, según su propia doctrina, que Esquerra tenía que hacer era envigorar su espacio en el hemisferio político izquierdo. La manía de pasar el arado frente a los bueyes ha sido constante y finalmente letal. Mientras ERC se dedicaba a trabajar del centro hacia la izquierda, CiU o Junts debían hacerlo del centro hacia la derecha. Éste debía ser el pacto implícito. En lugar de eso, ERC se ha obsesionado en atacar –a menudo empujados sus dirigentes por agravios y rencores personales– el centro liberal o conservador, afán extenuante, que le ha desviado de su rumbo y que –aparte de favorecer el PSC– ha resultado estéril.
La derrota de octubre de 2017 tiene que ver con la anterior. Arrastrados por la competencia feroz de una con otra, las dos grandes fuerzas soberanistas acabaron precipitándose alocadamente, lanzándose mucho antes de tiempo hacia la declaración de independencia fallida, aunque sabían, lo sabían los suyos principales dirigentes, que una vez allí no había salida posible.