Qué escuchará Felipe VI en Montserrat
El rey visita Cataluña. ¿Quiere hacerse perdonar? No. El discurso del 3 de octubre del 2017 volvería a hacerlo. Estaba en peligro la unidad de España. El referédum había vulnerado la Constitución. El resto –que apalizaran a la media Cataluña que fue a votar ilusionada– era una cuestión secundaria. No se refirió entonces a ello ni se referirá ahora. Pero sí quiere "normalizar" su imagen en Cataluña. Quiere ser el rey de todos los españoles, también de los catalanes que un día fueron irredentos.
Por eso ha elegido ir al monasterio de Montserrat, un lugar donde todo el mundo es bienvenido: símbolo de la catalanidad acogedora, de una identidad milenaria abierta, de una dignidad cívica pacífica. La regla de san Benito se fundamenta en la idea de paz y en el ora et labora. También irá a Badía del Vallés, ciudad que representa a la Cataluña que acogió la inmigración masiva española en el siglo XX: vista desde el aire, tiene forma de mapa de España. Se construyó entre 1970 y 1973 y la inauguró el entonces príncipe Juan Carlos en 1975, hace cincuenta años. La promovió la dictadura franquista, al igual que la dictadura anterior (la de Primo de Rivera) había promovido el Pueblo Español en Montjuic. Es decir, el rey visita un símbolo de continuidad de la catalanidad y un símbolo de españolidad de Cataluña.
En Badia del Vallès se sentirá cómodo. ¿Cómo se sentirá en Montserrat? ¿Qué escuchará? Escuchará una reivindicación de los valores benedictinos como fundamento de la resolución de conflictos: es decir, un sutil reproche indirecto a su actuación en octubre de 2017. Y, para remachar el clavo, también tendrá que escuchar una reivindicación del fundador del monasterio de Montserrat hace mil años: la abate Oliba (971-146), figura clave en la configuración de la nación catalana y del pacifismo medieval.
Biznieto del mítico Guifré el Pilós, tras renunciar a los 31 años como conde de Berga y Ripoll –su padre, Oliba Cabreta, también se había hecho monje y se había retirado al monasterio de Montecassino– y antes de fundar Montserrat, Oliba fue obispo de Vic y abate de Cuixà, de Sant Martí del Canigó y Ripoll. Con el apoyo del papa Sergio IV, fortaleció la vida monástica en Cataluña: promovió una disciplina austera y la conexión cultural con el mundo árabe, tanto en lo que se refiere a los avances científicos como a la recuperación del legado grecolatino. El Ripoll de Oliba fue esencial en esta apertura cultural y representa, por tanto, lo contrario a la identidad cerrada y defensiva que proclama Sílvia Orriols. El papa Silvestre II –el occitano Gerbert de Orlach, filósofo y matemático que había vivido tres años en Ripoll– introdujo en Europa la numeración árabe, el concepto de cero y el astrolabio gracias a los conocimientos adquiridos en Ripoll. Se dice que quizás también viajó a Córdoba y Sevilla.
Pero todavía existe una cuestión más importante en relación con la figura de Oliba que deberá escuchar al rey Felipe VI. Con el auge del sistema feudal y, por tanto, con la privatización del poder, las disputas entre nobles, el abuso arbitrario de los campesinos –progresivamente se iban convirtiendo en siervos– y los choques con la Iglesia se fueron intensificando. ¿Qué hizo Oliba ante esta situación de crisis? Una acción de mediación y pacificación que acabó concretando en el movimiento de la Paz y Tregua de Dios. Lo propuso en el sínodo de Elna de 1022 y se ratificó en Toluges en 1027. La Paz y Tregua establecía el derecho de refugio en iglesias y sagreras (zona alrededor de un templo) del sábado por la noche hasta el final del domingo. En los sínodos de Vic de 1030 y 1033 –este último, presidido por Oliba– se amplió del jueves al domingo, y la protección también se hizo extensiva a los domicilios de los campesinos.
Con el espíritu de la Paz y Tregua, los hechos de octubre de 2017 habría ido de otra manera. No hubo mediación de la monarquía. Hubo justificación de la violencia contra ciudadanos pacíficos. Si Felipe VI se hubiera inspirado en el abate Oliba, fundador de Montserrat, las cosas habrían ido de otra forma y su figura no necesitaría "normalizarse" en Cataluña.