Tan evidente y tan invisible
Todas nos preguntamos por qué los tratamientos para muchas enfermedades funcionan mucho mejor en pacientes hombres que en pacientes mujeres. ¿Cómo hemos llegado, también en este caso, a ser las figuras olvidadas? Se ha hablado mucho que en las investigaciones científicas solo se ha considerado la utilización de animales machos, y es muy cierto: durante mucho tiempo ha sido así. Uno puede pensar que hay intereses oscuros detrás de este sesgo, pero tiendo a creer que en la mayoría de los casos se trata de una cuestión más sencilla: los experimentos con animales machos acostumbran a ser más reproducibles y fáciles de analizar porque no tienen la variabilidad hormonal. Esto, que ahora es tan evidente, y que nos indica claramente que si este es el caso lo más probable es que los resultados obtenidos no puedan ser extrapolables en las hembras, no se ha tenido en cuenta. Creo que, con el objetivo de obtener resultados fiables al máximo, se han querido realizar experimentos altamente reproducibles y estadísticamente significativos. Y así ha sido, solo que hemos dejado fuera al 50% de la población. Visto desde el siglo XXI nos parece aberrante, pero afortunadamente ya hace muchos años que todas las agencias de financiación públicas de casi todo el mundo —aquí todavía hay países con margen de mejora— exigen a los proyectos científicos no solo que apliquen el "principio de las tres erres" (reducción, refinamiento y reemplazo) en la utilización de animales para experimentación y otras finalidades científicas, sino que los experimentos realizados y los protocolos utilizados sigan los criterios establecidos por los comités de ética y bienestar animal atendiendo a las regulaciones del país. Además, desde ya hace bastante tiempo, uno de los requisitos para cualquier proyecto científico es que utilice el mismo número de machos y hembras para sus estudios. Pero los nuevos resultados todavía tardarán: sabemos que la investigación es un proyecto a largo plazo, a pesar de que en el último año se ha conseguido avanzar rapidísimamente gracias a investigaciones que ya estaban en marcha.
¿Cuál ha sido el detonante de este cambio? En mi opinión, este cambio refleja una transformación en nuestra sociedad. Los científicos no dejamos de ser ciudadanos que formamos parte de una sociedad, y esta sociedad afortunadamente muta. Hemos pasado de tener una sociedad en que la mayoría de los médicos eran hombres a una en que las médicas predominan —excepto en algunas especialidades—. Las científicas también hemos venido para quedarnos, y también queremos ser protagonistas. Y los cambios llegan, a pesar de que muchas veces lo hagan tarde. Durante los últimos años hemos asistido a revoluciones como el Me Too y el Black Lives Matter, que son globales e inimaginables hace solo una década. Reflejan problemas que existían pero que no se visibilizaban. Esperemos que la visibilización del problema del sesgo de género en la investigación médica sea un detonante para acelerar el cambio.