El falso victimismo del castellano

Estamos a punto de entrar en el año 2025, en el que hará 50 años que murió el dictador, y la prensa española sigue complaciéndose en fabricar para sus lectores las variedades modernas del "habla en cristiano" de la posguerra. Son los arietes del castellano al ataque que se expresan con el complejo de superioridad que viene del decreto de Nueva Planta. En el capítulo de la semana pasada, un sanitario anuncia que se vuelve a Andalucía en debido a su bajo nivel de catalán con un dramático "no tengo fuerzas para seguir". realidad del uso social del castellano en nuestro país es tan abrumadora que hacer el llanto es de una impostura lamentable. Y después de diez años en nuestro país, que alguien se dé por vencido ante la hercúlea heroicidad de aprender un idioma mucho más fácil de adquirir que cualquier otro, es mucho más grave que una broma de mal gusto. posibles desde una resistencia cultural atávica, considerar que no existe en ningún caso la obligación de aprender el catalán porque, al final, el ordenamiento jurídico vigente siempre vendrá al rescate. Es una actitud mentalmente cerrada, monolingüe, antimoderna. , alimentada por el odio lingüístico de los medios del sistema que hacen titulares para mantener las brasas del conflicto. Y tampoco podemos perder de vista que un sanitario que haya elegido venir a trabajar a Cataluña y no quiera entender la lengua de los pacientes es, lisa y llanamente, un mal sanitario, alguien que ignora los principios más elementales de la ética y la eficiencia profesional. El Govern y su consejería de la lengua debería responder con rotundidad a quienes buscan el conflicto. Hay mayoría social y en el Parlament para dejar escrito en un acuerdo de claridad lingüístico sobre derechos y deberes que quien pretende vivir al margen del catalán en Cataluña, sobre todo cuando cobra un sueldo de la Generalitat, se situará tarde o temprano fuera de la ley. Y no arrugarse en nombre de una pretendida seducción que no funciona cuando el asno no quiere beber.