Feijóo y la política del coyote

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante la rueda de prensa de balance del curso político
27/08/2025
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Parece que la nueva estrategia que había encontrado el PP de Feijóo para acorralar el sanchismo, que consistía en tratar de exprimir el verano de incendios terribles que ha habido (principalmente) en el noroeste de la península Ibérica para tratar de endurecer toda la responsabilidad en Perrosanxe (Margarita Robles, de Defensa) en el Senado. Vamos. Al día siguiente todo era hablar de deshinchamiento, de efecto bumerán, y aplausos a la ministra por parte de la afición progubernamental. En primer lugar, ésta es una consecuencia de un comportamiento del que suele acusarse al PP pero que, además, es cierto: su intensa tendencia a patrimonializar las instituciones. En otras palabras, a pensarse que el Estado es suyo, particularmente los lugares donde tienen mayoría: "su" Senado, "su" Tribunal Supremo, "su" Audiencia Nacional. Cierto es que los repartos de sillas en organismos clave, a los que se han abonado tanto el PP como el PSOE desde el primer día de la modélica Transición, han reforzado a lo largo de los años esta percepción. Pero a la vez es igualmente cierto que hay que combatir la patrimonialización de lo público, porque es justamente el husillo principal donde desemboca todo el alcantarillado del Estado.

En segundo lugar, pero nada lejos, el filibusterismo del PP con los incendios es un enésimo producto de una idea en la que hay (nuevamente) un punto de estrategia y otro punto, muy grande, de anhelo confundido con la realidad, eso que los pedantes llaman wishful thinking. A saber, la convicción de que, un día u otro, alguna desgracia, alguna catástrofe natural o alguna catástrofe provocada deben arrastrar a Pedro Sánchez y su gobierno, tan frágiles, y derribarlos sin remedio. El primer partido de la oposición en España, y primero también de todo el sistema político, incurre así en un maximalismo tan peligroso como ineficaz: la especulación con la desgracia. No importa que se trate de la cóvida como de la sequía, como de Ucrania, como de Venezuela, como de un apagón masivo, como de la DANA de Valencia, como de los incendios, como de las negociaciones con catalanes golpistas, vascos terroristas y malos españoles comunistas (que, desde el punto de vista del nacionalismo español). El punto en común es que, ante todas esas maltrechas, el PP, en vez de adoptar el rol de la oposición constructiva que vigila (y señala, cuando es necesario) para contribuir a la mejora de la situación, imita el papel del influenciador extremista, que a partir de un hecho real lo embadurna todo con mentiras.

El resultado, hasta ahora, ha sido siempre el mismo: pese a las notorias diferencias internas, la mayoría que investigó a Pedro Sánchez se repliega ante los ataques demagogos del PP. Feijóo se parece cada día más al Coyote del Correcaminos, que solía acabar aplastado bajo la roca que él mismo lanzaba pendiente abajo. Incluso en Vox se han dado cuenta y optan por quedarse en segundo plano, frotándose las manos ante el desgaste de su principal adversario, que no es el PSOE sino el PP.

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