Un fenómeno de fondo

Parece una noticia menor, y de hecho la gran mayoría de los medios de aquí ni la recogieron; pero también resulta significativa de un fenómeno que, sin tener nada de nuevo, vale la pena subrayar y analizar.

El martes 29 de junio, hoy hace una semana, el Chief Minister o ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo, era el ponente invitado de un almuerzo-coloquio en el Club Siglo XXI de Madrid para hablar sobre la problemática del Peñón en el contexto de la pandemia, del Brexit, etcétera. Minutos después del inicio del acto, pero, su discurso se vio interrumpido y boicoteado con gritos de "¡Gibraltar español!" y una reproducción a todo volumen de la Marcha real por parte de algunos miembros de las juventudes de Vox, que a continuación reivindicaron la acción con el tuit siguiente: “Al pirata Picardo hay que recibirle como se merece. Una pena que haya quien invite a desayunar en Madrid al jefe de esa cueva de malhechores que está arruinando el Campo de Gibraltar”. Naturalmente, al dirigente gibraltareño no le sirvió de nada recordar que, en 2003, un 99% de los llanitosse pronunciaron en referéndum para seguir siendo británicos, en lugar de volverse españoles.

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Lo más interesante, sin embargo, fueron las reacciones. En la misma sala del coloquio, en presencia del embajador británico que presentaba al ponente y en el marco de un Club Siglo XXI que no es precisamente una madriguera de friquis ni de marginales, algunos de los asistentes aplaudieron el boicot. Después, Twitter se ha llenado de comentarios del tipo “No os he votado nunca, pero con el acto de hoy tenéis todo mí respeto...”, “¡Cómo invitan a ese señor, jefe de las mafias que arruinan a los españoles!”, “Si España fuera un país serio, ese imbécil no entraría en el país”, “Vox los más grandes, los únicos que nos defienden”, “¿Y no han metido en un calabozo al pirata ese de Picardo?”, “Bien hecho. Al pirata inglés, ni agua”, “Así hay que actuar en todos los ámbitos en defensa de España”, etcétera.

Sí, ya lo sé: Vox obtuvo en las últimas elecciones generales españolas 3.656.979 votos. Y el partido ultraderechista, como para acreditar su filiación joseantoniana, muestra una auténtica obsesión con Gibraltar, territorio que Santiago Abascal propone bloquear por tierra, mar y aire hasta que capitule y enarbole la bandera rojigualda.

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Aun así, el fenómeno va más allá de Vox. Si se fijan en el dispositivo digamos argumental que envuelve la consigna franco-falangista de ¡Gibraltar español! (piratas, malhechores, mafias, imbécil, calabozo...), solo hay que sustituir pirataspor golpistas y es exactamente el mismo discurso que un enorme bloque político-mediático –comprendido entre La Razón y El Mundo pasando por el Abc, entre el PP y Vox pasando por Cs– aplica al independentismo catalán; el mismo. También es idéntico el desprecio por la voluntad de la ciudadanía concernida: Gibraltar es español por razones geológicas, telúricas, aunque prácticamente ninguno de sus habitantes quiera serlo; Catalunya es España por designio inmanente e irrevocable de la geografía, o de la historia, o de la Divina Providencia, al margen de cuál sea el porcentaje de catalanes que crea lo contrario.

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Pero, insisto, el problema no es solo Vox. El problema es que estas actitudes –este relato– impregnan como mínimo todo un hemisferio de la sociedad, de la política, del periodismo y del pensamiento españoles de hoy en día. Si no fuera así, si no existiera este humus tan ampliamente difundido, no se explicaría la eclosión de Vox, que pasó en cuatro años (2015-2019) del 0,23% al 15,09% de los sufragios; tampoco se entenderían la amplitud de la catalanofobia publicada a lo largo de la última década, o la virulencia del rechazo a los indultos contra los nueve líderes independentistas.

El otro día Pablo Casado causó una cierta sensación en el Congreso de Diputados cuando igualó los dos bandos de la Guerra Civil diciendo que los republicanos querían “democracia sin ley” y los franquistas “ley sin democracia”. Y bien, si el aspirante del PP a la Moncloa dijo esto, si equiparó un gobierno legal y legítimo con una facción golpista, si escamoteó el hecho crucial de que la anarquía dentro del campo republicano fue una consecuencia directa del golpe militar, es porque sabe que esto no le hará ningún daño electoral; al contrario, que lo pone en sintonía con millones de electores de derechas, y quizás incluso facilita que muchos de ellos (los decepcionados con el hundimiento de Ciudadanos, aquellos que quizás encuentran las maneras de Vox demasiado agrestes) lo voten.

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En el episodio del boicot a Fabian Picardo que he explicado al comienzo y en los comentarios posteriores en las redes la consigna de "¡Gibraltar español!" ha sido central. Pero se trata de una consigna fascista, ideada por la Falange de los años 1933-36, gritada y pintada por los estudiantes del suyo que, en pleno franquismo, asediaban la embajada británica en Madrid o el consulado barcelonés de la calle Jonqueres. Nadie en Italia –ni Salvini– osaría utilizar consignas mussolinianas como aquella que decía Credere, obbedire, combattere.

Joan B. Culla es historiador